C
U E N T O
Sólo
para cómplices
Leo
Mendoza
|
Raymond
Carver,
Si
me necesitas, llámame,
Anagrama,
España,
2000.
|
La aparición de un libro póstumo
de Raymond Carver sería, por lo menos, sospechosa si pensamos en
la proliferación de ediciones de textos desconocidos, retirados
del mercado y aun inéditos de autores como Cortázar o Borges;
ediciones que, en más de un sentido, decepcionan.
Afortunadamente esto no ocurre con el narrador
estadunidense: es más, por encima de la historia divulgada poco
después de su muerte sobre la participación de su editor
en la revisión y versión final de sus cuentos, la verdad
es que en los cinco textos que conforman Si me necesitas, llámame
encontramos lo mejor de Carver: toda su destreza para mostrar, a partir
de los actos más nimios y cotidianos, la dureza, la frustración
y el desamparo de nuestra vida.
La obra de Carver con o sin la ayuda de
su editor posee una fuerza propia, inigualable, que nace de una forma
de mirar desencantada, casi desapasionada de lo que es la condición
humana. En estos cinco cuentos podemos ver de manera muy clara la cercanía
de la obra de Carver a la de autores como John Cheever, ese gran narrador
de la vida en los suburbios, en la entrañas del monstruo.
Curiosamente, hay quienes consideran que
Carver no había publicado este libro por la profunda carga autobiográfica
que se desprende de él de manera especial por la manera como se
cuenta la fractura de las relaciones amorosas; sin embargo, en uno de
sus últimos libros el escritor dio rienda suelta a la vena autobiográfica
para contar la relación con su padre y los años en que publicó
sus primeros textos, alentado por uno de sus maestros.
Los
textos de Carver, editados en español a poco más de doce
años de su muerte, fueron encontrados entre sus manuscritos por
su viuda, Tess Gallagher, y un par de investigadores, y se suman a una
obra breve cuatro libros de relatos y algunos más de poemas y ensayos
pero de gran intensidad. En los cinco cuentos encontramos esas imágenes
recurrentes de las que el narrador echaba mano para mostrar cómo
en algún momento, y ante el menor pretexto, la aparente seguridad
de la vida cotidiana se derrumba y vislumbramos dice un poema de Paz
nuestro desamparo. Carver sabía dibujar a la perfección este
rompimiento que puede ser, en un matrimonio que busca la reconciliación,
el encuentro con unos caballos entre la niebla. O quizá un montón
de leña por partir para un escritor que busca recuperar vida y oficio.
Y hasta un incendio en una calle se convierte en el mejor momento para
que un hombre confirme sus sospechas.
Leña, ¿Qué queréis
ver?, Sueños, Vándalos y Si me necesitas, llámame
son los cinco cuentos recobrados algunos de éstos habían
aparecido ya en revistas estadunidenses que nos dan la oportunidad de
disfrutar una vez más de la inquietante maestría de Carver
para la alusión: los diálogos establecidos por sus criaturas
esconden mucho más de lo que dicen porque, como bien se sabe, entre
lo que decimos y lo que queremos decir casi siempre hay un abismo. De ese
inmenso río de equívocos que es el lenguaje cotidiano, Carver
escoge los fragmentos más significativos, más dolorosos y
profundos y los convierte en textos magistrales.
En su Credo de poeta una de las conferencias
que dictó en 1968, en Harvard Borges señala que en un relato
breve podemos encontrar tanta complejidad como en una larga novela: para
la obra de Raymond Carver esta afirmación es absolutamente cierta.
Lo que subyace bajo el laconismo de su texto, aquello que apenas y se encuentra
presente, lo que intuimos, es lo importante, y este grado de complicidad
entre el creador y el hipócrita lector es algo que sólo se
da en la gran literatura.
C
U E N T O
En
tiempos de la revolución
Silvia
Solís
|
Alejandro
Ortiz Padilla,
Dos
tercios de maíz y otros cuentos,
Amate/Publicaciones
del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Morelos/Instituto de Cultura
de Morelos/Consejo Nacional para la Cultura y las Artes,
México,
2000.
|
Alejandro Ortiz Padilla escribió
Dos tercios de maíz y otros cuentos bajo un tono testimonial.
