JUEVES Ť 21 Ť JUNIO Ť 2001
Margo Glantz
Noé Jitrik: la memoria compartida
No sé por qué, pero cuando pienso en la vieja amistad que me une con Noé Jitrik y con Tununa Mercado, me viene a la mente un texto de Georges Bataille, colocado por Maurice Blanchot como epígrafe de su libro sobre la amistad: ''...amigos hasta ese estado de amistad profunda en la que un hombre abandonado, abandonado de todos sus amigos, encuentra en la vida a aquel que lo acompañará más allá de la vida misma, él mismo ya sin vida, capaz enteramente de una libre amistad, desentendida de cualquier lazo".
Noé publicó dos textos de ficción entre 1988 y 1989, el primero, Los lentos tranvías, en edición de Joaquín Mortiz; el segundo, Limbo, en Era, editoriales ambas de extraordinaria prosapia en México, que empezaron a difundir lo mejor de nuestra literatura desde hace más de 40 años, antes de que el fantasma de la globalización se nos volviese tan concreto, antes de que Joaquín Mortiz dejara de serlo, dejar de ser la editorial fundada por Joaquín Diez Canedo, de ilustre y querida memoria, y se convirtiera en uno de los múltiples sellos que se ha tragado el grupo Planeta, cosa que con heroísmo supremo ha logrado evitar la editorial Era. Y me parece significativo si queremos hablar de literatura y si, sobre todo, queremos hablar de Noé, a quien hoy acompañamos en este su homenaje intitulado Universos discursivos, organizado por la Benemérita Universidad de Puebla y la Universidad Nacional Autónoma de México.
Insisto, me parece significativo, se trata de dos textos autobiográficos, uno, Los lentos tranvías, explícitamente; es decir, escrito con el evidente objeto de recobrar su infancia, vivida en Buenos Aires, poco antes de dejar México y regresar definitivamente a Argentina, y el otro, Limbo, una novela en la que en ciertos momentos se teoriza sobre el problema de la autobiografía, y que fue escrita a caballo entre México y Buenos Aires, donde se esbozan otros fantasmas, por un lado, uno benigno, el de uno de nuestros más queridos amigos y escritores, el puertorriqueño José Luis González que pasó la mayor parte de su vida aquí en México, y otro infame, el de la dictadura argentina que obligó a tantos latinoamericanos a exiliarse en nuestro país.
En ambos libros se resalta, además, la presencia de lo cotidiano, evanescente presencia que, en otro epígrafe, colocado por Noé en Limbo, y para cerrar el círculo, define así Maurice Blanchot:
''Sean cuales fueran sus aspectos, lo cotidiano posee un rasgo esencial; no se deja tomar. Se escapa. Pertenece a la insignificancia y lo insignificante carece de verdad, no tiene realidad ni secreto pero, tal vez, es también el lugar de toda posible significación. Lo cotidiano se escapa. Y en lo que es extraño es en lo familiar que se descubre (pero que ya se disipa) mediante lo sorprendente."
Y justamente así comienza la reminiscencia en Los lentos tranvías, como algo vago, apenas delineado, casi insignificante o, por lo menos, sin posibilidad de decidir un sentido, de entender una presencia; al comienzo, una figura sin rostro, sin nombre, situada imprecisamente en una esquina o entrevista adentro de un jardín, delineándose poco a poco, como si fuera una primera estampa recobrada, en el intento por alcanzar contornos nítidos, específicos, concretos, Ƒa la manera de los aguafuertes escritos por Arlt?
Por su carácter mismo, la estampa permanece aislada, o a lo sumo, se coloca luego junto a otros recuerdos como en un álbum de fotos ordenado al azar, mediante desplazamientos topográficos que, con lentitud angustiosa, esbozan un entorno citadino, el de un barrio específico, con sus casas, sus almacenes, sus personajes: un paisaje urbano, una época en particular, un lugar donde insertarse, sobre todo, la búsqueda de las palabras exactas que los recreen.
De eso se trata, de analizar, al tiempo que se ficcionalizan, los procesos que escrituran el recuerdo, a manera de indagación policiaca que descifrará las incógnitas, perseguidas a lo largo del texto y que, resueltas al final, como si se tratara de un simple mecanismo de memoria, son el corolario de una ardua reconstrucción escrituraria.