LUNES Ť 18 Ť JUNIO Ť 2001

COSAS DEL FUTBOL

Ť Josetxo Zaldúa

La selección costarricense desnudó al Tricolor sin piedad. Ya no sirve el pánico escénico de ser foráneo y jugar en el apantallante estadio Azteca, cada vez menos apantallante y azteca, ni la altura del DF, ni la contaminación, menos una fanaticada crecientemente escéptica. Ningún factor ajeno a los de corto sirve para que la oncena nacional gane.

Tocaron fondo sin paliativos. No es el fracaso de Enrique Meza, un hombre honesto. Es el fracaso del futbol nacional. Tan absurdo es acudir a destrozar lo que se pueda del pobre Angel de la Independencia, cada vez que el Tri gana, como dedicarse a quemar a todo ser viviente cuando se pierde.

Estamos mal, por lo menos en el futbol, pero nos contentaremos con clasificar al Mundial coreano-japonés así sea de panzazo. Ahora lloverán críticas despiadadas -ésta no pretende serlo- sobre los de corto, pero todas se voltearán si logran el milagro de la clasificación.

Las penurias futboleras, que son gemelas a las del deporte nacional, no vienen de ahora. No somos negados por naturaleza, tampoco maravillas por antonomasia. Nos falta trabajo de fondo, cuidar a los niños, inculcarles términos tan sencillos como disciplina, lealtad, principios, trabajo, trabajo y mucho trabajo.

No hay diferencia entre lo que sucede en el futbol, por no extendernos hacia otras disciplinas deportivas, a lo que acontece en la política. La improvisación, la ausencia de miras, el poder supremo de los compadrazgos, en suma, los factores extradeportivos están por encima de la lógica y del sentido común.

Meza es un buen hombre, es honesto, nadie lo duda. Pero no tiene sentido alinear a un hombre como Joaquín del Olmo, que apenas lleva dos semanas y media de entrenamiento y viene saliendo de una intervención quirúrgica nasal. Del Olmo es un buen medio de contención, bregador, jamás creador. Pero ahí estaba Del Olmo, junto a un desafortunado Víctor Ruiz, quien se supone es más creador que contención. Pues no, los dos fueron conductores, pasadores y dizque creadores.

Y Meza los dejó hacer hasta la desesperación. Para qué, desde el inicio, una línea defensiva de cuatro y hasta de cinco hombres. Penoso el espectáculo. Un solo futbolista costarricense, Paulo César Wanchope, recibió marcación de cuatro y hasta cinco mexicanos. Hicieron el ridículo.

Y es que la honestidad, con ser un factor básico en cualquier actividad, no es suficiente. Meza está perdido y sus futbolistas también. El dibujo táctico de Meza no se movió en todo el partido. Su contraparte, el brasileño-tico Alexander Guimaraes, comenzó a variar su partitura desde antes que terminara el primer tiempo. Y desde ahí avisó que quería algo. A Meza le faltó saber que su homólogo quería la victoria en el ya no mítico estadio Azteca.

Se supone que hay tiempo para la rectificación. Pero tal vez es mejor no acudir a la cita mundial. Recordemos: la última fue Francia, con Lapuente a la cabeza. No estuvo mal, pero fueron patadas de ahogado. Ese técnico salió a patadas poco después, e hicimos de Meza el hombre-mago porque realizó un trabajo excepcional con Toluca. A ese ritmo mañana designarán a Trejo como seleccionador por su excelente trabajo en Cruz Azul, y acabarán matándolo como técnico, tal y como ha sucedido hasta ahora.

A Enrique Meza se le debe respeto y él, por lo mismo, debería hacer maletas y marcharse. El problema, finalmente, no está nada más en la conducción técnica. El mal es profundo y no se subsana con paños calientes o helados.