Nativo del estado de Morelos y testigo cercano de asuntos regionales, aprovechó
su experiencia como periodista y promotor de cultura y logró rescatar
una visión fresca de los relatos de la época revolucionaria,
un periodo imposible de pasar por alto en la historia de México.
En Ixtlico el Grande, Hacienda Santa Clara,
Tepalcingo, Mapaztlán, Jonacatepec, Cuatla y Cuernavaca, zona de
dominio zapatista, se ubican las aventuras del revolucionario Prisco Villanueva
y su familia: Erasto, Carolina, Valeria, Pedro y Pablo.
El autor sitúa el primer cuento,
Dos tercios de maíz... en la época de acoso del supremo
gobierno a cargo del sanguinario General Juvencio Robles, jefe de Armas
del Estado, el cual ejercía la autoridad a través de los
federales poniendo en práctica las estrategias de los boers:
la leva, la toma de rehenes, la depredación, el saqueo, el incendio
de pueblos, la recolonización y exilio masivo.
Los Villanueva se ven precisados a huir
a una madriguera de Los Plateados en las cuevas de Cerro Prieto. Durante
el trayecto, los niños Pedro y Pablo buscan garantizar el bienestar
de su madre y abuelos, echando mano de toda su imaginación e iniciativa.
La curiosidad los lleva a ir en busca de los dos tercios de maíz,
el sueño del abuelo, como signo de su subsistencia. Luego de algunas
peripecias, se reencuentran con Prisco, su padre, quien se hizo guerrillero
al rebelarse contra la injusticia y opresión de hacendados latifundistas.
La revuelta zapatista se inició
en el estado de Morelos como un movimiento amorfo y disperso. El autor
de Dos tercios de maíz y otros cuentos toma como pretexto
el marco contextual y la época del caudillo revolucionario nacido
en San Miguel Nenecuilco, palabra ésta que, según el Códice
azteca, significa lugar donde el agua se arremolina. Noveno hijo
de Cleofás Salazar y Gabriel Zapata, Emiliano nació el 8
de agosto de 1879. Cuando niño, su tío Cristino le contó
de Los Plateados, malhechores aludidos en el relato de Ortiz Padilla,
cuyo jefe fue el controvertido Salomé Plasencia: cruel y sofisticado,
se dice que el bandido vestía con gran elegancia, que usaba camisas
de Bretaña, traje de charro con un águila bordada en la espalda,
moños y bufandas de colores, botas con herraduras de plata y grandes
y vistosos sombreros.
Cuento de semana santa narra una travesura
infantil que pone al descubierto la ancestral confrontación entre
la curiosidad sexual, el misterio y la fe. El cabo Chávez protagoniza
este enigmático relato y, como informa el propio autor, éste
tiene su origen en la tradición oral.
Las historias se desarrollan en un marco
descriptivo y pintoresco, con un lenguaje que refleja lo que en otros ámbitos
se considera típicamente mexicano. Ortiz Padilla ambienta y construye
sus Dos tercios de maíz y otros cuentos con anécdotas
llenas de ingenuidad y sencillez.
La obra cierra con un cuento escrito en
franco homenaje al caudillo Emiliano Zapata. Dos tercios de maíz
y otros cuentos es un libro que puede leerse sin complicaciones y de
una sola vez.
Presentación del libro De
cara a la muerte, de Isa Fonnegra
de Jaramillo, coedición del Instituto Mexicano de Tanatología
y Editorial Andrés Bello Mexicana. Presentan: Dr. Alberto Amor Villalpando,
Dr. Federico Ortíz Quezada y Dr. Carlos Viesca Treviño. Miércoles
27 de junio a las 19:00 horas. Auditorio Vázquez Raña del
Hospital Ángeles del Pedregal, Camino a Santa Teresa 1055, col.
Héroes de Padierna.
