MARTES Ť 26 Ť JUNIO Ť 2001

La Bienal de Valencia /I

TERESA DEL CONDE

Desde la primera versión de los simposios titulados ''Diálogos iberoamericanos'', las autoridades de la Generalitat Valenciana anunciaron su propósito de configurar una Bienal Internacional de las Artes, que con el tema de la comunicación está vigente hasta fines de septiembre próximo y que por tanto corre pareja con la Bienal de Venecia inaugurada casi de forma simultánea, a resultas de lo cual, un buen número de visitantes de la primera asistieron también a observar la valenciana. Respecto de ésta, su director, Luigi Settembrini, que contó con la ayuda del imprescindible Fernando Castro, aseveró que la Bienal ''constituye también una importante operación de marketing cultural para la ciudad que la organiza. Realizando cada dos años una gran manifestación cultural dedicada a ese entramado constituido por los lenguajes creativos de la cultura contemporánea, Valencia, y la Generalitat Valenciana demuestran creer en el valor estratégico de la inversión en la cultura. Hacer hablar a los medios de comunicación por lo que se hace y no por lo que se paga un espacio publicitario, es evidentemente más importante y creíble''. El director habla aquí, si mal no entiendo del llamado coste-contacto o sea lo que cuesta entrar en contacto con cada persona de manera individual.

giles-2Antes de algunos comentarios que ?pertinentes o no? me propongo emitir acerca de lo que pude ver en los diversos sitios de exhibición, puedo declarar sin ambages que los valencianos, capitaneados por la subsecretaria de Promoción Cultural de la Generalitat, Consuelo Ciscar, no han escatimado esfuerzos para establecer contactos personales y lo han hecho con sagacidad y buen ánimo. Prueba de ello son los ''Diálogos'' a los que he hecho mención, que coordinados por Kevin Powell y Fernando Castro han ido tomando, cada vez más, características de verdaderos debates a pesar de las eventuales debilidades que han manifestado algunos de los ponentes invitados. De eso me ocuparé en otra ocasión.

Curaduría de Bonito Oliva y Greenaway

El meollo de la Bienal, es decir, su parte mayormente importante, la que ofrece lectura con pretensiones de congruencia, obedece al título de El cuerpo del arte y tiene como curadores responsables a Acchile Bonito Oliva y al cineasta Peter Greenaway. Estas eminentes personas no alcanzan a cubrir, sin embargo, la eterna presentación del mito de Sísifo: Valencia, Venecia, Bogotá y Madrid han ofrecido trabajos muy similares, una y otra vez, productos de diferentes artistas que se encuentran atacados por la fiebre de la anti-pintura, del anti-arte, de la anti-obra y de la globalización. Lo mejor, tal vez, sean los videos. Eso no es raro: si hoy día pensáramos en una pieza artística que se parangonara en importancia a los frescos de Piero de la Francesca en Arezzo, o a las Meninas de Velazquez, tal obra ?ni duda me cabe? se encontraría en los ámbitos cinematográficos y el propio Greenaway ha dado excelentes muestras de ello, sobre todo con La panza del arquitecto y con El cocinero, su esposa, el amante y el ladrón. La película de los tatuajes es también magnífica, pero tanto El bebé de Macon como Prosperos'books (su versión de La tempestad, de Shakespeare) niegan en cierto modo al cine y se acercan a lo que sería una ópera filmada. La colaboración de Greenaway en la Bienal de Valencia puede que valga la pena, son las extensiones del cuerpo, los utensilios que se le anexan, como uso y como introyección: puede tratarse de un frasco lleno de clavos, o de otro idéntico en dimensiones retacado de dientes. Los hay al por mayor y mientras uno va recorriendo los espacios ?aparte del que específicamente los contiene en el centro del patio principal, debidamente cubierto? encuentra que la reiteración aquí no funciona. La idea deriva de su propia ópera: vemos los objetos para el nuevo milenio que en ella aparecieron. Si alguien piensa o pudiera pensar que lo que expone Greenaway es la genialidad, la turbulencia, el arco turbador, etcétera, está rotundamente equivocado. Se trata de una instalación limpia, casi ascética, sumamente amplia, interesante por ser el autor quien es y porque de sobra sabemos que está fascinado con el teatro, los montajes, la pintura y el quehacer artístico en general.

Es cierto, El Carmen depara sorpresas: una de ellas es la escultura o más bien estructura del catalán Jaume Plensa, que hace no mucho presentó una instalación in situ ?muy competente? en el Palacio Velázquez del Buen Retiro, en Madrid. La versión V de la pieza Libros, del valenciano Manolo Valdés, o las fotografías con tinte metafísico de un colectivo de Argentina: Un acto de intensidad de Ar Detroy (son nueve artistas los que lo integran) están entre las buenas cosas que pueden verse. Como video, me pareció simpático y provocativo el de la polaca Katarzyna Kozyra, Rito de la primavera, debido a que ?independientemente del travestismo de sus actores? el ritmo de su coreografía y la música poseen humor y funcionan bien.

Yo sé que la pareja parisiense Pierre et Gilles es muy exitosa, sus productos se ven en todas partes y lo que es más, se cotizan en el mercado. A mí me parecen no sólo decadentes, sino extremadamente cursis sin que lleguen a la categoría de lo repulsivo. Andrés Serrano con sus personalizaciones, también muy celebradas (tanto como las de Cindy Shearman) empieza a envejecer a pasos agigantados . Las ollas de Tunga no se vieron bien (faltó Tunga) y todo lo referido a los genitales, esa parte del cuerpo tan socorrida en multiplicidad de medios, se vio bastante desabrida.

Puede ser que el único espacio cercano a lo poético de todos los que fue posible visitar, corresponda al cineasta Emir Kusturica. Mucho ayudó su ubicación en un edificio precioso que con anterioridad ha albergado instalaciones: El Almudín. Se trata de un granero medieval, localizado en el centro de la ciudad, severo en su estructura y ornado con mavillosos frescos sólo delineados como si fueran dibujos. Se encuentran restaurados y conforman un interesante arsenal iconográfico que ?para algunos, cual fue mi caso? distrajeron de la contemplación ideada por Kusturica y por su colega director de teatro: Mladen Materc.

La isla habitada por un conejo que allí presentaron los dos artistas serbios, se desplaza a lo largo de un estanque. Se trata, pues, no tanto de una instalación, sino de un espectáculo, toma unos 10 o 15 minutos su debida apreciación y se titula Los cuatro jinetes. Ya sabemos cuáles son éstos, pero por allí no aparecieron, se quedaron en los Balcanes. La cosa se explica si se tiene en cuenta que, según los autores, la obra en cuestión es en realidad ''la tierra que mira al continente''.