Rebeldía ante el G-8
El fantasma de las protestas en contra de la globalización recorre Italia
LUIS HERNANDEZ NAVARRO ENVIADO
Padua, 26 de julio. El fantasma de las protestas contra la globalización recorre Italia. El espíritu de Seattle domina el alma política de este país. Día a día, prensa, radio y televisión informan ampliamente sobre las movilizaciones que se efectuarán del 19 al 21 julio en la ciudad de Génova en contra de la realización de la reunión del Grupo de los Ocho (G-8) y en las que se espera la participación de unas 200 mil personas.
Partidos y sindicatos, asociaciones civiles y organismos políticos, clérigos e intelectuales, empresarios y trabajadores, anarquistas y comunistas, opinan diariamente en los medios sobre la mundialización. En cada ciudad y pueblo italianos se realizan encuentros para preparar las jornadas de lucha y discutir su alcance. No se había visto tal efervescencia política desde hace 30 anos. Un nuevo 68 está en marcha.
Unos 700 grupos se han unido en el Génova Social Forum para organizar la lucha. Feministas y promotores de la agricultura orgánica, organizaciones de comercio justo y ligas para la defensa de los migrantes, sindicatos y ambientalistas han formado la convergencia social más amplia en muchos años. Están convencidos de que el mundo actual es una especie de Titanic en el que los poderosos bailan y disfrutan creyendo que se encuentran a bordo de un barco insumergible, pero que realmente navega inevitablemente rumbo al naufragio.
Y si las encuestas tienen la razón, van ganando la batalla de la opinión publica. Un sondeo publicado en el periódico La República el 18 de junio mostraba que, más allá de la violencia, 45 por ciento de la población estaba a favor de las demandas de la "gente de Seattle", nombre con el que la prensa ha identificado a lo que en México se llama equivocadamente globalifóbicos, mientras 28 por ciento está en contra y 27 no tiene opinión alguna.
El reto de Berlusfox
La movilización contra el G-8 se ha convertido en la primera prueba de fuego del nuevo gobierno de derecha de Silvio Berlusconi, al que los mexicanólogos de estas tierras llaman también Berlusfox, por el gran parecido que su estilo personal de gobernar y el uso del marketing y los medios de comunicación electrónicos tienen con el presidente mexicano. El controvertido político italiano tendrá que enfrentar en las calles de Génova un reto similar al que Vicente Fox tuvo que manejar durante la pasada marcha zapatista de febrero y marzo. Una salida represiva al conflicto engrandecerá su imagen como representante de la nueva derecha autoritaria, pero dificultaría enormemente su gestión al frente de un gobierno de negocios.
El debate no es sólo italiano. En Europa los ánimos están caldeados después de los disparos de la policía contra los manifestantes de Gotemburgo, en Suecia. El ministro Otto Schily, uno de los hombres clave de la administración Schroeder, en Alemania, llamo el 17 de junio a "bloquear a los nuevos hooligans" e impedir que Génova se convierta en un nuevo Gotemburgo limitando el libre tránsito de personas.
Es por ello que el gobierno de Berlusconi se ha apresurado a buscar una negociación con el movimiento contra la globalización. No ha tenido mucho éxito en el empeño. Buscó primero los buenos oficios del cantante Manu Chao, a quien le pidió que sirviera de mediador. El artista, que acaba de dar un concierto en Milán ante 100 mil personas, en el que invitó al estrado a los Monos Blancos para que explicaran el sentido de las protestas, y quien participara en éstas encabezando el 19 de julio una marcha de los migrantes, rechazo la oferta. Renato Ruggiero, ministro del Exterior, trató de restar importancia al descalabro. "No es el único exponente del movimiento antiglobalización", afirmó con desprecio.
La nueva administración buscó entonces conversar con los Monos Blancos, la expresión de la convergencia convocante de las protestas que mayor atención mediática ha recibido, pero no tuvo éxito. Ellos se reivindican como parte de una movilización más amplia a la que no pretenden suplantar y, por lo tanto, no aceptaron la invitación.