Elsa Naveda Per Anderson, muestra de
litografía y escultura. Inauguración el 28 de junio a
las 19:30 horas. Galería de la Rectoría General de la Universidad
Autónoma Metropolitana. Prolongación Canal de Miramontes
3855, col. Exhacienda San Juan de Dios, Tlalpan.
Galería de moribundos, estudios
y variaciones sobre el mundo beckettiano. Dirigida
por Jorge A. Vargas, con Roberto Sosa, Ricardo Leal, Alicia Laguna y Jorge
A. Vargas. Descuento a estudiantes, maestros y trabajadores de escuelas
públicas, escuelas privadas, Maestros a la Cultura, Sépalo,
beneficiarios del insen y trabajadores del inba. Funciones: viernes 20:30,
sábados 19:00 y domingos 18:00 horas. Teatro Julio Jiménez
Rueda, Av. de la República 154, col. Tabacalera.
No te preocupes, ojos azules.
Dirigida por Sergio Zurita, con
Juan Carlos Colombo y Roberto Soto. Funciones: lunes a las 20:30 horas.
La Gruta del Centro Cultural Helénico, Av. Revolución 1500,
col. Guadalupe Inn.
Unipersonal de divino pastor Góngora.
Dirigida por Miguel Ángel Rivera, con Carlos Cobos. Estrenos: 25
y 26 de junio a las 20:30, y funciones de temporada lunes y martes a las
20:30 horas. Teatro El Galeón.
Ocumicho. Ir realidad y fantasía.
Exposición sobre la artesanía de Ocumicho, abierta hasta
el 26 de agosto. Museo Nacional de Culturas Populares, Av. Hidalgo 289,
col. El Carmen, Coyoacán.
Feria Internacional del Libro Universitario
(FILU). Organizada por la Universidad
Veracruzana y dedicada al compositor Arturo Márquez, se efectuará
del 22 de junio al 1º. de julio en el Campus para la Cultura, las
Artes y el Deporte de la uv, en la ciudad de Xalapa, con la participación
de más de trescientas casas editoriales procedentes de Colombia,
Chile, Costa Rica, Cuba, República Dominicana, Italia, Francia,
España, Estados Unidos y México. Simultáneamente se
llevará a cabo la Feria Virtual del Libro Universitario (www.uv.mx/filu). |
P
O E S I A
La
inefable elocuencia
Félix
Suárez
|
Silvia
Pratt,
Caldero
ciego,
Editorial
Praxis,
México,
2001.
|
Hay en la obra de Santa Teresa revestida
de claroscuros y anhelos escatológicos una línea de color
azafranado que resalta con vigor propio por el modo castizo, castellano
y familiar de dirigirse a Dios:
Por que sin Vos
el mundo no me sabe.
Este saber no tiene, por supuesto,
relación alguna con el conocimiento profundo, ni con la erudición,
ni con la habilidad, ni con las entendederas de nadie. Aunque de la misma
raíz (del latín tardío sapere), este saber
tiene que ver exactamente con lo que quiso decirnos la monja de Ávila:
con la sabrosura, con el sabor que da Dios a nuestra vida. Pero también
con lo insulso, con lo insípido, con lo falto de sentido en que
puede convertirse la vida sin Su presencia.
Por eso, en el mismo poema, la poeta de
Las
moradas pregunta a los cielos, a los montes, a los valles y collados,
a las fieras y a las flores, lo siguiente:
Decidme dónde
está
Aquel que hermosura y ser
os da.
Luego entonces, parafraseando a la monja carmelita,
si Dios abandona el mundo, todo está mudo. De ahí su búsqueda,
su anhelo incesante, su constante reclamo hacia el Esposo ausente, que
deja el alma así, contrita y lastimera:
¿A dónde
te escondiste,
Amado, y me dejaste con
gemido?
Como el ciervo huiste,
Habiéndome herido,
Salí tras ti clamando,
y eras ido.
