VIERNES Ť 15 Ť JUNIO Ť 2001
Ť Envían a la Duma iniciativa drástica y controvertida
Pretenden pena de muerte para secuestradores en Rusia
JUAN PABLO DUCH CORRESPONSAL
Moscu, 14 de junio. El problema de los secuestros, como cotidiana expresión de la inseguridad, no alcanza en Rusia, ni con mucho, la dramática dimensión que tiene en México. Sin embargo, ya ahora el servicio federal de seguridad, el FSB, quiere impedir el auge de la industria del secuestro y realiza un intenso cabildeo entre los diputados de la Duma -la Cámara baja del Parlamento-, para sacar adelante una solución tan drástica como controvertida.
El general Guennadi Soloviov, director adjunto del departamento de defensa del régimen constitucional y lucha contra el terrorismo del FSB, presentó oficialmente la iniciativa de restablecer en Rusia la práctica de juzgar en rebeldía a presuntos delincuentes, muy en boga en el periodo de represión estaliniana de los años 30.
La propuesta del FSB, sometida a consideración de los diputados de la Duma durante una reciente audiencia sobre la desaparición y retención de personas en Chechenia, presupone condenar a la pena de muerte a los secuestradores y desconocer, al menos en este caso, los compromisos asumidos por Rusia frente al Consejo de Europa, en particular la moratoria sobre las ejecuciones, que hasta la fecha son cambiadas por cadena perpetua.
El FSB no se queda ahí y plantea que la medida carecería de sentido si no se acompaña de la posibilidad legal de ejecutar, donde y cuando sea posible, en operaciones sujetas al criterio de los servicios secretos, a cualquier condenado a muerte en rebeldía como presunto secuestrador.
Las ejecuciones, sustentadas en veredictos judiciales emitidos en ausencia del acusado, se remontan a la época de Stalin, pero siguieron aplicándose de manera masiva hasta 1958, principalmente por motivos políticos. Después, se efectuaron sólo en "casos excepcionales" y se prohibieron apenas en 1991.
Ciertamente, desde comienzos de los 60 y hasta la desaparición de la Unión Soviética, ese tipo de ejecuciones sumarias, por lo común, se llevaban a cabo contra personas que se presumía habían incurrido en el delito tipificado como alta traición a la patria y que, tras burlar mil controles, habían logrado exiliarse en otros países.
Y aunque el KGB, antecesor del FSB, no tenía por costumbre revelar los detalles de esas operaciones especiales, existen no pocos testimonios que confirman que la mano de la justicia entonces soviética tuvo mucho que ver en la "extraña" muerte de varios espías, que se pasaron del otro lado.
No se trata, entrado el siglo XXI, de volver a los pinchazos con paraguas envenenados en alguna concurrida calle de cualquier capital europea, que el ex general del KGB Oleg Kaluguin, residente desde hace varios años en Estados Unidos, describe en sus memorias, por citar una sola fuente.
Era, sostiene Kaluguin, una manera "muy efectiva" de eliminar "enemigos", pues el veneno, fruto de décadas de investigación en los laboratorios del KGB, no dejaba huella y presentaba un cuadro clínico semejante al infarto, haciendo imposible detectar las causas reales del fallecimiento en una autopsia.
Acorde con los tiempos, y sabedor de que el creciente rechazo en la sociedad a la incipiente industria del secuestro abona el terreno, el FSB reclama el derecho de ejecutar sin mayores sutilezas de laboratorio a cualquier persona que sospeche como secuestrador y que, para guardar las formas, sea condenado a la pena de muerte por una corte.
El general Soloviov está convencido que habrá secuestros mientras haya familiares de las víctimas que sigan pagando rescates y, por eso, sostiene que el FSB debe tener vía libre para combatir el mal.
Es prematuro saber si la propuesta del FSB se convertirá en proyecto de ley y, todavía más, si los diputados de la Duma le darán o no al servicio federal de seguridad esa facultad de acabar con los secuestradores a puro plomazo.
Por si acaso, la página oficial del FSB en Internet empezó a incluir una sección de "šSe buscan!", que contiene fotos y datos de presuntos secuestradores y terroristas, en su mayoría de origen caucasiano.