DOMINGO Ť 24 Ť JUNIO Ť 2001
MAR DE HISTORIAS
La otra vida
CRISTINA PACHECO
En cuanto oye el timbre del teléfono Ricardo se aproxima sigiloso a la puerta entornada del baño y escucha la voz de Olga: -ƑQué cosa? Sí. No. Jamás. Es la primera vez, en serio- La aspiradora que accionan en el departamento de al lado le impide a Ricardo captar el resto de la conversación. Se ordena el cabello húmedo, sonríe y se dirige a la sala comedor donde se encuentra su esposa:
-ƑQuién llamó?
-Era otra encuesta acerca de la crisis económica.
-ƑY qué contestaste?
-ƑQué crees?
Ricardo finge no darse cuenta de que Olga está alterada. Si lo hiciera tendría que esforzarse para devolverle a su esposa las esperanzas pérdidas, inventando argumentos en los que ya no puede creer. En la entrevista que tuvo la semana pasada, el nuevo gerente del banco fue muy claro: -Tenemos que despedir a más empleados de confianza, no recontratar a los antiguos. ƑEntiende?
Sin darse por vencido, consiguió otra cita. Karina, su antigua compañera, le trasmitió el mensaje del señor Vieyra Somelloza: Tiene reunión de consejo y no podrá recibirte. Cuando haya algo te mandará llamar. No pierdas tu tiempo viniendo.
La voz de Karina temblaba mientras le sonreía de una manera distante y sin mirarlo a los ojos, como si temiera que alguien pudiese ver en su gesto una rebeldía contra los nuevos dueños del banco. Ricardo mantuvo la calma y le deseó buena suerte. Luego, con actitud digna, se dirigió a la calle.
Caminó sin rumbo, anonadado por la forma en que acababan de echarlo otra vez de su banco. Al pasar frente a un aparador se miró: aún tenía el aspecto de un buen empleado bancario, aunque hubiese dejado de serlo once meses atrás. Sintió repugnancia de sí mismo. Se aflojó el nudo de la corbata y se la desprendió. Con ella en la mano, sin importarle la curiosidad de los transeúntes, avanzó en sentido opuesto al de su casa. Por más que se esforzara en callar, en cuanto viera a Olga le contaría lo sucedido y no deseaba agobiarla.
En su caminata Ricardo hizo una lista mental de todos los sitios donde había pedido trabajo. Soportó los rechazos constantes gracias a la vaga esperanza de que volvieran a llamarlo de su banco. Sin eso le pareció imposible seguir adelante. La lluvia lo obligó a entrar en una cantina. Un mesero con aspecto de zombie le dejó una cerveza, un plato con papas fritas y unas servilletas. Ricardo tomó una y la desdobló. Era de estraza y tenía grabado el emblema del establecimiento: "Bar Hernani. Desde 1969". La fecha le pareció remota. "Es como pensar en 2033. No estaré vivo para entonces. Sería lo mejor", murmuró. Sacó un bolígrafo y escribió: "Olga, amor mío: en estos momentos te necesito más que nunca, pero no tengo el valor de acercarme para decirte por qué me veo obligado a dejarte. Hoy nos separa la otra..."
-ƑLe servimos lo mismo? -preguntó el mesero mientras intentaba leer la servilleta. Ricardo la ocultó en el bolsillo donde había guardado su corbata. -No, gracias. ƑCuánto debo?- Pagó y salió del bar como si huyera. En una esquina tuvo que guarecerse bajo el toldo de una panadería. Imaginó a Olga preocupada, esperándolo. Fue hasta dar con una caseta telefónica: -Lo siento, no pude llamarte antes. Hablé con un ex compañero del banco. Luego te cuento. No me tardo-. Lo primero que hizo al llegar a su casa fue quitarse el traje empapado. Luego se sentó a la mesa y le contó a Olga lo que él hubiera querido que sucediese esa mañana: -El señor Vieyra Somelloza me pidió que me quedara a la junta con todos los que fuimos empleados de confianza. Dijo que si nos adaptamos a los nuevos sistemas europeos estudiaría la forma de recontratarnos.
