DOMINGO Ť 17 Ť JUNIO Ť 2001

Ť Ante pobre entrada, México perdió por primera vez como local en una eliminatoria mundialista

Meza se niega a renunciar

Ť Costa Rica puso en evidencia la crisis del tricolor al ganarle 2-1 Ť Medford hizo el de la diferencia

MARLENE SANTOS A.

Con la moral por los suelos y la confianza perdida tras una serie de estrepitosas derrotas, el Tricolor confirmó que vive una tétrica crisis que parece no tener fin. Y ayer, cuando se esperaba alguna mejoría, perdió 1-2 ante Costa Rica para dejar encendidas luces, sirenas y gritos de alarma que ni directivos, ni jugadores ni cuerpo técnico quieren oír.

México puso en grave riesgo su pase al mundial del 2002 y en la era de Enrique Meza escribió la página más negra de los últimos tiempos, al caer por primera vez en una eliminatoria mundialista en el otrora imponente estadio Azteca, que para colmo fue escenario medio vacío de la decepción y tristeza verde, y de una envidiable fiesta roja, ajena.

Pese a los pésimos resultados Meza insiste en mantenerse frente a la selección y niega cualquier posibilidad de renunciar al cargo.
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Sólo de palabra, resultó el supuesto respaldo de los jugadores hacia el técnico nacional. Los futbolistas mexicanos que devengan exorbitantes salarios ?sobre todo los seleccionados? no mostraron compromiso, ni coraje, ni amor propio. Fueron 11 almas en pena que deambulaban por la cancha, un equipo enjuto, anémico y fantasmal, incapaz de aprovechar su condición de local.

Al minuto 6, Víctor Ruiz, quien aporta muy poco en el medio campo con sus pases laterales intrascendentes, cobró un tiro de esquina que José Manuel Abundis remató con la cabeza casi a quemarropa frente al portero Erick Lonis, a quien se le doblaron las manos para dejar pasar el balón.

Al instante todos los jugadores se levantaron la playera verde ?nueva? y mostraron debajo otra blanca con la leyenda: "Profe Meza, estamos con usted"; todos corrieron hacia el timonel para abrazarlo. El espejismo apareció y todos en las gradas soñaron con la goleada que, desde luego, sería dedicada a Meza.

Pero en adelante todo fue retroceso. Error tras error. Al 9 Luis Hernández centró desde la derecha hacia Abundis, quien en vez de rematar buscó volver a centrar. Enseguida Joaquín del Olmo arribó precipitado y acabó trompicándose con el portero Lonis.

Poco a poco, los ticos ganaron confianza, se asentaron en la cancha y el jugador del Manchester City, Pablo Wanchope, remitió un disparo que se estrelló en el poste derecho de la meta de Oswaldo Sánchez.

En cada falta o tiro de esquina por la derecha, Víctor Ruiz se encaminaba con tal decisión a cobrar que parecía ser esa su única misión en la cancha, y junto con Del Olmo, armó una línea media lenta y sin creatividad. La delantera se puso a tono y comenzó a aflojar, porque Chima Ruiz no aprovechó el carril izquierda, y Miguel Zepeda, con sus cirugías estéticas recién estrenadas, tampoco se animó a desbordar por la derecha.

El rival siguió en plan ascendente y pronto se dio el lujo de presionar a su pasivo adversario, al que ni los silbidos del inconforme público lograban sacar de su apatía. El técnico visitante, Alexandre Guimaraes, fue más ambicioso y al 39 ingresó a Rolando Fonseca, quien de inmediato tejió un avance que no pudo culminar Wilmer López y los verdes se fueron al descanso bajo sonora rechifla.

Para el complemento entró Cesáreo Victorino en lugar de Zepeda. El ahora jugador cementero de inmediato descolló y puso en apuros a los zagueros ticos, pero fue un luchador solitario al que nadie acompañó y sus incursiones se perdieron con tiros forzados, muy desviados. Un poco lo imitó Chima Ruiz, pero el resultado fue el mismo.

El público, que vive tórrido romance con el Cruz Azul, pidió al recién llegado Francisco Palencia. Antes de que ingresara el artillero cementero, Meza relevó a Abundis por Daniel Osorno, y, también antes, cayó el gol del empate como balde de agua helada.

A los 71 de acción, el silbante guatemalteco Carlos Batres perdonó la expulsión al amonestado Duilio Davino, cuando William Sunsia perforó las filas locales como navaja caliente en mantequilla, hasta que Davino lo frenó con grotesca tacleada. Batres apenas marcó la falta que resultó suficiente, pues al cobro vino Fonseca que con un tiro magistral anidó el balón en el ángulo superior derecho de la meta local.

Palencia entró cuando el humor de los tricolores era más negro que la fatalidad. Salvador Carmona y Wanchope se enredaron, trenzados cayeron golpeándose y la gresca se generalizó. Una mano jaló de los cabellos a Palencia, hubo puñetazos y empujones hasta que el silbante calmó el pleito con salomónica amonestación tanto a Carmona como a Wanchope.

Guimaraes ingresó a Hernán Medford al minuto 80, y siete más tarde el necaxista confirmó con hechos sus declaraciones de días pasados. Fonseca envió un riflazo casi desde la banda izquierda, Oswaldo atajó mal y dejó el balón a la deriva. Después el portero se convirtió en el delantero más peligroso al conectar dos cabezazos por encima del arco rival.

La floja defensa se quedó estática, sólo Medford reaccionó y en el contrarremate clavó el 2-1 para confirmar su dicho: "México no es ningún gigante y el Azteca ya no impresiona".