SABADO Ť 23 Ť JUNIO Ť 2001

Ť Colectiva con 150 obras de artistas latinoamericanos en el Museo Pushkin

El genio de Siqueiros consiguió captar la pulsión de los músculos faciales de Lenin

Ť Incluye el retrato del revolucionario soviético realizado por el muralista

Ť En la sala México del recinto se exhiben piezas de Tamayo y O'Higgins, entre otros

JUAN PABLO DUCH CORRESPONSAL

Moscu, 22 de junio. ''Hace más de 40 años, trato de anotar a Lenin, maestro y genio de la revolución mundial, pero con un mural digno de su inmensa estatura. La realidad del mundo capitalista me lo impidió. Esto es un pequeño estudio que... (ilegible)'', escribió en 1970 de puño y letra David Alfaro Siqueiros, en el reverso de su Primera nota para un retrato de Lenin, imponente cuadro propiedad del Museo Pushkin de Moscú, regalado por el maestro, en su momento, y relegado, en estos postsoviéticos tiempos, a una de sus bodegas.

Ťrivera-gloriosa-perdida-jpgDesde el pasado jueves, esa obra de Siqueiros, junto con otros 149 cuadros de más de medio centenar de pintores de América Latina, tanto del Pushkin como de colecciones particulares, se exhibe al público moscovita, ansioso de admirar excelsas muestras de arte latinoamericano que se sabía existían en Rusia, pero que muy pocos -o casi nadie- habían visto.

El Museo de Arte Contemporáneo de Moscú, fruto de la empresarial inspiración trasnacional (en el sentido de cultura sin fronteras, quizá el único que no es peyorativo) del escultor de origen georgiano Zurab Tsereteli, prestó seis de sus principales salas, precedidas de un extenso corredor desde donde el espectador se siente de entrada apabullado por la fuerza de un Portocarrero, un Guayasamín o un Coronel, antes de acceder a las áreas dedicadas a la muestra de arte latinoamericano.

La equivocación de Leonardo da Vinci

México, con una veintena de obras, ocupa una sala entera. Ahí se encuentra el cuadro de Siqueiros que Svetlana Masliakova, titular del departamento de investigación del Museo de Arte Contemporáneo, considera la más valiosa de todas.

''Siqueiros fue capaz de sentir en Lenin lo que muchos nunca sintieron. Fíjese en la expresión, marcada por la pulsión de los músculos faciales, que sólo podía captarla alguien tan genial como él'', afirma Masliakova y, entusiasta, no se sorprende por la petición, a primera vista poco ortodoxa, de descolgar el cuadro para ver la inscripción que hace unos meses encontró la investigadora mexicana Blanca Garduño, cuando visitó las bodegas del Pushkin.

Es posible hacerlo y Atanasio Campos, agregado cultural de la embajada de México, se suma a la propuesta de descifrar la letra del maestro Siqueiros, más aún que falta una hora para la inauguración oficial, cuando el público llenará el espacio y el aire se hará escaso.

La exposición, a la hora de los discursos, será declarada abierta por uno de los pintores más reconocidos de aquí, Tair Salajov, vicepresidente de la Academia de Artes de Rusia, quien siempre luce con legítimo orgullo la estrella de Héroe del Trabajo Socialista que le fue conferida por un país que ya no existe, desde 1991.

En plena faena aparece Salajov, azerbaiyano de origen y universal de vocación, y sólo queda pedirle, el sudor frío chorreando por la frente debido a la sorpresa, que comparta con La Jornada sus recuerdos de cuando visitó a Siqueiros en su taller de Cuernavaca, Morelos.

A finales de los años sesenta, Siqueiros estaba trabajando en el monumental proyecto del Polyforum y Salajov visitó por primera vez México.

''Siqueiros me llegó a demostrar que Leonardo da Vinci estaba equivocado", toma la palabra Salajov.

Y añade: ''No estoy bromeando, cuando le pregunté, ¿qué perspectiva usa usted aquí? Me respondió: 'En los años veinte, entendí que Leonardo no tiene razón'. El problema, según me dijo, es que la perspectiva en Leonardo coincide en sus ojos, dos líneas paralelas llegan a fundirse; en cambio yo, me dijo Siqueiros, entendí que dos rieles se alejan de la vista y nunca llegan a juntarse, siendo siempre paralelos. Con base en eso, Siqueiros creó su perspectiva dinámica'', recuerda Salajov.