Exclamaría esto con la misma hondura
el otro gran poeta místico español, transida su alma de inefable
amor. Lo que sucede con el yo lírico de la poeta de
Caldero ciego
es, a un tiempo, similar y diferente de lo que acontece al alma del místico.
En su más reciente libro, Silvia
Pratt retoma, en cierta medida, el aliento místico, y vuelve a los
sitios de orfandad, al desamparo inerme de la criatura. No aspira, en efecto,
a la Unidad consustancial; no la desvela el deseo de morir para volver
a Dios y para gozar de la vida verdadera. Pero sí sabe, como la
santa de Ávila, de los días sin Dios, de arrastrar los
domingos (o arrastrarse en ellos) despoblados de Sus ojos; intuye que no
es el alma el único sitio de Su ausencia, sino que es, sobre todo,
el cuerpo doliente (materia de huesos, sangre y humores), enfrentado su
sino de desear, envejecer, padecer, con la misma intensidad, la memoria,
los muertos, los días sin luna, el gozoso aleteo del colibrí
sobre nuestras cabezas, la amarga e inequívoca certidumbre de no
ser sino polvo, ceniza peregrina, la misma que, al decir de la poeta, ciñó
Dios en nuestra frente.
En estos rotundos arrebatos místicos,
la poeta de Caldero ciego busca a Dios con sus grandes ojos de criatura,
absortos en su tremenda y terrible majestad. No es como el alma de los
poetas místicos, la Esposa, la Amada; tampoco se presiente como
la perla preciosa o la hija bien amada de Dios, según El
zohar...; se percibe claramente en su terrestre desamparo, en su incesante
nadería mortal. Por eso la oímos decir:
A Dios le pregunté:
¿quién soy?
Y en el pavor del viento
escuché Su voz:
brizna eres.
Rudolf Otto ha reparado con indudable tino
en los elementos constitutivos de la esencia de lo numinoso. Un
par de conceptos antagónicos y complementarios propuestos por el
autor de Lo santo la majestad (maiestas) y su correlativo
sentimiento de criatura se muestran ejemplificados en estas líneas
precedentes, y bien podrían rastrearse, según Otto, en casi
todas las formas de la mística religiosa: por un lado, lo numinoso
en su poder infinito, en su tremenda majestad, contrapuesto a un sentimiento
de sumersión del sujeto, de anonadamiento de no ser sino tierra,
ceniza, polvo. Pero sobre todo, el sentimiento de su absoluta profanidad.
El no soy digno de estar en tu presencia
del ritual cristiano, más que un juicio ético o una valoración
moral de nuestras culpas, es sobre todo un diagnóstico certero,
la nítida conciencia de nuestra condición mortal, profana,
pasajera: ser polvo entre el polvo, ceniza de las eras.
El hombre se reconoce así ante Dios,
ante Su suprema majestad, y busca entonces Su mano, Su cobijo, Su protectora
mirada. Pero Dios, señala Pratt en su poemario, ocupado en devastar
lunas con el puño o en leer un entramado de eclipses y tormentas,
retira Su mano, y en la espesura, como el ciervo de San Juan de la Cruz,
se escabulle sin más, después de herirle.
De este modo, a lo largo de Caldero
ciego, vemos a Dios, a través de los ojos de la poeta, ocupado
en cualquier cosa menos en cuidar de la zozobra, el desconsuelo, el andar
pesaroso de sus criaturas. Cuando no vigila sin mirar, cuando no urde
telarañas, se distrae por ahí paseando sin prisas ni tropiezos
entre el núbil trigo, o durmiendo bajo la sombra de una higuera,
o desgajando flores con el húmedo oleaje de sus brazos, o esculpiendo
amaneceres, o sembrando primaveras detrás del horizonte, o deslizándose
entre el hielo suave y la espuma incandescente; pero siempre ajeno, indiferente
al dolor, a la muerte, a las palabras del insomne que encienden la noche
como una lámpara perpetua.
Por eso, la poeta de Caldero ciego
baja los brazos, deja caer las esperanzadas ramas de su oración,
y reclama así al indiferente:
¿Acaso, Dios,
enmudecieron tus oídos?
