VIERNES Ť 22 Ť JUNIO Ť 2001

Ť Ofreció un recital de gala en homenaje a Verdi por su centenario luctuoso

Ramón Vargas volvió a México y refrendó en el palacio de mármol su calidad de gran tenor

Ť Velada inolvidable con la Orquesta y el Coro del Teatro de Bellas Artes

Ť Primer acto formal en el que participa la naciente Fundación Cultural Integrus

ANGEL VARGAS

Ramón Vargas regresó a México, su país natal, a confirmar que se encuentra entre los mejores tenores de la actualidad, como se dice y escribe en el resto mundo.

El intérprete ofreció la noche del miércoles, en el Palacio de Bellas Artes, un recital de gala en homenaje a Giuseppe Verdi por su centenario luctuoso, con un programa que incluyó arias tops del compositor italiano, entre ellas de Nabucco y Rigoletto, y algunas desconocidas, como una de Alzira y una alternativa escrita para el montaje de la ópera Attila que encabezó, en 1847, el cantante italiano Napoleone Moriani, en la Scala de Milán.

A consideración del público, así como de algunos de los propios participantes en el concierto, entre ellos integrantes de la Orquesta y el Coro del Teatro de Bellas Artes, "se vivió una velada como hacía mucho no se presentaba alguna" en el máximo recinto cultural del país.

Torrente de emociones

El ambiente dentro de la sala se enrareció desde momentos antes de que comenzara la función, cuando los integrantes del coro de Bellas Artes se manifestaron en el escenario con mantas y un breve discurso contra la designación de Gerardo Rábago como titular de la Compañía Nacional de Opera.

De entre las butacas irrumpió de inmediato la polémica, con gritos, aplausos y hasta silbidos a favor y en contra de los manifestantes. La situación no distó mucho de un febril debate legislativo. De aquellos de antología. Al final, se impuso la parte que apoyó a la agrupación canora, brindándole una cerrada ovación cuando ésta dejó el proscenio para acomodarse en su sitio, al fondo del escenario.

La pasión había llegado para instalarse. Se respiraba en la atmósfera. Y la batuta del director invitado, Vjekoslav Sutej, se alzó para desencadenar con la obra inicial, la obertura de Nabucco, lo que sería hasta el término del recital, merced a la voz de Ramón Vargas, un torrente de emociones y sensaciones, que lo mismo erizó la piel que obligó a contener la respiración en no pocas ocasiones, para poder asir lo sublime.

Fue generalizada la opinión de que la Orquesta y el Coro del Teatro de Bellas Artes sonaron bajo la dirección del croata como hacía mucho no se escuchaba. El clímax para ambas agrupaciones llegó con el Va pensiero, de Nabucco; estrujantes e inolvidables los piani, pianisimi con los que acometieron el principio y el final de la pieza.

Hechizo petrificante

La voz del tenor, en tanto, fue una constante descarga de estremecimiento al miocardio, un hechizo que logró petrificar al público y desposeerlo de la carne para hacerlo espíritu libre.

La velada llegó a su apoteosis con las arias ''Oh! Fede negar potessi" y ''Quando le sere al placido...", de Luisa Miller. šQué manera de sostener las notas y de saber transmitir los sentimientos de un alma enamorada! Los aplausos sonaron, frenéticos, al término de ambas piezas.

Sonriente y evidenciando cansancio en el rostro, Vargas concluyó los casi 120 minutos del recital con un encore, el aria ''Oh, dolore! Ed io vivea, de la ópera Attila. Antes había cantado ya algo de Macbeth, I Masnadieri e I due Foscari.

Este concierto se constituyó en el primer acto formal de la Fundación Cultural Integrus, que en agosto traerá también al palacio de mármol a la Filarmónica de Israel, dirigida por Zubin Mehta.