MIERCOLES Ť 20 Ť JUNIO Ť 2001
Ť El Proaft desarrolla conservación y recuperación de recursos en 24 comunidades
Proponen establecer programas de acción forestal en reservas
ANGELICA ENCISO L.
El Programa de Acción Forestal Tropical (Proaft), que desarrolla un trabajo marginal en 24 comunidades del sureste del país, ha logrado no sólo la conservación y recuperación de recursos naturales, sino también la generación de empleo para los campesinos mediante diferentes programas de manejo, situación que no se ha registrado en las áreas naturales protegidas.
Ante ello, se propone establecer en las 127 reservas del país este tipo de trabajo y lograr de esta manera una efectiva conservación de la naturaleza, señaló su directora, Silvia del Amo Rodríguez, quien detalló que los habitantes de las zonas tropicales viven en extrema pobreza y en medio de una gran riqueza biológica, que "no pueden o no saben aprovechar adecuadamente".
En entrevista, explicó que a partir del Plan de Acción Forestal Tropical Internacional de 1985, México se comprometió a establecer acciones en favor de los bosques tropicales, y por eso surgió el Proaft. En el país tiene diez años de trabajo y hasta el momento se ha desarrollado en 21 municipios del sureste con 20 organizaciones sociales.
Con ocho sistemas de manejo diferentes, acordes a las necesidades de cada lugar, la conservación se ha dado en 2 mil 670 hectáreas, que "aunque no es una cifra significativa, sí puede ser un ejemplo".
Detalló que la superficie está en manos de sus dueños, los campesinos, y el mecanismo de trabajo es mediante una alianza tripartita para conservación y desarrollo en la que participan la comunidad local, asesores técnicos y el gobierno. Los recursos para el financiamiento de programas provienen de fondos internacionales, precisó.
Detalló que actualmente hay tres proyectos regionales, en Yucatán, Oaxaca y Veracruz. Detalló que en Pajapán, Veracruz, el trabajo empezó en una hectárea en la que se sembró palma camedor --que se utiliza ornamentalmente-- en acahuales, y ahora se cultiva en 40 hectáreas, además de que se establecieron sistemas agroforestales.
Posteriormente, agregó, el trabajo se extendió a los municipios de Tajapa y Necayapan, zona de amortiguamiento de la reserva de los Tuxtlas. "Tener trabajo fuera de la reserva ayuda a su conservación. El trabajo de reforestación lo hacemos con especies nativas en el área inmediata a la reserva: se trata de una restauración ecológica, vamos desde la siembra de semillas hasta pasarlas al monte para que crezcan."
Detalló que los programas incluyen el manejo forestal, la agroforestería o actividades pastoriles --con la crianza de borregos o venados en acahuales--, además de cría de iguanas y cultivo de hongos; pero para llegar a ello previamente se hace un diagnóstico del recurso natural.
La parte más importante del Proaft, agregó la especialista, es la intervención en las comunidades por medio de las alianzas. "El campesino no responde fácilmente a darte la confianza. Lo que hacemos es conseguir el dinero, plantear el proyecto, y lo hacemos juntos, nunca llegamos con dinero por delante. Otra cosa ligada a esto es que trabajamos en el reforzamiento cultural y elevar la autoestima de la gente, lo que es determinante en el medio campesino en general."
Sin embargo, este mecanismo no acaba de ser comprendido por las autoridades, pues ellos "tienen grandes programas, y el problema fundamental es cómo aterrizarlos en las comunidades. Nosotros ya tenemos cómo aterrizarlos".
En los ejidos, los asesores del Proaft permanecen hasta que la comunidad se convierte en gestora, y entonces "nos vamos".
Agregó que establecer áreas naturales protegidas no es suficiente, porque se deben buscar esquemas de manejo para que la gente tenga medios para hacer su vida, y "esto no se ha logrado". Estimó importante contar con áreas que sean una muestra de los ecosistemas, pero al mismo tiempo se debe contar con un programa paralelo para las comunidades que residen en las reservas y efectuar un manejo sustentable de los recursos.
Como parte del proyecto también se pusieron en marcha las reservas campesinas en Santa Rosa de Lima, Oaxaca, "zona desastrosa donde se reunieron ejidatarios para guardar zonas vírgenes y se logró establecer una red de áreas campesinas celulares".