viernes Ť 15 Ť junio Ť 2001

Silvia Gómez Tagle

A un año del 2 de julio, Ƒdéficit de democracia?

Apropósito del primer aniversario del 2 de julio me parece interesante hacer un recuento de los avances y los faltantes en este proceso de transición mexicana del que hemos venido hablando hace casi 30 años. ƑHasta dónde hemos llegado y qué nos falta? ƑPor dónde habría que empezar? A pesar de que todavía faltan varias semanas, he adelantado estos comentarios en memoria de Jaime González Graf: gran amigo, maestro, investigador y siempre entusiasta defensor de nuestra democracia.

La alternancia en la Presidencia de la República significa un paso definitivo hacia la transición, porque rompió el doble liderazgo que había tenido el presidente: sobre su partido y sobre el Congreso. Esto ocurrió sin que hubiera un pacto previo entre el PRI y los otros partidos para ceder la Presidencia; sin embargo, el cambio se dio por el resultado electoral claramente favorable a Vicente Fox y también porque tanto el presidente Zedillo como su partido aceptaron acatar ese resultado. Hay que recordar que apenas doce años antes prefirieron "tirar el sistema" (de cómputo de votos de la elección presidencial) que arriesgarse a contar los votos de una elección en la cual existía la probabilidad de perder. Esto hace una diferencia inmensa que radica fundamentalmente en un pacto no explícito de respeto al voto, que se expresó en la reforma electoral de 1966 en la que adquirieron autonomía del presidente tanto el Instituto Federal Electoral como el Tribunal Electoral del Poder Judicial. Desde mi punto de vista el pacto fue implícito, porque en el discurso político nunca se reconoció explícitamente que el control del Poder Ejecutivo sobre los órganos electorales tuviera como propósito la manipulación directa o indirecta de los resultados electorales.

Pero, a fin de cuentas, después de la reforma de 1966 el modelo constitucional es el mismo en términos generales desde 1917; el marco legal ha permitido hablar de un régimen democrático de pleno derecho, por eso a la hora de la transición han sido escasos los cambios importantes en el diseño constitucional. Siempre han existido varios partidos políticos y se ha convocado a elecciones con regularidad; no obstante, mientras el PRI tuvo la Presidencia pudo garantizar al presidente el apoyo a su política, mientras que éste podía darle la continuidad en el poder. Quizá por eso la discusión sobre la transición mexicana se ha dado fundamentalmente en torno a la forma de organizar las elecciones y la autonomía de las autoridades electorales y jurisdiccionales en materia electoral. Ahora que se ha alcanzado un grado de confiabilidad electoral aceptable, se pueden empezar a discutir otros aspectos del sistema político que habría que modificar para consolidar el régimen democrático y que antes no se consideraron prioritarios para lograr eso que hemos llamado "transición". De hecho podría discutirse todo, desde el sistema de partidos: Ƒcuántos son necesarios y en qué condiciones?, hasta la conveniencia de cambiar de un sistema presidencialista a uno parlamentario.

Pero también es necesario reflexionar sobre lo que resulta más urgente en una nueva reforma electoral, que complemente los cambios que ya están en proceso, dando la oportunidad a que efectivamente se consoliden los aspectos positivos como es el sistema de tres partidos fuertes que ya existe. Esto supone pensar la democracia como un sistema de pesos y contrapesos, donde no hay soluciones buenas de una vez y para siempre.

Ni Fox ni el PAN han podido ejercer el poder como lo hicieron sus antecesores priístas. Por eso ahora un régimen que descanse en una figura presidencial fuerte, puede ser adecuado si se toma en cuenta los grandes desniveles que existen entre las entidades de la República y la necesidad de impulsar políticas federales que tiendan a poner en un plano de mayor equidad a todos los mexicanos. Pero debe existir un Poder Legislativo autónomo que ponga límites institucionales a muchas decisiones que todavía están en manos del Ejecutivo con un gran margen de discrecionalidad.

Algo similar ocurre con el sistema de partidos; entre 1991 y el 2000 hubo cuando menos diez o doce partidos registrados en diferentes momentos, muchos perdieron el registro en una elección y lo recuperaron en la siguiente; sin embargo, en la última elección federal se han perfilado tres grandes organizaciones bien diferenciadas: PRI, PAN y PRD. ƑSerá necesario abrir de nuevo el sistema de partidos? Su fragmentación excesiva podría conducir a que disminuya la competitividad en vez de fortalecerla; si los partidos reciben financiamiento público, al incrementarse el número de partidos que goza de ese beneficio muchas veces se crean organizaciones artificiales, sin un verdadero sustento en la sociedad y que sólo sirven para simular la pluralidad del sistema, pero de hecho contribuyen a fortalecer el autoritarismo.

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