En
el fondo sabe que no hay tal; que, en todo caso, como refiere Yehuda Amijai,
otro poeta cercano a su intención, Dios, aunque infinita e injustamente
lleno de piedad todo Él, sólo se apiada de los niños
del jardín de infantes,/ un poco menos de los niños de la
escuela./ Y de los grandes ya no se apiada más,/ los deja solos
arrastrandose por la vida.
Tal vez por eso Silvia Pratt prefiere creer
que Su atención para nosotros consiste en convocarnos a una partida
perversa de ajedrez, en la que, de antemano, Dios, en Su infinita sabiduría,
nos sabe ya derrotados. Así que, hastiado de mirar,/ se entretiene
apostando nuestras vidas.
No hay rebeldía, pues. Humilde en
su tremor místico, la poeta de Caldero ciego dice no ungirse
con la piel de la soberbia,/ ni blasfemar contra la luz que [le] alimenta.
Job se sienta en su escogido estercolero y se cubre el cuerpo y la cabeza
de ceniza y, sin embargo, maldice el día en que nació y declara
triste por siempre la noche, y el día ya sin regocijos y en tinieblas.
Su vehemencia, su soberbia, escandalizarían no sólo a sus
amigos que le escuchan, sino a los comentaristas que habrían de
ocuparse del virtuoso varón de Hus.
La poeta de Caldero ciego se estremece
ante el abandono pero no blasfema; se conmueven sólo sus certezas.
¿No era cierta entonces la presencia de Dios en la mirada verde
de la abuela, ni en el vuelo del nervioso colibrí? ¿Nunca
estuvo entonces en el rocío, ni en la respiración del buey,
ni en el aroma fugaz de los crisantemos? ¿Nada es cierto?
Miente la noche.
Con su eclosión de
estrellas susurra,
en el caldero ciego
la calma y el letargo borbotean
(...)
Y tampoco es cierto.
Queda la luz, no obstante, borboteando como
un imposible pez en el caldero. Sabe que Dios seguirá atizando las
brasas de los siglos y juntando en un mismo puño los mares y los
soles. Y en el campo, parafraseando a Pratt, el árbol lo venerará
en sus ramas, y en su vuelo los pájaros lo aclamarán sin
tregua.
Finalmente, más allá de cualquier
lectura, Caldero ciego es uno de esos libros de poesía cada
vez menos frecuentes, no sólo por la factura laboriosa de sus versos,
por su intensidad emotiva fuera de toda duda, sino también, me atrevería
a decir, por esa parte de la sensibilidad poco explorada excluida incluso
de la poesía mexicana de estos años: la sensibilidad poética
de tintes religiosos, que muestra y desnuda a Dios más allá
del dogma o la revelación mística. El Dios de Silvia Pratt
juega a dejarse ver, a desaparecer; Su intermitencia se convierte en un
parpadeo teofánico. Silvia Pratt ha sabido acercarse y entrever,
con toda intensidad, la inefable elocuencia del misterio.
FICHERO
LOS LIBROS
QUE LLEGAN A NUESTRA REDACCION
Derecho
Derecho intercultural,
Otfried Höffe, traducción de Rafael Sevilla, Col. Estudios
alemanes, Gedisa Editorial, Barcelona, España, 284 pp.
La última palabra,
Thomas Nagel, traducción de Paola Bargallo y Marcelo Alegre, Col.
Filosofía del Derecho, Gedisa Editorial, Barcelona, España,
2000, 158 pp.
Diccionario
Suplemento al Diccionario de Mejicanismos,
de Francisco J. Santamaría, que fue a su vez lo propio del Vocabulario
de Joaquín García Icazbalceta, por un mexicano, Libros del
Umbral, México, 2001, 47 pp.
Educación
La educación es educarse,
Hans-Georg Gadamer, Col. Paidós Asterisco 4, Ediciones Paidós,
Barcelona, España, 2000, 56 pp.
Ensayo (literario)
Los disfraces: la obra mestiza de Carlos Fuentes,
Georgina García Gutiérrez, El Colegio de México, México,
2000, 214 pp.
