VIERNES Ť 15 Ť JUNIO Ť 2001

Ť El director del INEA recomienda leer a Fukuyama y Drucker

Saber, verse bien y tener contactos relevantes, clave del éxito: De la Peña

CLAUDIA HERRERA BELTRAN

Para Ramón de la Peña, responsable de la educación de 32 millones de mexicanos, la clave del éxito es "saber, verse bien y tener contactos relevantes". Ante la pregunta de cómo alcanzar el éxito, respondió a decenas de jóvenes que lo escuchaban tarareando la canción del argentino León Gieco: "Sólo le pido a Dios que el dolor no me sea indiferente, que la reseca muerte no me encuentre..."

En una conferencia que ofreció a becarios del Conalep, el director del Instituto Nacional para la Educación de los Adultos recomendó leer a Fukuyama y a Peter Drucker, Los siete hábitos de la gente eficaz, y cerró con El principito por aquello de que la rosa vale por el tiempo que se le ha dedicado.

A los 168 asistentes al curso los invitó a ejercer su liderazgo, porque "ustedes son importantes y están destinados a guiar gente".

El presidente del Consejo Nacional de Educación para la Vida y el Trabajo (Conevyt), a cargo de la enseñanza a millones de mexicanos analfabetas, sin primaria o secundaria completas, durante hora y media, según el mismo auditorio, se convirtió en "gurú" de la superación personal.

Anunciada como una plática sobre el espíritu emprendedor y la calidad en la competencia laboral, la reunión con los alumnos pareció más un rito de iniciación para jóvenes que aspiran a ser triunfadores.

Hasta el nombre del acto, realizado en un hotel del Paseo de la Reforma, parecía reflejar los nuevos tiempos: Segundo Congreso Nacional de Becarios: Juventud y Liderazgo Profesional. Asistieron invitados como la alpinista Karla Wheelock, que ofreció la charla Conquista tu propia cima, y otras sobre temas como nueva visión empresarial y la nueva actitud hacia la calidad.

Actitud de superación

En su intervención, De la Peña, quien fuera durante 15 años rector del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey, hizo a un lado la tradicional imagen de la autoridad que habla de política educativa y se dedicó a inyectar fuerza positiva a muchachos que llegaron atraídos con una promesa: "tener una actitud de superación constante".

Las primeras palabras del ingeniero químico con maestría por la Universidad de Wisconsin fueron para levantar el ánimo de su atento público. "Ustedes son importantes" porque forman parte del grupo de mexicanos que tiene oportunidad de estudiar, y no de aquellos que definió como sus clientes, que no lograron concluir la secundaria.

Para convencerlos de que "la calidad se practica y no se platica", contó uno de esos chistes en el que los personajes son un francés, un japonés y un mexicano, a los que se les concede un deseo. El francés, dijo, solicitó un buen vino; el japonés, que los medios de comunicación difundieran una plática sobre calidad, y el mexicano -que describió como "listo, innovador y carismático"- pidió que lo maten porque ya está cansado de pláticas de calidad.

Ante los entusiasmados asistentes, que aplaudían cada fábula y cita célebre de los magos de la superación personal, confesó que el mejor tesoro que le dieron sus padres es la educación. En seguida preguntó a los muchachos si quieren ser unos fracasados. "¡Noooooo!", exclamaron.

Luego vino la lista de recomendaciones de lecturas. The challenge, de Mahatir Mohamed; Confianza, de Fukuyama; En busca del sentido de la vida, de Xavier Scheifler; Innovación y espíritu emprendedor, de Peter Drucker.

Preocupado por transmitir sus dones de triunfador contó la fábula de las ocho monedas, en la que cada una significa diez años de vida. Aseguró que a él le quedan tres monedas, y pidió a los jóvenes que cuidaran las suyas porque las tienen casi todas.

Con su micrófono en la mano se paseaba por todo el salón, movía las manos, trataba de dominar el escenario.

Y siguieron las parábolas. "El automóvil más valioso que tienen es el que traen puesto". Y luego dio una de sus fórmulas para obtener el éxito: saber, verse bien y tener contactos relevantes. Luego recitó una plegaria irlandesa: "date tiempo para trabajar, para pensar, para leer, para jugar, para amar y ser amado, para compartir, para reír, para construir..."

Mientras el funcionario provocaba a los alumnos y preguntaba si alguien quería ser un fracasado, aparecían en una pantalla consejos para ser un triunfador. Y los invitó a decir: ¡Sí puedo! ¡Sí puedo!

En esos más de 90 minutos apenas hizo una breve referencia al Plan Nacional de Desarrollo, y afirmó que el propósito central de este gobierno es hacer de la educación el gran proyecto nacional.

Al final, una joven le preguntó qué es el éxito, y fue entonces cuando De la Peña entonó su canción.