Lunes en la Ciencia, 18 de junio del 2001
Agravios a la nación: casos puntuales de pérdidas Persiste el saqueo genómico Octavio Paredes López De cazadores, pastores y pescadores nos convertimos en agricultores; cerca de 10 mil años antes de nuestra era domesticamos las primeras raíces alimenticias y cultivamos los primeros maíces y trigos. Los cereales se extendieron por el mundo al ritmo de nuestras guerras e intercambios. El amaranto fue la principal cosecha en la dinastía azteca e inca; su presencia en Tehuacán se remonta a 4 mil años aC. Fueron los griegos los que desarrollaron la técnica del injerto, que permite la combinación de dos materiales con cierto parentesco genético, en donde ocurre transferencia de cientos de genes, y sus productos se han consumido históricamente. La soya se cultivaba en China desde el año 1500 aC, llegó a este continente en el siglo pasado y se trata de un grano rico en proteína y aceite. Nuestros antepasados domesticaron y emplearon plantas no solamente para nutrirse sino también para curarse; en México más de 80 por ciento de los medicamentos actuales provienen de ellas. La agricultura se desarrolló así en escenarios donde los recursos naturales usualmente eran abundantes, pero el crecimiento acelerado de la población, así como su baja preocupación ecológica y la necesidad de alimentarse y curarse están cambiando el entorno rápidamente. Las actividades agrícolas usan no menos de 80 por ciento del consumo total del agua y emplean asiduamente agentes químicos con un alto poder contaminante; la deforestación irracional ha erosionado el suelo, y el crecimiento urbano desordenado y los cambios climáticos están originando pérdidas irreversibles de materiales genéticos que no resisten esa agresividad. Lo anterior hace necesario el establecimiento de bancos de germoplasma que permitan la conservación de estos recursos. En el caso del maíz, se estima que menos de la mitad de la riqueza genética del país está en estos bancos, y ello gracias a la loable labor de organismos como los que están localizados en Chapingo; la preferencia por maíz blanco y otros factores están desapareciendo los maíces pigmentados tan útiles en alimentación nutracéutica, entre otras pérdidas. Se considera que 90 por ciento de los materiales silvestres y criollos de frijol no está conservado en bancos y las pérdidas irreversibles anuales son evidentes (La Jornada, 30/04/01). Nuestras investigaciones también demuestran que el grano de amaranto contiene la proteína vegetal nutricionalmente más rica que existe en la naturaleza, además de otros atributos agronómicos y alimentarios fuera de serie; Ƒen dónde cree, respetable lector, que está depositada la principal riqueza genómica de este olvidado alimento? Acertó, en EU. Tampoco existe un banco de germoplasma de chile, solamente las empresas internacionales han conservado los materiales de su interés, a pesar de que su importancia comercial es harto visible. Y el origen de estos cuatro recursos es indudablemente Mesoamérica. Y el caso de cactáceas y agaváceas, arraigadas a nuestra tierra desde siempre, de éstas últimas vienen el tequila y el mezcal que hoy cautivan al mundo, y que hasta ahora comenzamos a darnos cuenta de su importancia, Ƒpero acaso ignoramos el saqueo externo que han sufrido las primeras? Tampoco existen estrategias inteligentes de conservación de las plantas cuyas raíces, hojas y tallos, y extractos de las mismas, se comercializan sin control en los mercados a lo largo y ancho del país para propósitos medicinales, y cuyo origen mayoritariamente son estas tierras, como es el caso de árnica, cardo santo, epazote, gobernadora, chilcuague y muchas más, Ƒacaso ignoramos también el saqueo interno y externo de ellas? En las últimas semanas se ha hablado mucho en la prensa sobre la patente europea de una empresa internacional de un maíz que contiene 6 por ciento de aceite y 55 por ciento de ácido oleico; este cereal puede llegar a tener excepcionalmente esa cantidad de aceite y ácido aunque su promedio es cercano al 4.5 por ciento y 25 por ciento, respectivamente. Se tienen evidencia científica y registros de que existen colecciones mundiales de maíces mejorados genéticamente que contienen cantidades equivalentes o superiores de uno o de otro componente; pero no es el caso de México para ese nivel de ácido oleico. Está claro que en un mundo que se globaliza estas cuestiones estarán frecuentemente en el debate, pero para ello hace falta generar registros confiables y seguros de los materiales genéticos de este país; ahora es maíz pero mañana serán otros materiales. Y es oportuno señalar que estos registros nacionales son muy débiles y más frecuentemente inexistentes, y el maíz no es la excepción. Es oportuno señalar que el centro de origen de los principales 20 cultivos agrícolas en el comercio internacional del norte desarrollado se localiza en los países del sur pobre; esta transferencia unidireccional de recursos ha ocurrido a lo largo de los siglos. Por ello, es urgente iniciar la creación de un centro nacional de recursos genómicos como ocurre en otras latitudes. La biotecnología, que no solamente es organismos transgénicos, tan criticada en el país ahora, desde posiciones a las que quizá frecuentemente les falta información y les sobran los ismos, tiene las herramientas necesarias para ayudar junto con otras tecnologías en el registro y conservación de materiales con técnicas de huella digital y muchas otras. Los países más ricos del mundo y sus empresas están invirtiendo en la generación de los materiales genéticos del futuro que mañana estarán en el mercado mundial con fines alimenticios, medicinales y ecológicos; más nos valdría canalizar nuestras preocupaciones en esta dirección, con todas las precauciones racionales posibles, y en la identificación y preservación de la riqueza genómica que nos queda para las generaciones futuras. El autor es director del Cinvestav-Irapuato, Unidad de Biotecnología e Ingeniería Genética de Plantas, del IPN |