Después de eso, agrega, ''advertí que era un verdadero descubrimiento de Siqueiros. El tequila selló el encuentro y, desde entonces, quiero decirle que es para mí una inmensa alegría haber conocido a un maestro como él'', subraya.

Salajov, los recuerdos fluyendo, no quiere salirse de la temática mexicana y pide paciencia a un equipo de la televisión rusa, que insistentemente solicita la entrevista de rigor, alegando que se les viene encima la hora de cierre del noticiario estelar.

siqueiros-jpg''Otro de los momentos más gratos que me unen a México -continúa Salajov- es que me tocó inaugurar la exposición de Rufino Tamayo, cuando celebramos aquí sus 90 años.''

Del 29 de agosto al 1o. de octubre de 1989, por iniciativa del entonces embajador Juan José Bremer, se efectuó en la Casa Central del Pintor, de esta capital, una magna retrospectiva del maestro oaxaqueño, que el año siguiente sería llevada al prestigiado museo El Ermitage, todavía Leningrado, y en ambos casos Raquel Tibol ejerció de magistral comisaria.

''Durante una semana entera -recuerda emocionado Salajov, para desesperación de los televisivos colegas? estuve todos los días junto a Rufino Tamayo. Ante su vitalidad, le pregunté: 'Querido Rufino, ¿cómo le hace para verse tan bien a los 90 años, tan pleno de energía e ideas-' Me respondió que el secreto era muy simple, es que ?me dijo? toda la vida he estado enfermo y por eso me he cuidado mucho.''

La carcajada de Salajov casi hace llorar a la reportera de la televisión rusa.

''Después de eso, a finales de los años noventa, estuve en México -relata Salajov-, cuando se llevó a cabo una exposición de mi obra en el Museo de Diego Rivera. Fueron unos veinte días maravillosos y pude visitar el taller de Rivera y Frida Kahlo, y el ambiente ahí me impresionó realmente.''

Wifredo Lam, el gran ausente

En ese viaje Salajov conoció a Vlady. ''Sí fue en ese viaje -confirma- cuando nos conocimos, me mostró su biblioteca, sus trabajos e, incluso, acordamos hacer una exposición suya aquí en Rusia. Pero se vino abajo la URSS y, con ello, también los planes. Ahora, creo, que es indispensable retomar el tema y exponer su obra en Moscú y en el lugar donde pasó muchos años de exilio, en Orenburgo''.

Tair Salajov tiene muchas otras vivencias que contar a los lectores de La Jornada, por ejemplo sus encuentros aquí y en México, con Pablo O'Higgins, pero llega la hora de inaugurar la muestra. Se compromete a que será pronto.

Empiezan los discursos y el público cuenta los minutos para lanzarse a descubrir cuadros que se podrán ver aquí por vez primera. En la sala de México, junto a la pintura de Siqueiros dedicada a Lenin, esperan al público un grabado de él, fechado en 1956, dos Riveras del Pushkin, el Retrato de S.I. Makar-Batkina, de 109.8 x 90, fechado en 1929, y Paisaje, de 80 x 69, óleo de 1911 ?el monumental mural sobre tela y enrollable Gloriosa victoria no fue posible exponerlo por su dimensión, 260 x 450?, así como cuadros y grabados de Pablo O'Higgins, Rufino Tamayo, Javier Guerrero, Raúl Anguiano y Pedro Coronel, entre otros artistas mexicanos.

Para que la fiesta sea completa, en otras salas se puede apreciar trabajos del ecuatoriano Osvaldo Guayasamín, del cubano René Portocarrero, de los brasileños Emiliano Augusto DiCavalcanti, Carlos Scliar, Ciron Franco o Flexor Samson.

También hay obra de pintores de Perú, Bolivia, Uruguay, Guatemala, Argentina, Chile, Colombia, Nicaragua y Venezuela.

El gran ausente, en esta ocasión, fue el expresionista cubano Wifredo Lam, cuya obra en Rusia se concentra en el acervo de El Ermitage, de San Petersburgo, y colecciones particulares.