SABADO Ť 23 Ť JUNIO Ť 2001
Ť José Cueli
Riqueza arquetípica mexicana
La semana pasada tuvo lugar un acto organizado por la Asociación Mexicana de Analistas Junguianos y el Fondo de Cultura Económica. Con el título A 40 años de la muerte de Carl Gustav Jung se efectuaron mesas redondas en las que participaron analistas de varias asociaciones mexicanas y se contó con la presencia del representante de la Asociación Internacional de Analistas Junguianos, Luigi Zoja, quien opinó que nuestro país es un espacio privilegiado para el estudio de lo que Jung denominó ''arquetipos'' debido a la riqueza y diversidad de las culturas indígenas, así como a la multiplicidad de obras del arte barroco.
Dentro de los temas tratados, uno abordó las perspectivas de Freud y Jung ante la religión. Conocemos bien la relación de Jung con el fundador del psicoanálisis, el desenlace que culminó en la ruptura y los motivos de la misma. Freud no aceptó el reduccionismo de Jung de la teoría de la libido ni la conceptualización del ''inconsciente colectivo''.
Si bien las teorizaciones de Jung apuntan más hacia un psicoanálisis aplicado, el análisis freudiano es, por definición, un encuentro de dos, único, irrepetible, de inconsciente a inconsciente, que vía la interpretación de la transferencia conduce a la traducción, transcripción y transliteración del texto inconsciente.
Ante el complejo asunto de la religión ambos siguieron líneas de pensamiento muy diferentes. La psicoanalista Elena Fernández del Valle, en su ponencia, puntualizó algunos aspectos acerca de las posturas de Jung y Freud en torno de la religión. ''Para ambos la religión era la expresión de contenidos inconscientes, sin embargo la manera en que cada uno entiende el inconsciente desemboca en una divergencia en lo que a la religión se refiere.
Para Jung la religión nace también de necesidades inconscientes. Pero Jung concibe el inconsciente de diferente manera. Donde Freud encuentra cargas pulsionales que luchan por lograr satisfacción, entrando en conflicto con un yo subordinado al principio de realidad y con un superyó encargado de preservar las primeras ligas amorosas del individuo, Jung ve al depositario de todos aquellos aspectos de la psique del individuo que éste aún no ha logrado integrar, y que pugnan por ser reconocidos y alcanzar la unidad siguiendo la dinámica de lo que Jung llamó el ''proceso de individuación''.
El proceso de individuación tiene formas de manifestarse que son universales, propias de la especie humana y no sólo de un individuo en particular. A estas formas de organizar la experiencia psíquica, comunes a todos los hombres a lo largo de la historia, Jung las llamó ''arquetipos''. Cuando los contenidos psíquicos inconscientes han avasallado al sujeto, éste experimenta lo que Jung denominó experiencia ''numinosa'' (vivencia de atracción o terror fascinantes) y la religión surgiría precisamente de esta experiencia. Así, los ritos religiosos tendrían por objeto propiciar este tipo de vivencias.
Para Freud, la religión es ''la neurosis obsesiva de la humanidad'' y en ello se juegan, en una trama compleja, el temor ante la finitud y la muerte. Por diferentes senderos, con una conceptualización basada en un inconsciente dinámico, partiendo de observaciones clínicas, apoyado en la metapsicología, y versado en la religión judeo-cristiana vierte en una de sus últimas obras, Moisés y la religión monoteísta, conceptos de una lucidez sorprendente que en la actualidad son tema de reflexión y estudio para filósofos y sociólogos contemporáneos.
En este texto magistral Freud aborda la represión, el pensar y la creencia y el asunto de la verdad. La omnipotencia del pensamiento y las creaciones delirantes, así como el asunto del trazo, la huella y la escritura. Puntualiza allí que la renuncia a lo pulsional da paso a la creencia en el pensar. Historia y religión basadas en la desmentida, lenguaje como efecto del retorno de lo reprimido. Fantasía de inmortalidad y la sombra del parricidio original como un eterno retorno de lo igual.