lunes Ť 18 Ť junio Ť 2001
Iván Restrepo
De población y recursos naturales
Recientemente se divulgaron los principales resultados del Censo General de Población y Vivienda efectuado en 2000. El dato más importante es el número de habitantes de México: mientras hace un siglo nuestro país era habitado por casi 14 millones de personas, y hace medio siglo por 26 millones, ahora suman 97 millones. Aunque en las últimas décadas se han registrado tasas decrecientes de fertilidad y crecimiento demográfico, de todas formas estamos inmersos en una fase de aumento de población que conlleva numerosas consecuencias económicas, sociales y ambientales que los especialistas se encargarán de analizar en detalle. Por nuestra parte quisiéramos adelantar algunas consecuencias del aumento de la población en el medio y los recursos naturales.
Por principio, la destrucción de la naturaleza en México alcanzó dimensiones alarmantes en el último siglo. Hoy contamos con menos extensiones cubiertas de bosques y selvas que albergan una biodiversidad catalogada entre las más importantes del planeta y que, bien utilizada, puede servir para resolver algunos de los problemas más agobiantes del país. Las fuentes de agua para la agricultura, la industria, los servicios y las poblaciones sufren también daños irreparables por la deforestación y la contaminación que las actividades económicas y los asentamientos humanos ocasionan a ríos, lagos, lagunas y áreas costeras. Datos recientes muestran que el nivel de los mantos freáticos ha disminuido notable y peligrosamente debido a la falta de vegetación y a que el líquido no es almacenado en la superficie, sino que va a dar al mar, sin usarse adecuadamente. Es el caso de la cuenca del Valle de México, la región de La Laguna, Hermosillo o de las 25 principales ciudades de la frontera norte.
Uno de los estragos naturales, a veces poco citado en los reportes del gobierno, es la erosión. Esta supone la disminución y la destrucción de los suelos agrícolas, lo cual acelera el éxodo rural y disminuye las posibilidades de que el agro satisfaga la demanda nacional de alimentos.
Esta demanda crece más rápidamente que el volumen de las cosechas que se obtienen en las tierras de temporal y de riego. La falta de créditos y de apoyos técnicos suficientes y oportunos a quienes de verdad lo necesitan, hacen el absurdo de contar con una de las infraestructuras agrícolas más impresionantes del mundo, pero que camina a la obsolescencia por mala administración y por el uso irracional de insumos, en especial, el agua.
Igual que con los programas de reforestación, los dirigidos a evitar la erosión son insuficientes y la mayoría de las veces no responden a la realidad de cada una de las áreas afectadas.
Pero si la situación es crítica en el sector rural, en otras áreas del país existe una excesiva carga tóxica proveniente de la concentración industrial y humana. A las tres áreas más críticas (zonas metropolitanas de la ciudad de México, Guadalajara y Monterrey) se agregaron en la última década: Toluca, Tijuana, Puebla y el corredor de El Bajío. En todas ellas no solamente hay contaminación atmosférica y disposición inadecuada de desechos de hogar y de industria, sino problemas de abastecimiento de agua, transporte y otros servicios. Hasta Cancún, el polo turístico planeado como ejemplo de crecimiento armonioso, es hoy con sus 700 mil habitantes lugar donde al lado de la riqueza y el lujo viven miles de pobres. En resumen, si algo distingue el entorno urbano nacional es su crecimiento caótico y la ausencia de consideraciones ecológicas.
Cuando se dieron a conocer los resultados de los anteriores censos de población, los expertos advirtieron la necesidad de hacer cambios radicales para evitar la destrucción de los recursos naturales, aminorar las desigualdades sociales y regionales, y detener la concentración de la riqueza y el ingreso en un grupo de población cada vez más pequeño. Pero como muestran las cifras del último censo y otras fuentes oficiales, las cosas están peor que antes. Hemos registrado una catástrofe crónica de la que muy poca conciencia se tiene, porque se ha transformado en algo común y cotidiano.
En ese sentido, el cambio de partido en el poder registrado el 2 de julio no apunta todavía a cambios en el modelo depredador imperante en México. Lograrlo es una tarea pendiente de la sociedad y costará más entre mayor sea el número de habitantes y menos los recursos naturales disponibles.