sabado Ť 16 Ť junio Ť 2001

Luis González Souza

Plan KK: sí, caca

Kilo por kilo (KK), desde la remexicanizada California (CA) hasta la latinoamericanista Cartagena (CA) -sede del Consenso de Cartagena para enfrentar la deuda externa en los ochenta-, el llamado Plan Puebla-Panamá (PPP) en realidad es un megaproyecto orientado a pulverizar, o "hacer caca", las últimas resistencias latinoamericanas, comenzando con las mexicanas. Resistencias al triunfo definitivo de la "civilización estadunidense" en el mundo, conocida antes como la doctrina del Destino Manifiesto y ahora como la civilización "Occidental". A nuestro entender, ahí radica el peor veneno del Plan Ca-Ca (California-Cartagena), porque al pulverizar las culturas y comunidades indígenas de la región, también dejaría en calidad de caca la posibilidad de un futuro alternativo para los países de nuestra América, basado en nuestra propia "civilización" latinoamericana.

Visto así, el PPP que estos días inició formalmente Vicente Fox con su visita a Centroamérica, es una vuelta de tuerca más, aunque más grave que la que George Buh padre y Salinas dieron al anunciar en 1990 la negociación del TLC. Si éste fue proclamado, en la Iniciativa para las Américas del mismo Bush, "la primera piedra" de una zona hemisférica de libre comercio (hoy, el ALCA), el PPP es la punta de lanza en la guerra civilizatoria que EU todavía no declara, pero que puntualmente obedecen los corolarios de escritos paradigmáticos, como el "choque de civilizaciones" diagnosticado y/o prescrito hace unos diez años por Sam Huntington, una de las joyas académicas de la Universidad de Harvard.

Al terminar la Segunda Guerra Mundial, un grupo de reconocidos escritores (Morgenthau, Kennan, Niehbur) fundaron la escuela del realismo político para justificar el inicio de la guerra fría por cuenta de EU. De manera casi idéntica, ahora Huntington y sus seguidores -incluidos del Pentágono y la Casa Blanca- llaman a una especie de cruzada civilizatoria, para lo que EU debe prepararse -con muchas y nuevas armas, como siempre- si ha de cumplir su histórica misión de redimir al mundo, antes que nada a la "civilización occidental". Significativamente y no obstante el simplismo de su análisis, Huntington no descarta la eventual consolidación de una "civilización latinoamericana".

Frente a semejante amenaza, el influyente profesor de Harvard no contaba con una propuesta específica, pero ahora cuenta con Fox y su PPP. Más que un plan de desarrollo o de contrainsurgencia, es la primera bomba (ya no "piedra" como el TLC) de la guerra que EU se empeña en librar, a fin de "salvar a la civilización occidental", de todos modos herida de muerte, gracias a su "medicina" neoliberal.

En esa guerra -tan vieja como la colonización de América y el Destino Manifiesto- sólo quedan pocos pero feroces focos de resistencia: las comunidades indígenas, en especial las que heroicamente han sobrevivido a todo tipo de guerras en territorios que van, justamente, de Puebla a Panamá. Afincados en milenarias civilizaciones, como la de los pueblos mayas, tales focos de resistencia ahora cuentan con una enorme vitamina y a la vez incisiva alternativa civilizatoria: la lucha del EZLN y sus apoyadores en todo el mundo.

Así sí se entienden los dislates de Fox al apadrinar en Centroamérica el nacimiento de Ƒsu? PPP. Así se entiende su "recaída" en las obsesiones salino-zedillistas de minimizar la lucha de los indios zapatistas, y de derrotarlos, šcomo no lo logran desde hace más de 500 años!, a base de engaños y desprecios. Tal es el potencial recivilizatorio del EZLN, que Fox se sintió obligado a confesar su empeño en "no dar más espacio o situación de poder al zapatismo". A lo que agregó, más que una verdad a medias, un propósito subliminal del PPP: ver/colocar al zapatismo "en proceso de desactivación" (La Jornada 14-06-2001). De ahí su mentira/deseo final y feliz: hoy en México "estamos en santa paz".

Olvida Fox que cualquier cosa "santa" comienza por la verdad. Y lo cierto es que él mismo, junto con sus ya incontables rollos y planes sobre Chiapas, se enrumba hacia los peldaños más bajos de una diabólica guerra. Pero, más papista que Huntington, ni siquiera se atreve a llamarla "choque de civilizaciones". Más servil que sus antecesores, Fox se ofrece -con su PPP- a iniciarla abiertamente y a ganarla -para sus patrones "occidentales"- dentro del propio México.

Si el PPP es en realidad un PKK, no queda sino salvaguardar más y mejor nuestros últimos bastiones de resistencia cultural, civilizatoria. Contra el PKK hay que construir, democráticamente, un plan de reencuentro y redignificación nacional. Ť