miercoles Ť 20 Ť junio Ť 2001
Arnoldo Kraus
Cavallo y la memoria
En el ensayo Las tentaciones de la razón, Norberto Bobbio escribió: "No hay respuesta al problema del mal y de la mala distribución de la justicia. Stalin muere en su cama. Pinochet morirá en la suya y Ana Frank en un campo de exterminio. Los tiranos que mueren en su cama y una niña inocente en un campo de concentración: no hay justificación alguna; es simplemente terrible". No menos terrible sería que la excelsa crónica de Blanche Petrich (La Jornada, 16 de junio) y las palabras de Cristina Muro, Enrique Fukman, Ana María Testa y Carlos Lordkipanidse quedasen tan sólo como testimonio.
Murofukmantestalordkipanidse pertenecen al 3 por ciento de las 5 mil personas que sobrevivieron después de haber pasado por la Esma, centro en el cual "laboraba" Ricardo Miguel Cavallo y que se especializaba en torturas, violaciones, desapariciones y muertes. Las revelaciones de estos y otros supervivientes indican que Cavallo jugaba un papel preminente en ese centro y que es el responsable de un número indefinido de muertes y desapariciones. Cavallo ejercía sus oficios -violar, secuestrar, esclavizar, desaparecer- cuando tenía, aproximadamente, 25 años. Ahora el torturador se encuentra preso en el Reclusorio Oriente y en proceso de ser extraditado a España. La apuesta de la sociedad debe ser que la cama de Cavallo no sea ni su lecho de muerte ni el sepulcro de la memoria.
Cavallo no puede ser reo indefinidamente ni permanecer en una "celda de lujo" ad libitum. No debe morir sin ser juzgado por la historia ni guardar para él los nombres de todos sus cómplices ni llevarse a su tumba los destinos y los sitios de las personas que desapareció. Cavallo es una apuesta y una afrenta. Es también expectativa y memoria. El caso argentino no difiere del chileno, del guatemalteco, del camboyano o del alemán: la ética de una memoria colectiva y la ética de la evocación individual no pueden ni deben perdonar. Juzgar a Cavallo sería tan sólo un pequeño rencuentro con el pasado y una mínima esperanza en resarcir la condición humana.
Es claro que estamos sumergidos en tiempos en los que los valores tradicionales han sido sepultados y el mal ha permeado una inmensa parte de las estructuras de la sociedad y del poder, dando pie a innumerables sucesos que hicieron que el ser humano cohabite, muchas veces en silencio, con los Hiroshima, los Pinochet, los Auschwitz, los Cavallo, con las masacres de Ruanda y con una larga serie de atrocidades, cuyos culpables, en la mayoría de los casos, permanecen libres o fenecieron sin ser juzgados. La banalidad del mal es un término desolador: desnuda razón y moral. Desnuda fe y sepulta impunidad. Aceptar la banalidad del mal es dar pie a la crueldad, a las desapariciones y a la injusticia como sino del ser humano.
En la entrevista se dice que sobreviven poco más de 120 personas de las 5 mil que pasaron por la Esma. Y se agrega que Cavallo conoce el destino de muchos de los que murieron en el mar o en las celdas que él administraba. ƑQué hacer con él? ƑQué hacer con la memoria colectiva y el luto individual? Los deudos de los desaparecidos nunca entierran su duelo.
Muro nos dice que "...nadie puede convivir con los genocidas". Testa comenta que "su voz la tengo tatuada en la memoria". Lordkipanidse explica que "me atan a la cama metálica con unas cámaras de llanta de bicicleta. Me quitan la capucha. Por primera vez vi una picana eléctrica. Uno de ellos me aplica electricidad en el estómago. Es un terrible dolor, se arquea el cuerpo, los músculos parecen estallar, es una intensa luz blanca durante el momento del shock... (posteriormente traen a su hijo de 20 días)... lo ponen sobre mi cuerpo y me pasan la picana; le pasa la electricidad a mi hijo. Al menos yo tenía el aislador de hule atado a la pierna. Mi hijo no tenía ni eso. Lógicamente el nene se pone a llorar, insólitamente poquito y bajo". Y, Fukman, "la cabeza cubierta, la picana eléctrica, con una desesperación de no hablar, de no delatar a nadie. Los grilletes y los golpes. Seis meses permanezco ahí tirado. Ahí sos vos y tu capucha, nada más... Había una compañera uruguaya, Teresa. A ella no la golpeaban. La violaban cada vez que iba al baño, invariablemente".
Los testimonios de Murotestalordkipanidsefukman son suficientes. Los argumentos de los muertos y desaparecidos son irrecuperables. Cavallo y sus otros Cavallos no deben morir en la cama sin haber hablado.