Finalmente, el 24 de junio se realizó una reunión entre un grupo de representantes del Genova Social Forum y la policía italiana. El encuentro fue un fracaso. El vocero de la coalición, Vittorio Agnoletto, destacado luchador contra el sida, afirmó después de una plática de dos horas y media: "Fuimos obligados a suspender el encuentro ante la falta de respuestas. Vemos que él no puede dar contestación a nuestras preguntas". Ellos querian conocer la posición oficial del gobierno ante asuntos tales como la abolicion de la zona amarilla (franja de la ciudad de Génova que separaría la zona roja, en la que se efectuará el G-8, de los manifestantes), la apertura de fronteras y el hospedaje de la gente.
Sin embargo, para el jefe de la policía las cosas fueron difentes: "fue un encuentro muy bonito", aseguró a la prensa.
Noticias del Imperio
El 26 de mayo, los Monos Blancos, autoproclamado "ejército de soñadores nacido para desaparecer", dio a conocer en Génova su Declaración de guerra a los señores de la injusticia y la miseria. Señalan allí que saben que los gobiernos de Italia y Estados Unidos decidieron declarar la guerra a los hombres y mujeres que se concentrarán en Génova en contra del G-8, para imponer "un mundo único, donde la única ideología sea la del dinero, la de la ganancia, la del mercado, la de las mercancías y los cuerpos". Un mundo que es un imperio en el que ellos son los emperadores y millones de seres humanos simples súbditos. Sus tropas, a decir suyo, están formadas por pobres y niños, por indios del mundo, mujeres y hombres, gays y lesbianas, artistas y obreros, jóvenes ya ancianos. Terminan anunciando desde la periferia del Imperio que "oficialmente tambien nosotros estamos en pie de guerra"
Los Monos Blancos surgieron a mediados de 1995 como una expresión de lucha de los Centros Sociales italianos, un archipiélago de organismos de base contraculturales presentes en muchas localidades italianas, con gran capacidad de convocatoria y movilización, sobre todos entre los jóvenes, surgidos de la experiencia de autonomía obrera de la década de los setenta.
El zapatismo jugó un papel muy importante en su nacimiento. De hecho, la reflexión que efectuaron sobre el sentido de las jornadas de lucha en Génova estan parcialmente inspiradas en las lecciones sacadas de la rebelión del sureste mexicano.
Su presencia no es ya exclusiva de Italia. Grupos de Monos Blancos han surgido en otros países. Sus primeras acciones consistieron en pequeños actos de desobediencia civil de Roma en contra del desempleo, en las que no pagaban el transporte público. Sin embargo, su "verdadera" presentación en sociedad como una fuerza de acción político-social fue en octubre de ese año, durante las protestas que se efectuaron en la ciudad de Trieste en torno del asunto de la migración. Su activa y vistosa participación en las protestas de Praga les proporcionó notoriedad mundial. En México se dieron a conocer durante la marcha zapatista, en la que desempeñaron funciones de seguridad en algunos tramos.
Los Monos Blancos no son la única fuerza que participa en las protestas contra el G-8, pero sí una de las mas visibles. Se han convertido en fenómeno mediático.Su vocero, Luca Casarini, un técnico termoeléctrico del Centro Social de Mestre, es una referencia obligada de los medios. Cuando él dice: "En cualquier lugar que ellos se encuentren para reunirse, iremos a protestar", los periodistas recogen y publican sus declaraciones.
En la reflexión que anima sus iniciativas políticas tiene una gran influencia el filósofo Toni Negri, hoy bajo arresto domiciliario durante las noches, y detenido durante varios años a pesar de que su supuesta responsabilidad como autor intelectual del asesinato de Aldo Moro --del que fue acusado-- nunca fue demostrada. Negri acaba de publicar junto con M. Hart un libro titulado Imperio, en el que sostiene que la lucha actual es "en contra del capitalismo globalizado, no contra la globalización". Crítico del Estado-Nación y de las posiciones que desde la izquierda defienden una línea de acción que busca defenderlo, según él, a diferencia del imperialismo analizado por Lenin, lo absolutamente nuevo de la situacién actual es que "el centro y la periferia no son ya elementos que puedan ser definidos espacialmente; están uno dentro del otro. En Estados Unidos puedes hallar el Tercer Mundo más profundo, de la misma manera en que, cada vez más, puedes encontrar en Africa o Asia el Primer Mundo más opulento. La clase mundial de los explotadores y la clase mundial de los explotados no conocen ya fronteras geograficas."