Redes de aprendizaje. Guía para la enseñanza
y el aprendizaje en red, Linda Harasim, Starr
Roxanne Hiltz, Murray Turoff y Lucio Teles, traducción de Javier
Calvo, Biblioteca de educación, Nuevas tecnologías 4, Edicions
de la Universitat Oberta de Catalunya/Gedisa Editorial, Barcelona, España,
2000, 350 pp.
Ensayo (político)
La universidad necesaria en el siglo XXI,
Pablo González Casanova, Col. Problemas de México, Ediciones
Era, México, 2001, 167 pp.
Mariano Azuela: el hombre, el médico,
el novelista, I, selección
y prólogo de Luis Leal, Col. Memorias mexicanas, Conaculta, México,
2001, 361 pp.
Mariano Azuela: El hombre, el médico,
el novelista, II, selección y prólogo
de Luis Leal, Col. Memorias mexicanas, Conaculta, México, 2001,
370 pp.
Narrativa
Diario de Lupita, Rafael Estrada
Michel, Col. Diarios mexicanos, Editorial Planeta, México, 2001,
179 pp.
Donde mejor canta un pájaro, Alejandro Jodorowsky,
Editorial Grijalbo Mondadori, México, 2001, 411 pp.
El país de los hablistas, Alberto Chimal, Col.
El clan, núm. 9, Libros del Umbral, México, 2001, 102 pp.
El príncipe Siddharta, Ferruccio Parazzoli y
Patricia Chendi, traducción de Juan Vivanco, Editorial Grijalbo
Mondadori, Barcelona, España, 200, 262 pp.
Juan Justino. Judicial, Gerardo Cornejo M.,
Col. Aura, Selector, México, 150 pp.
Las mujeres primero. Antología personal, Dámaso
Murúa, Col. Letras mexicanas, Dirección de Investigación
y Fomento de Cultura Regional/Fondo de Cultura Económica, México,
2000, 240 pp.
Poesía
Cielo subterráneo,
Mónica Molina, Ediciones Confabulario, México, 2000, 40 pp.
Cuaderno interrumpido,
Alejandro Armengol, Término Editorial, Ohio, Estados Unidos, 2000,
98 pp.
Las conversaciones cantadas, Argelio
Gazca, El pirul/Varia literaria/Miguel Ángel Porrúa, México,
2000, 70 pp.
Traslación de dominio,
María Rivera, Fondo Editorial Tierra Adentro 225, Conaculta/H. Ayuntamiento
Constitucional de Cocula, Jal., 1998-2000/Secretaría de Cultura/Gobierno
de Jalisco, México, 2000, 70 pp.
Un viaje, Lirio
Garduño-Buono, Col. Nuevo siglo, Serie Creación, Universidad
de Guanajuato/sep/Apoyos fomes 97, México, 2000, 58 pp.
Revista
Alforja, núm.
XVI, primavera 2001, textos de Miguel Donoso Pareja, Saided Sesín,
Silvia Pratt, entre otros, Fraternidad Universal de los Poetas, México,
153 pp.
Confabulario, Cuaderno de Talleres, núm.
12, noviembre 2000, textos de Clara Nava Reyes, Irania Ledezma, Andrea
Miranda, entre otros, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, México,
38 pp.
Confabulario, Cuaderno de Talleres, núm.
13, febrero 2001, textos de Edmundo Flores, Gustavo Illades Aguiar, Agustín
Cadena, entre otros, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, México,
38 pp.
Tierra Adentro, núm. 110, junio-julio
de 2001, textos de Guillermo Sheridan, Marco Antonio Campos, Sylvia Navarrete,
Hugo Gutiérrez Vega, entre otros, Conaculta, México, 80 pp.
Salud
Salud reproductiva en Sonora: un estudio exploratorio,
María del Carmen Castro V. y Gilda Salazar Antúnez,
Col. Cuadernos cuarto creciente 5, El Colegio de Sonora, México,
2000, 216 pp. |