Ť Eros, exposición de ambos artistas inaugurada en el contexto de PhotoEspaña 2001
Toledo y Méndez, dos versiones de la sensualidad y la fantasía
Ť Cada uno muestra 20 fotografías desde diferente perspectiva histórica, explica el curador Pablo Ortiz Monasterio Ť El creador juchiteco ofrece un ''canto a la tierra y a la animalidad'', dice
ARMANDO G. TEJEDA CORRESPONSAL
Madrid, 16 de junio. Eros es un diálogo abierto entre dos artistas separados por el tiempo pero que comulgan en la evocación de la sensualidad y la fantasía: el oaxaqueño Francisco Toledo ofrece, en 20 imágenes polaroid retocadas, una visión de Eros desde ''la exaltación del hombre con la tierra'', mientras que las fotografías del poblano Juan Crisóstomo Méndez buscan vía el modernismo hallar la ''pulsión erótica'' en la plenitud de su juventud, en un México todavía marcado por la Revolución de 1910. Son, según palabras del curador de la exposición Pablo Ortiz Monasterio, dos versiones del erotismo representadas en dos tiempos históricos de marcado carácter simbólico: el principio y el final del siglo XX.
El valor de mostrar la crudeza
Eros, que incluye 40 fotografías (20 de cada artista), fue inaugurada el jueves y culminará el 30 de julio en el Instituto de México de esta ciudad. En el contexto del festival PhotoEspaña 2001, esta exposición es una de las más atractivas y sui generis, ya que -explicó Ortiz Monasterio a La Jornada- estamos ante dos ''hemisferios'' irradiados de Eros pero desde dos visiones estéticas diferentes: el modernismo mexicano representado por Méndez y el ''canto a la tierra y a la animalidad'' de Toledo, ''uno de los artistas vivos más importantes de México''.
También fotógrafo mexicano, Ortiz Monasterio se mostró orgulloso de la calidad y la originalidad de Eros, que ''seguramente dará mucho de qué hablar en este festival, pues será una de las exposiciones más visitadas y comentadas''.
Las 20 instantáneas recogidas por la polaroid de Toledo en los años noventa, época en la que experimentó con la fotografía, son autorretratos del artista juchiteco, que ''utiliza su propio cuerpo para exorcizar demonios y chaneques que acompañan al sexo'', explicó el curador, quien destacó la marcada influencia en toda la obra de aquél ''de la cultura oral de su pueblo, de tradición zapoteca, de la que adquiere la fascinación por contar historias: de la naturaleza, los colores y las abstracciones, del sexo y de la tradición toda''.
Toledo es uno de los artistas mexicanos más fecundos. Su obra es diversa y ''al mismo tiempo siempre es la misma'', lo que queda muy claro, según Ortiz Monasterio, en su pintura, su gráfica, su escultura, su cerámica, sus collages y en sus fotografías, que pinta e interviene con ''brillantez'' y que resultan además ''muy valientes, pues tiene el valor de mostrarse con toda la crudeza''.
Las 20 fotografías de Crisóstomo Méndez, que forman parte de la colección de Ava Vargas, son de ''cautivadora belleza y de notable originalidad'', pues este fotógrafo aficionado registró estas imágenes en la conservadora ciudad de Puebla de los años veinte, influenciado por el modernismo mexicano. ''Las claves para comprender las fotografías de Méndez son tres: era un fotógrafo aficionado, irrumpió de lleno en el modernismo en boga en el México posrevolucionario y, lo que resulta todavía más curioso, es que su obra la realiza en una sociedad tan conservadora como la poblana'', explicó el también comisario de PhotoEspaña.
''El principio del siglo mexicano fue una época de profundas convulsiones: la revolución trajo consigo vientos libertarios y cambios en todos los campos. La fotografía no fue la excepción. En los veinte, Manuel Alvarez Bravo, Edward Weston y Tina Modotti produjeron obra desde la ciudad de México que definía el canon de la modernidad en fotografía. No lejos de ahí, en la provinciana y muy conservadora ciudad de Puebla, el joven Juan Crisóstomo Méndez, fotógrafo amateur, acicateado por la pulsión erótica y la voluntad de modernidad, realizó una obra de cautivadora belleza y notable originalidad. A lo largo de quince años fotografió con veneración el cuerpo de la mujer. Con velos y antifaces, Méndez esconde identidades y construye un dulce fetichismo'', resaltó el curador de la exposición, quien unas horas antes de inaugurarse cuidaba de todos los detalles técnicos y de iluminación en la muestra.
Ortiz Monasterio, quien subrayó que de las 20 fotografías de Méndez, 17 son platinos y tres son plata/gelatina coloreadas, destacó asimismo de éste que ''en su investigación sobre el cuerpo femenino logró combinar los cánones de la modernidad recién impuestos y la pulsión erótica de un joven de mirada culta, que también se vio influenciada de la corriente llamada de la Nueva objetividad de la Europa de entreguerras''.
Entre las fotografías de Méndez se encuentra una imagen similar, si no es que idéntica salvo un pequeño detalle en la pierna, de La buena fama, de Manuel Alvarez Bravo. Según Ortiz Monasterio la foto de Méndez podría ser anterior a la del propio Alvarez Bravo, pero lo inquietante es que haya tal similitud en las imágenes sin que las hubieran visto mutuamente''.
El fotógrafo australiano, Max Pam y la francesa Chantal Grade, quienes acompañaban a Ortiz Monasterio y que figura como dos de los fotógrafos más celebrados en este festival, se declararon ''cautivados'' por la obra de los dos mexicanos, si bien al enfrentarse a las instantáneas pintadas por Toledo balbucearon: ''Es increíble, es pura creación, amor, fecundidad, animalidad, fuerza física. Es la exaltación del hombre con la tierra, con la naturaleza''.