MARTES Ť 19 Ť JUNIO Ť 2001
Teresa del Conde
Aleix en la Galería Pecannis
La Galería Pecanins, con toda justicia, organizó y montó la muestra Vuelo fantástico de Montserrat Aleix. Ella es la madre de las imprescindibles hermanas y merece la retrospectiva que sus hijas le seleccionaron y le museografiaron atinadamente en el espacio de la calle de Durango. Aleix es pintora naive y autodidacta, en esto último se parece a la muy querida y recordada Julia Giménez Cacho (qepd). Montserrat nació en Cataluña hace 93 años y llegó a vivir a México desde los años cincuentas. Probablemente al verse rodeada de tantos artistas, tantísimos cuadros, tres hijas hiperactivas (además de las no menos importantes nietas, artistas por derecho propio) y un yerno también pintor (Brien Nissen) optó por decirse a sí misma: ƑY por qué yo no? Empezó a pintar (y a exhibir esporádicamente) en los años setenta y la muestra a la que ahora me refiero es importante, pues tiene carácter retrospectivo. Ya terminó su periodo de exhibición en la galería, pero es probable que alguna otra instancia la retome con ciertas adiciones. La vitalidad de esta nonagenaria, joven de espíritu, merecería tal cosa.
Aunque dije que Aleix es una pintora naive, tengo mis dudas al respecto. Puede ser que al principio sí haya procedido con ingenuidad, pero siempre con un primitivismo consciente, acorde con sus facultades. Tampoco debe ser absolutamente autodidacta, rodeada, como lo ha estado, de tan vasta prole creativa. Tiene un sentido muy desarrollado del uso de los colores, los blancos están colocados con envidiable estrategia, sus superficies planas y azules (los cielos o el mar) denotan conocimiento de la obra de los fauves y todos sus arreglos espaciales están bien compuestos.
La muestra fue repartida por temas, es como una Arcadia, la más completa de las utopías, sean cuales fueren los motivos tratados. Hasta el titulado ''El atraco'' (1998) se distingue por su gracia y por la engañosa sencillez con la que está tratado.
No obedece a una sola modalidad, como sucede, por ejemplo, con las obras (encantadoras en muchos casos) de ciertos pintores haitianos que no han entrado de lleno al mercado o a las ferias internacionales de arte. Por ejemplo, Aleix, en Adán y Eva en el paraíso (1999) ha acudido a las figuritas de barro de Metepec, La cocina mexicana (1975) es una trasposición de aquellas cocinitas que se vendían en los portales de Puebla y que hacían las delicias no sólo de los turistas, sino de todo aquel que las veía. Cuando es ''sintética'', como sucede con Monjas blancas (2000) parece una atrevida y sagaz artesana de la República Checa, y en los casos en los que plantea una sola figura, La espera (1997) resulta casi fauve.
Los cuadros más tempranos son de 1971, la apariencia es ''seca'', es decir, los empastes, la aplicación de los pigmentos es mate, no aceitosa. Hay un momento en que se vuelve detallista y satura de elementos muy cuidados sus paisajes o sus escenas, tal vez acudiendo un poco al Aduanero Rousseau como fuente de inspiración, pero durante los últimos años priva la expresividad. Tiene cielos borrascosos de tipo expresionista. Nocturno (2000) es uno de éstos, es casi una haunted house de toque brioso y hasta ''dramático'', así, entre comillas.
No hay que confundir los modos de esta adulta que se puso a pintar hace 30 años (ya a edad avanzada) con el atractivo que suscitan las pinturas y dibujos infantiles de aquellos niños menores de 9 años que se la pasan dibujando y pintando. Son opciones completamente distintas. Los adultos, aunque sean naive (propositivos o genuinos) tienen la necesidad imperativa de representar el espacio. En cambio los niños, aproximadamente hasta los 8 o 9 años (excepto si son sumamente dotados como Picasso, y también como José Luis Cuevas) carecen de esa necesidad, pintan o dibujan las cosas como saben que son, no como las ven. Claro que Aleix nunca vio una plaza de toros como la que representó, ni tampoco concibió que si invertía la perspectiva del ring donde pelean los boxeadores, el cuadro le saldría más atractivo: lo hizo así porque era necesario que esos boxeadores se parecieran lo más posible a aquellas figuritas de madera a las que se les aprieta un botón y alzan los brazos flexionados. Son juguetes primorosos que todavía pueden verse hoy día en algunos mercados. Aleix tiene un buen gusto innato. Eso ni duda cabe.
Son frecuentes sus pinturas con temas religiosos. Tiene una Virgen del Carmen rodeada de las ánimas del purgatorio que es formidable como concepto, lo mismo que su procesión de Viernes Santo, en la que alternan encapuchados con concheros. Unió dos mundos, el de su región natal y el de su patria adoptiva. El Mediterraneo y el Río Papaloapan, las aldeas de la Costa Brava y el volcán del Ajusco en activo.
Luis Carlos Emerich escribió un atinado texto en el catálogo de la muestra. Lo leí (como es mi costumbre) hasta casi haber terminado de escribir esta nota. No esoy de acuerdo en una de sus acepciones. ''Técnicamente Aleix pinta igual que el primer día en que se enfrentó a una tela". Yo sí veo diferencias, aunque su sistema de acomodar los elementos en el espacio cambie poco. También es cierto que no prepara los colores, los aplica tal como salen del tubo, pero lo va haciendo de manera diferente según lo requieren sus "acomodos". Además, sus cuadros postreros se notan más liberados del detallismo que los realizados digamos hace 10 o 15 años.