Sincronizados por esta visión del Imperio, de alguna manera los Monos Blancos piensan que la humanidad atraviesa hoy por una especie de nueva Edad Media y ellos se viven a sí mismos como parte de la rebelión campesina de husitas, taboritas o de Thomas Muentzer. Y esa visión encuentra en las ciudades escogidas por los organismos multilaterales para reunirse una invitación para retroceder en el tiempo. Curiosamente Génova está rodeada de murallas, como lo está Quebec, lugar donde se realizó la reunión del ALCA. No en balde el libro de cabecera de los Monos Blancos, al lado del No Logo de Naomi Klein, es una novela, Q, escrita por Luther Blisset, que narra esas luchas en pos del milenio. "Somos nuevos y al mismo tiempo somos los mismos de siempre", afirman en un comunicado de las multitudes de Europa alzadas contra el Imperio.
La originalidad de la narración y de la escenografía que la acompaña no es compartida por el conjunto de la coalición antiglobalización. Hay quien a su interior ve las jornadas de lucha como parte de una lucha antimperialista en el sentido clásico de la izquierda, o como parte de las jornadas por la defensa del planeta. Sin embargo, esta novedad, acompañada de una fuerza de masas real, ha encontrado rápidamente un nicho en la sociedad de la información y ha generado una identidad propia en un sector de la juventud excluida.
La política de los cuerpos
La amenaza de la violencia en las jornadas de Génova se ha convertido en un instrumento para desestimular la participación ciudadana. Prácticamente todos los días el asunto es tratado en los medios. La prensa italiana publicó recientemente un informe filtrado por los servicios secretos en el que se afirma que Luca Casarini está adiestrando gente para secuestrar a los policías y usarlos como escudo en Génova. El acusado desmintió inmediatamente la información, pero llamó a la policía a la insumisión.
El asunto ha calado. El representante de los jovenes empresarios de Italia, temeroso de que los Monos Blancos bloqueen las industrias, sugirió dialogar con ellos. Sin embargo, Antonio DƀAmato, presidente del sindicato patronal, se apresuró a desmentirlo: "ningún diálogo con los manifestantes, contra los que están en contra de la globalización", afirmó.
Según Luca Casarini, la discusión violencia-no violencia no tiene sentido. Afirma que "no queremos que la ciudad sea tocada. Si tú quemas una vivienda, el propietario te va a odiar. El problema es ganar el consenso de ciudadano. Nosotros practicamos la desobediencia civil. Lo que queremos es impedir la realización del G-8."
De acuerdo con los Monos Blancos, su Declaración de Guerra no implica agresiones contra la ciudad. En un pacto con la ciudad y los ciudadanos de Génova se precisa: "ninguna vitrina será rota por parte nuestra; ninguna violación o gesto ofensivo debe esperar la ciudad." Allí se asegura: "no combatimos con bombas o con balas, sino con nuestros propios cuerpos, con las palabras y con las travesuras, y con instrumentos mecánicos creados en nuestros pacíficos talleres de la fantasía."
La estrategia propuesta en Génova por los Monos Blancos es la del asedio colectivo. Según ésta, si los integrantes del G-8 quieren convertir la reunión en una fortaleza cerrada e inaccesible para tomar en ella decisiones que afectan a millones de personas, entonces se trata de que quienes resultarán afectados por esos acuerdos invadan la ciudad. Ese asedio activo será puesto en práctica en las modalidades y formas que cada quien decida hacerlo, convirtiendo al cuerpo humano en un símbolo concreto de la desobediencia civil, y acordando en común los límites de la acción para romper el muro.
A poco más de tres semanas de la realización del G-8, el debate en torno a la globalización atraviesa la vida política italiana y se ha convertido en parte sustancial de la agenda europea. Sus clases dirigentes se enfrentan a un fenómeno que ha roto sus esquemas y la visión sobre su quehacer. No es asunto pasajero. Las movilizaciones de protesta llegaron para quedarse. Lo que suceda en Génova será clave en la definición del futuro inmediato.