Es una hora difícil para la política,
al menos por lo que a los políticos respecta, que lo están
haciendo muy mal. Dan pena, y la impresión de haber vendido su alma
a los publicistas. Las convicciones duran lo mismo que su impacto en las
encuestas.
El gobierno del cambio, y los tres partidos principales que lo acompañan, se confían a la lógica del consumo, y ceden sus armas a la industria del espectáculo, sólo una empresa más del neocapitalismo "liberal" que arrasa todas las plazas que toca.
Hoy la noticia es mercancía. En el México de mis recuerdos no era precisamente así, la noticia política estaba uncida al Estado y su partido único, cuya hegemonía se cuarteó gravemente al final de los ochenta, y durante la década final del siglo. Siendo la prensa una correa de transmisión de una suerte de guapachoso pensamiento único cargado de Fidel Velázquez y folclor, al avanzar la sociedad en dirección a la democracia, los medios de comunicación también quedaron sueltos. Parte de la apertura social se alimentó del surgimiento de una prensa independiente y crítica, que ya no tuvo que ser heroica, marginal y suicida. El negocio, en tiempos del PRI-gobierno, era poner la noticia al servicio del patrón. Primavera de los chayotes, la autocensura, las gacetillas, la "línea" de Gobernación y Presidencia.
Hoy el negocio se ha vuelto más neoliberal. Sigue sin importar que sea verdad, mentira o las dos a medias. Con que venda.
El abaratamiento final del recurso de la Revolución Mexicana, la instauración de tycoons y cárteles que propició el salinismo (en la banca, los medios, los recursos naturales, y los distintos negocios del imperio narco), dieron el giro definitivo al desmoronamiento priísta. El malbaratamiento de México fue su último y mayor negocio, y paradójicamente su ruina.