-Hueles a cerveza -dijo Olga sin dejar de mirarlo.
-ƑA cerveza? -Ricardo se sabía descubierto pero siguió mintiendo: -Es la espuma de rasurar. Por eso no me gusta.
Para no discutir Olga aceptó su explicación. Más noche Ricardo fracasó en su intento de amarla. Ella dijo que lo único importante era que se mantuviesen juntos; luego le sugirió que descansara: -Tienes que estar bien por si mañana te hablan del nanco-. El se durmió enseguida y no escuchó los sollozos de Olga.
II
Durante la comida Ricardo extrema las cortesías con su mujer. Decir a cada momento "por favor" o "no te molestes" evita que Olga le pregunte cómo le fue en su búsqueda. La verdad es que desde el martes sale de la casa y camina sin rumbo y sin el mínimo interés por tocar otras puertas. El nuevo rechazo destruyó sus fuerzas.
Teme que Olga lo haya advertido porque la ha visto nerviosa, distraída y lejana. Esta noche más que nunca. La idea de perderla lo decide a correr el riesgo de preguntar:
-ƑQué te sucede? Casi no has comido-. Olga intenta levantarse y él la detiene elevando la voz: -ƑTe preocupa algo?
Suena el teléfono. Olga se apresura a contestar: -ƑBueno? Ah, sí, Ƒqué pasó? Estamos comiendo. Sí, es tardísimo pero es que Ricardo acaba de llegar. No importa, dime... ƑQué te parece mañana? Te hablo tempranito para ver dónde nos encontramos-. Olga juguetea con el cordón telefónico y se vuelve a Ricardo, que no deja de observarla. Entonces cambia de posición: -No estoy echándome para atrás, tú lo sabes. ƑNo te entregué todo? De acuerdo. Gracias por llamar.
Olga regresa a su sitio y toma un vaso. Ricardo advierte el temblor de su mano. Experimenta lo que hace mucho tiempo no sentía: celos. Trata de ocultarlos mediante la ironía:
-ƑLlamaron para otra encuesta?
-Era mi hermana Elisa.
-ƑQué quería? -En la voz de Ricardo hay violencia contenida.
-ƑEs un interrogatorio?
-No. Te lo pregunté porque te oí muy misteriosa-. Adopta un tono conciliador: -ƑElisa tiene problemas con su marido?
-ƑPor qué lo piensas? -Olga revuelve la comida en el plato.
-Me estás ocultando algo y no se vale. Yo te lo digo todo.
-ƑTodo? -Sin esperar respuesta, Olga saca de su bolsa la servilleta del bar y la arroja sobre la mesa: -No es verdad. No me has dicho que te vas a las cantinas para escribirle cartas de amor a una mujerzuela. Te tiene como loco.
-Olga, por favor...
-Pero no te preocupes. Puedes irte con ella cuando te dé la gana. Yo pienso arreglar mi vida sola.
-Ya me di cuenta. Te escuché haciendo planes con tu amante. Lo vas a ver mañana. Te justificarás diciéndole que tu marido es un fracasado, un imbécil incapaz de darte nada.
-Estás loco -grita Olga de pie. -Era Elisa.
-Entonces, Ƒpor qué tanto misterio?
-Porque decidimos tramitar un microcrédito. Fue idea suya-. Olga mira con rencor la servilleta: -Yo no quería, pero cuando me enteré de que pensabas dejarme por otra mujer...
Ricardo toma el papel y lo lee. Al terminar decide contarle a su mujer lo sucedido el lunes y su deseo de quitarse la vida.
-No mientas. Allí dices claramente: "No podemos seguir juntos porque nos separa la otra..."
Ricardo continúa la frase que no alcanzó a escribir: -La otra vida, la que nos han deshecho y ya no podré rehacer porque me faltan las fuerzas y el tiempo. Sin mí saldrás adelante...
-Con un microcrédito y sin ti, Ƒcómo? -Olga se echa a reír. Ricardo la secunda y ella se acerca para abrazarlo: -Además, si te mueres no tendré con quién reírme de esta horrible vida.