Lunes en la Ciencia, 25 de junio del 2001
La tecnología como medio para mejorar la economía y el bienestar social Divulgación de la ciencia en tiempos de la democracia Rolando Icita Tornell Los avances científicos y los cambios tecnológicos conducen la transición hacia la llamada nueva economía basada en el conocimiento. Más que en ningún otro momento de la historia la ciencia y la tecnología son la llave para mejorar la economía y el bienestar social. Un primer elemento importante para estos esfuerzos de reforma concierne a los fondos para la ciencia. Para permitir a la investigación científica tener una perspectiva de largo plazo sus fondos requieren estabilidad. Un segundo elemento importante de reforma científica involucra la interface entre ciencia e industria. Para ello es necesario remover obstáculos para que operen, tales como las regulaciones que privan a los científicos de los beneficios financieros derivados de la innovación, o esquemas de contratos o plazas que limitan la movilidad de los investigadores. Finalmente, los nuevos desarrollos, por ejemplo en medicina o ingeniería genética, tales como la clonación o los organismos genéticamente modificados son asuntos de interés público que involucran la ética, por lo que requieren de discusión pública. Si la ciencia ha de ser efectiva, su interacción con la sociedad debe ser impulsada.
Los retos Durante décadas el sistema mexicano se caracterizó por la organización piramidal corporativa, las políticas y los proyectos económicos se desarrollaban de acuerdo con los intereses de grupo y las decisiones circunscritas a la satisfacción de los grupos de interés por su importancia y peso político o económico. El sistema científico no era ajeno, ni podía estarlo, a ese modelo. La política científica estaba sujeta a la disposición y voluntad del Ejecutivo, no se trataba de una política de Estado con proyección a largo plazo, estaba sujeta al fraccionamiento sexenal. Una metáfora que podría describir el papel que jugaba la ciencia en las políticas de Estado era la de un candelabro en Palacio Nacional, un adorno fino, reluciente, de lujo, pero adorno al fin y al cabo. La política científica consistía en que investigadores eximios, que no representaban a toda la comunidad científica del país, lograban hacerse escuchar por "el príncipe" y le convencían de los presupuestos, sin mayor vínculo sistemático con otros sectores sociales o productivos. Como el resto de los sectores, al nuevo mandato había que renovar el azaroso convencimiento. El escenario ha cambiado, está en transición. No obstante, muchas inercias, formas de operar y negociar con el gobierno no han desaparecido. Se sigue confundiendo Estado con gobierno. Es incipiente el tejido de los lazos de la investigación, la producción y la sociedad. Parece que aún no arraiga el hecho de que los ciudadanos han decidido hacer vigente la división de poderes, que el jefe del Ejecutivo va dejando de ser la omnipoderosa voluntad para que las políticas de Estado sean eso y no políticas personales ni limitadas a periodos sexenales. Es en el Legislativo en donde habría de gestionarse la política científica y ésta, sin lugar a dudas, debe contar con el consenso de los ciudadanos informados y convencidos de las exigencias de la economía mundial, del papel estratégico de la investigación científica, de la necesidad de que los procesos y avances de la investigación estén vinculados con los sistemas educativos y de capacitación para la formación de capital humano capaz de competir en el mercado internacional de producción de bienes, servicios y conocimientos.
La estrategia Si hacemos del estado de derecho una convicción, el artículo tercero constitucional perfila de alguna manera una estrategia, un modelo integral de divulgación de la ciencia, ya que establece que el criterio que orientará la educación se basará en los resultados del progreso científico, luchará contra la ignorancia y sus efectos, las servidumbres, los fanatismos y los prejuicios. Ese criterio será además democrático, entendida la democracia no sólo como una estructura jurídica y un régimen político, sino como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo. El Estado debe apoyar la investigación científica y tecnológica y alentar el fortalecimiento y difusión de nuestra cultura. Se establece asimismo que es el Congreso de la Unión el responsable, entre otras atribuciones, de expedir leyes destinadas a distribuir la función social educativa en los tres niveles de gobierno de la República, así como fijar las aportaciones económicas correspondientes al servicio público de la educación, incluyendo la superior, en donde se realiza mayormente la investigación científica. En este contexto, la divulgación de la ciencia está llamada a cumplir un papel, como el de la investigación científica y tecnológica, estratégico. La divulgación de la ciencia tiene ante sí el reto de construir su quehacer como multiplicadora explícita de los retos que nos impone como país y como individuos la mundialización, del papel estratégico que en estos retos cumple la ciencia y la tecnología, del valor que tienen como un bien socialmente útil y vinculado con nuestros procesos históricos y toda aquello que conforma nuestra diversidad cultural. La divulgación de la ciencia tiene el reto de rebasar la tendencia a los modelos excluyentes y descalificadores tanto en los niveles de la divulgación como en los medios a privilegiar y los públicos a los que debe dirigirse, además de profesionalizarse en los términos de sus retos que apuntan a la multidisciplina. La profesionalización de la divulgación de la ciencia apunta a su reconocimiento como una labor académica relevante distinta a la investigación científica y a la docencia de las ciencias, y aunque también a impulsar la investigación y la docencia de la divulgación de la ciencia como objeto, que requiere de la participación, fundamentalmente de las disciplinas científicas, pero también de las disciplinas sociales, humanísticas y artísticas. La divulgación de la ciencia tiene el reto de considerar, respetar y reconocer para su quehacer eficiente y eficaz, coherente con el mandato constitucional, la historia, las creencias, las tradiciones, las filias, las fobias, los miedos de los públicos a los que se dirige, cuya media de escolaridad es de 7.3 años. La divulgación de la ciencia tiene el reto de no dejarse amedrentar por los criterios de audiencias que invitan a la banalización de los mensajes o privilegiar disciplinas más cercanas a la cotidianeidad de los ciudadanos sobre otras disciplinas más áridas y lejanas de los sentidos. La divulgación de la ciencia tiene el reto de acabar con la llamada "guerra de las ciencias", acabar con el divorcio entre la ciencia natural y la ciencia social, cuyos métodos y valores son distintos pero no excluyentes.
La divulgación de la ciencia tiene el reto de difundir entre la propia comunidad científica que la política científica ya no se diseña en lo oscurito con el jefe del Ejecutivo, sino gestionando como un derecho de cualquier otro ciudadano en el Congreso de la Unión una política científica de Estado; el reto de difundir entre los ciudadanos que eligen a sus representantes ante el Congreso la importancia y valor social de la investigación científica y tecnológica.
El autor es jefe del departamento de radio de la Dirección General de Divulgación de la Ciencia de la UNAM
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