SABADO Ť 23 Ť JUNIO Ť 2001
José Luis Manzo
Micronegocios, lo que falta
Para otorgar créditos a los micronegocios o changarros durante el presente año, el gobierno federal destinó 200 millones de pesos. Los créditos serán otorgados a través de varios organismos privados que vienen trabajando desde hace años y que cobran tasas de interés que van del cinco al siete por ciento mensual, equivalentes a tasas anuales del 60 y 84 por ciento, respectivamente. El presupuesto asignado alcanzaría para otorgar, cuando mucho, cien mil préstamos de dos mil pesos cada uno (que no sirven para gran cosa), o diez mil créditos de veinte mil pesos (que son más útiles, pero insuficientes en muchos casos para arrancar o consolidar un negocio). En el mejor de los casos, el número de beneficiados representa menos del uno por ciento de los micronegocios establecidos.
Así, para los más de cuatro millones de micronegocios existentes en el país y los que desean establecerse por primera vez, se destina un presupuesto para créditos equivalente a veinte millones de dólares, a tasas de interés que llegan al 84 por ciento anual, cifra que equivale a trece veces la inflación esperada por el gobierno federal para este año (6.5 por ciento). Mientras tanto, a dos mil empresas dedicadas al comercio exterior se les asignan a través de Bancomext apoyos crediticios por cinco mil millones de dólares, presupuesto equivalente a 250 veces el destinado a los micronegocios, a tasas inferiores al 20 por ciento anual. Qué bueno que las pocas empresas vinculadas al sector exportador reciban esos apoyos crediticios. Qué malo que los millones de micronegocios vinculados al mercado interno reciban apoyos crediticios tan caros y tan escasos, por no decir inexistentes.
Sin embargo, debemos reconocer que es positiva la labor que realizan los organismos civiles que operan como microfinancieras, pues han desarrollado esquemas de ahorro y financiamiento para micronegocios en zonas de alta marginalidad. La operación y administración de este tipo de créditos, de montos bajos pero numerosos y basados en grupos autogestivos, requiere de la participación de un gran número de promotores y supervisores, lo que encarece los costos de operación. Las tasas de interés del 5 al 7 por ciento mensual que se cobran por estos créditos se explican sobre todo por la necesidad de cubrir esos costos de operación. Para muchas personas y micronegocios de escasos recursos, esta es una buena alternativa, cuando no la única, frente a los agiotistas, que cobran tasas de interés del diez al quince por ciento mensual y exigen pesadas garantías prendarias.
Está bien que el gobierno federal transfiera los 200 millones de pesos a estas microfinancieras para que amplíen su labor, pero el apoyo financiero a los micronegocios no puede quedarse en este punto, dadas las limitaciones ya señaladas. Una empresa que recibe financiamientos pequeños al 84 por ciento anual y que opera en ciertos mercados más competitivos, está en desventaja frente a otras empresas locales que reciben financiamientos más abundantes y baratos. Sus productos no pueden competir con los provenientes de otros países, donde las empresas reciben financiamientos a tasas de interés que no rebasan el cinco por ciento anual, como es el caso de Japón y otros.
El gobierno de Fox debe elevar la mira. La recesión económica en Estados Unidos ya golpea muy fuerte a la economía mexicana, al caer nuestras exportaciones hacia ese país, lo que reduce la producción y provoca despidos de personal, estimados en 700 mil en lo que resta del año. Esto hace más urgente modificar la estrategia económica del gobierno, que debe prepararse para actuar y prevenir, en vez de reaccionar con lentitud, cuando reacciona, ante acontecimientos externos desfavorables. Debe trabajarse de manera plural e interdisciplinaria para diseñar y aplicar un programa integral de apoyo a los micronegocios, donde el financiamiento sea suficiente, oportuno y barato. Esto requiere iniciar de inmediato una segunda etapa de financiamientos, en la que se canalice a los micronegocios un monto similar al destinado a la promoción del sector exportador, para ser operados en parte a través de la red de sucursales que posee PAHNAL. Es buen momento para que la banca comercial retome su función de apoyar el aparato productivo nacional, y participe también en la operación de este programa, sin afán de obtener grandes ganancias. La tasa de interés a cobrar sería la siguiente. Se tomaría como base la tasa de inflación esperada (6.5 por anual para el año 2001), a la que se agregarían tres puntos porcentuales para cubrir los costos de operación de la banca y generar un pequeño margen de ganancia. Ello arrojaría para este año una tasa de interés cercana al diez por ciento anual. Todo ello, sin otorgar subsidio a nadie.
Asimismo, debe apoyarse la capacitación de los microempresarios y sobre todo la comercialización de sus productos. El gobierno federal, los gobiernos estatales y empresas públicas como Pemex y la Comisión Federal de Electricidad tienen una enorme capacidad de compra, pues anualmente adquieren una gran diversidad de mercancías y servicios por miles de millones de pesos. Esa capacidad de compra gubernamental puede ser utilizada, como se hace en otros países, para establecer programas que permitan convertir progresivamente a los micronegocios en proveedores confiables y competitivos. Se está a tiempo de iniciar los trabajos, a fin de que las compras gubernamentales se conviertan a partir del ejercicio presupuestal del año 2002 en canales de comercialización adecuados para los productos de los micronegocios más eficientes.