VIERNES Ť 15 Ť JUNIO Ť 2001

José Cueli

Mi otro yo...

José Sulaimán dejó de boxear; el deportista, el promotor de box, el hombre de empresa, sorprende con la publicación de un libro de fotografías que nos muestran no sólo bellas imágenes captadas a lo largo de sus viajes, sino la otra faceta del hombre.

Mi otro yo. Instantes de la vida que no volverán, de José Sulaimán, es un libro que se abre a diferentes lecturas. Cargado de paisajes exóticos, vegetación exuberante, rostros enigmáticos y escenas que parecen tomadas de la fantasía, nos revela también el otro rostro del personaje, su otro yo. El hombre rudo, el boxeador refleja, en su faceta de fotógrafo, la ternura y el amor a la vida y la naturaleza, la curiosidad infantil que nunca nos abandona del todo y que retorna en los momentos íntimos en que una imagen capta nuestra atención total y nos transportamos hacia nuestra interioridad, ese momento decisivo en que la imagen nos seduce hasta el grado de fundirnos con ella, intentando aprisionar la fugacidad del instante.

Las imágenes captadas por Sulaimán se deslizan entre la frescura y la suavidad, lo cotidiano y lo exótico, el desierto y el valle, el camello y el nopal en un intento, quizá, de integrar en su mundo interior al árabe y al mexicano que lleva dentro.

Desfile multicolor de formas y texturas que se deslizan hacia el interior con un ritmo pausado, lento, que nos incitan a la ensoñación, de Capri a Biblos, de Damasco a Marraquesh, de Katmandú a Beijing, en un viaje atemporal para desembocar en Xilitla y llegar hasta Mérida, Yucatán.

Rostros bellos y enigmáticos, así como escenas entrañables se revelan ante la lente de Sulaimán. Rostros que nos hablan de otros lugares y otros tiempos, formas de vida que reflejan otros lenguajes y otras simbologías. Historias ancestrales que se reflejan en los gestos, en las diversas formas de vida, en sus calles y ciudades, sus vestimentas y sus costumbres.

Rostros de niños que miran como queriendo contar historias que hablan de ellos a otros niños del mundo. Belleza de la diversidad en la naturaleza y de las distintas razas a lo largo del planeta. Las fotos de Sulaimán parecen invitarnos a descubrir lo bello que aún queda en nuestro mundo.

En un inicio de siglo convulsionado por guerras fratricidas, amenazas de recesión mundial, corrupción sin límite y desastres ecológicos que nos consternan y desalientan, resulta gratificante ver el revés del lado negro de la humanidad y poder contemplar bellas imágenes de una pareja caminando en Marruecos, unos pequeños chinos sonrientes, el bellísimo rostro de una niña paquistaní tomada de la mano de su padre; tailandeses ensimismados trabajando en su telar, el bullicio de un mercado en Marraquesh o los hermosos ojos de una joven hindú.

Imágenes sugerentes, enigmáticas algunas, elocuentes otras, que reflejan mundos diversos, distintas culturas, diferentes costumbres, pero que hablan todas de la riqueza de lo humano. Imágenes que incitan a la fantasía y a la comunicación con nuestro mundo interior.

En su trabajo como fotógrafo José Sulaimán se desdobla, se encuentra a sí mismo y dice de él y de su interioridad, de su historia y de su raza, de su sensibilidad y sus amores, de sus sueños y sus realidades.