Espejo en Estados Unidos
México, D.F. sábado 16 de junio de 2001
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Editorial

TORPEZAS DE BUSH

SOLEl presidente de Estados Unidos, George W. Bush, se sigue moviendo en el escenario internacional con una agilidad que recuerda más a un paquidermo que a una libélula. En Extremo Oriente, por ejemplo, insistió sobre una fusión de ambas Coreas --que ni Seúl ni Piongyang quieren ni creen posible-- y amenazó reiteradamente a China con los vuelos espías y el apoyo militar al independentismo del gobierno de la provincia china de Taiwán, al mismo tiempo que, contradictoriamente, presionaba para el ingreso del coloso asiático en la Organización Mundial del Comercio (OMC). 

Después, al elaborar su plan de escudo estelar --repudiado por los europeos que sostienen que desencadenará una carrera armamentista-- no se privó tampoco de decir que el mismo serviría para evitar agresiones contra estadunidenses, europeos, rusos y amantes de la libertad por parte de "quienes odian la democracia". 

Ahora bien, como las potencias capaces de lanzar cohetes atómicos intercontinentales son Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Rusia, China y, quizás, India, Pakistán e Israel, si se descartan los primeros y quizás los últimos, sólo quedaría como enemigo y potencial agresor el régimen de Pekín, que aún no es una gran potencia militar mundial pero ya es, en cambio, un coloso económico y tiene gran poder regional. 

Esta situación está detrás de los roces entre el nada sutil presidente texano y los gobiernos europeos, que no quieren ni tener que dedicar enormes sumas al rearme de la Unión Europea ni, en caso de no hacerlo, depender por completo de EU y del instrumento de éste en la región, la Organización del Tratado del Atlántico Norte. Bush quiere extender el radio de acción de la OTAN pero los gobiernos europeos piensan reemplazarla por un instrumento para la seguridad europea, con armas y mandos propios .

La demanda de Bush de que Rusia entre en la OTAN --que muy probablemente será rechazada por el propio Kremlin-- busca controlar con el corsé de hierro de aquélla a la segunda potencia mundial atómica que existe en la actualidad (pues Rusia sigue siendo tal, a pesar de su pésima situación económica y social), y así domesticar el nacionalismo del complejo militar-industrial ex soviético, encerrar a los rusos en el estuche del nacionalismo hostil de sus vecinos bálticos, ucranianos, polacos, lituanos y, por último, impedir lo que está sucediendo ya, o sea, que la tecnología armamentista y nuclear rusa sea vendida a China que está modernizando sus fuerzas armadas.

Por supuesto, los gobiernos europeos no ven con buenos ojos una propuesta que, cualquiera que fuese su resultado, reforzaría su sumisión y les haría tener que enfrentar conflictos con Rusia y con China, países que consideran mercados potenciales y con los cuales han coincidido varias veces en políticas opuestas a la de Washington.

El interés bien entendido de los países de América Latina recomienda por consiguiente tratar de aflojar los asfixiantes lazos que los hacen dependientes de Estados Unidos, jugar con las contradicciones que existen entre las grandes potencias y buscar otros asociados, política y económicamente. Seguir al texano de las botas y mimetizarse con sus pocas y torpes ideas no es aconsejable ni lógico.
 

 

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