viernes Ť 22 Ť junio Ť 2001
Horacio Labastida
Neoliberalismo y justicia social
En la medida en que transcurre la administración del presidente Vicente Fox se exhibe con mayor claridad que el cambio esperado por los ciudadanos que votaron en las elecciones del 2 de julio es hoy, simple y sencillamente, una radicalización de la política neoliberal que sin máscaras comenzó a implantarse durante el gobierno de Miguel de la Madrid (1982-1988), cuando se pensó que el desarrollo de México debía cimentarse en un aumento de la inversión extranjera y de las actividades privadas, en sustitución del encauzamiento de la producción por el Estado, en la inteligencia de que la ampliación y profundización de esta visión de México quedó en manos de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), quien independientemente de montar proyectos sociales del tipo Procampo y Pronasol, inclinados en alto grado al aliento de votaciones aclienteladas, fundó su estrategia principalmente en la privatización del patrimonio del Estado, la internacionalización de la economía local y los capitales foráneos, puntos estos aplaudidos por el presidente estadunidense y actor cinematográfico Ronald Reagan (1981-1988) y el presidente George Bush (1989-93), director de la CIA entre 1976 y 1977, en el mandato de Gerald Ford. No se olvide que en el bienio 1991-1992 Salinas de Gortari autorizó la venta de los bancos nacionalizados por José López Portillo en 1982, y que en esa época se pusieron en subasta Telmex y Mexicana de Aviación; de hecho fue enajenado 80 por ciento de las empresas públicas. Naturalmente estas medidas originaron nuevos aplausos en los círculos financieros y monopolistas estadunidenses, pues la apertura de México significaba para ellos máximas ganancias en un país de salarios baratos y abundantes recursos naturales. No obstante la crisis de 1994, Ernesto Zedillo, sucesor de Salinas, continuó la misma política neoliberal y adoptó medidas para sostener a toda costa a los bancos cargados de créditos insolventes y de deudas sospechosas, creando el Fobaproa, antecedente del actual IPAB, y dejando al pueblo una deuda multimillonaria de alcances aún imprevistos.
La política de privatización e inversiones extranjeras no es nueva. En los años de la Gran Depresión que estalló el martes negro (12 de octubre de 1929) en Estados Unidos y que salió de aprietos hasta la Segunda Guerra Mundial (1939-45), los países subdesarrollados en América Latina pudieron fundar industrias ligeras y pesadas que enfrentarían amargos fracasos en tiempos de la posguerra; sucedió entonces que el capitalismo trasnacional regresando a nuestros países absorbió las más importantes ramas industriales e incrementó a grados extremos el capitalismo dependiente del imperial en que hoy se debaten en mayor o menor nivel los pueblos de habla española y portuguesa. En este aspecto México es caso bien señalado. La inversión extranjera en aumento desde el sexenio 1970-76, que alcanzó entonces mil 600 millones 400 mil dólares, suma ahora más de 70 mil millones de dólares, sólo la directa, de los cuales la mayor parte son de origen estadunidense y se encuentran en las manufacturas y los bancos, determinando por consiguiente la marcha de estos quehaceres, pues su gravitación es ineludible para los socios locales. Es decir, la dependencia es una lógica que sujeta la voluntad del dependiente a las decisiones señoriales, y esto explica que la política neoliberal geste mayor pobreza entre las grandes mayorías y el acaudalamiento de las cada vez más angostas minorías, puesto que el capitalismo dependiente se finca en la sobrexplotación del trabajo de las masas y el aumento de las ganancias tanto en beneficio del capital subordinado local como del supercapital foráneo. Los efectos de esta política en el ingreso son aterradores; apenas ayer el 30 por ciento más bajo de la población recibía 8 por ciento del producto mientras algo más de dos tercios caía en los bolsillos de las altas minorías, y a esta situación hay que agregar el continuo descenso del salario real, la desigualdad de los precios en el intercambio de exportaciones e importaciones, el abandono de la sociedad rural y la restricción del gasto en educación, salud, pensiones y otras áreas sociales significativas.
Frente al indudable y ostentoso fracaso del neoliberalismo en México al igual que en Sudamérica, Ƒel presidente Vicente Fox piensa que sus llamados a la inversión extranjera podrían en realidad estimular el desarrollo del país a favor del pueblo? La respuesta está en las estadísticas y en la diaria información de cómo la miseria alcanza a las clases medias y se extiende entre los desamparados.