martes Ť 19 Ť junio Ť 2001

Alberto Aziz Nassif

Chihuahua: los buenos negocios

El próximo primero de julio habrá elecciones intermedias en Chihuahua; la disputa es por 67 municipios y 22 diputaciones, y tendrá, una vez más, una estructura bipartidista entre el PAN y el PRI. En las dos décadas pasadas, el estado estuvo, como pocos en el país, expuesto a las miradas nacionales, porque ahí se presentaron originales laboratorios políticos de competitividad y alternancia. Hoy en día, cuando el país camina por una democracia incipiente, los comicios chihuahuenses vuelven a polarizar los ánimos y el enfrentamiento entre las fuerzas recorre la vida cotidiana de un estado golpeado por la sequía, el narcotráfico y los abusos de poder del gobierno priísta.

El caso puede tener, al menos, dos miradas: desde el escenario nacional Chihuahua compartirá el mismo día los comicios con Durango y Zacatecas; y una semana después vendrá Baja California.

La elección será en un momento en que el PRI cae en picada y pierde una elección tras otra, desde la Presidencia de la República hasta bastiones emblemáticos como Chiapas y Yucatán. Por otra parte, el PAN, como partido gobernante, acumula victorias electorales, pero también padece los embates de estar en el gobierno y sufre sus errores. El PRD tendrá sus principales retos electorales en Zacatecas; luego en Tabasco, el 5 de agosto, y el 11 de noviembre en Michoacán. Otra mirada de estas experiencias regionales es su dinámica local. En las elecciones intermedias de Chihuahua se vuelve a actualizar la vieja paradoja: los reflectores de las elecciones están puestos en las presidencias municipales, pero la pieza estratégica en el Congreso local, que es para los ciudadanos la parte más oscura del proceso. El gobierno priísta se desborda por conservar la mayoría y el PAN compite para ganar ese espacio de contrapeso.

Chihuahua, al igual que el resto de los estados, padece importantes debilidades en el diseño de sus instituciones electorales; por ejemplo, prácticamente no hay control y vigilancia sobre los gastos de campaña y los partidos se pasan del tope con la mano en la cintura. Ya es una tradición la costosa estrategia de guerra sucia que los priístas ponen en operación. En el estado norteño se ha logrado la alternancia, pero el nivel de las campañas está sumergido en una intensa guerra sucia: en 1998 el ataque del PRI fue una supuesta privatización de la educación; ahora el ataque es por el IVA de la reforma fiscal. Además de los ríos de recursos que fluyen para mantener esa confrontación, el priísmo controla la mayor parte de los medios de comunicación masivos locales. En suma, el PRI hace sus campañas como en los viejos tiempos: compra de voto, guerra sucia, control de medios, y ahora tiene como flanco de ataque al gobierno federal. Gasta lo que quiere, al cabo no existen medios legales para sancionarlo.

Por su parte, el PAN chihuahuense sigue dividido y sus grupos continúan jalando la cobija hasta romperla, pero no la remiendan; medio responden a los ataques del PRI y quedan inmersos en una guerra sucia que no pueden eludir. Paradójicamente, mientras el panismo refrenda triunfos en otras regiones, que son sus bastiones, en Chihuahua, en donde fue pionero en el ámbito nacional, no logra recomponer las fracturas internas que lo llevaron a la derrota de 1998.

En medio de la campaña, la semana pasada el PAN hizo una denuncia penal en contra del gobernador Patricio Martínez por un supuesto fraude en la compraventa de un terrero de 100 hectáreas en Ciudad Juárez, en donde la distancia entre el avalúo fiscal y el precio comercial que se pagó fue de uno a diez. El PRI se defendió señalando que estas diferencias son normales. Se puede discutir el precio, pero hay tres datos incuestionables: que fue un terreno caro, porque no tiene ningún servicio y, según expertos, vale entre 20 y 25 pesos metro cuadrado, que se pagó a más de 60 pesos; que no está dentro del Plan de Desarrollo Urbano de la ciudad y, por lo tanto, no es un fraccionamiento legal, autorizado por el municipio, con lo cual se viola la ley; que el beneficiario de la operación es un priísta cercano al gobernador. Así, mientras la política y los "buenos negocios" siguen amarrados en la vida real del Chihuahua priísta, la campaña electoral produce humo y falsas discusiones. El problema de fondo es que si el PRI pierde la mayoría en el Congreso ya no podría hacer impunemente esos "buenos negocios".

Se puede aceptar que la guerra sucia sea parte del juego, pero no se vale el control autoritario de los medios, el gasto por arriba de los topes, la coacción en el voto ni la política como negocio. ƑPodrá el voto establecer los contrapesos necesarios?