Ť Mi libro se caracteriza por una deliberada dispersión, señala el escritor
El mensaje devastado ''pone en tela de juicio el concepto de autor'': Adolfo Echeverría
RENATO RAVELO
El mensaje devastado empezó como el ejercicio desvariante de la escritura sin centro, solamente voz que se repite a sí misma en diferentes tonos, con motivo de ocurrencias, y culminó en forma de libro que intenta y casi logra, que cada texto parezca de un autor diferente, en lo que termina por ser una interesante reflexión acerca del oficio de escribir, un cuestionamiento al concepto de autor.
Adolfo Echeverría (DF, 1964), autor del volumen que la noche de este miércoles presentaron Salvador Elizondo, Jaime Moreno Villarreal, Luis Roberto Vera y Rafael Pérez Gay en Casa Lamm, comenta acerca de su libro: ''Surge a partir de la identificación de límites personales para desarrollar ciertas ideas''.
Penetrar territorios de la lengua
Echeverría estudió literatura comparada en la universidad de la Sorbona en París, luego de cursar la licenciatura en Letras modernas en la Universidad Nacional Autónoma de México. Es autor de los libros de poesía Joven sibila, Ciudad muerta, Itinerario y Los nombres del árbol.
Su origen, agrega, ''está planteado como ejercicio retórico y poético. Tenía algunas ocurrencias, pero me di cuenta que no tenía los elementos para desarrollarlas. Así, lo hice a través de una serie de reglas''.
La principal fue, explica, ''acercarme a temas alejados de mí con tonos lejanos a mí. Penetrar o tomar por asalto territorios de la lengua que no me fueran propios y de los cuales tuviera que apropiarme con violencia''.
Un ejemplo de los textos que contiene El mensaje devastado:
''Corregía, retocaba una y otra vez cada página; pulía, afinaba y refinaba cada frase; calibraba, sopesaba cada palabra ?tenaz, incansablemente.
''Nadie como él para cultivar el error con tanta dedicación, para celebrar el desatino con tantos miramientos'' (Trabajos forzados).
A los tres textos de ensayo, descubrió Echeverría, ''advertí que había una poética que pone en tela de juicio el concepto de autor. El libro no tiene una unidad, en vez de buscar la unidad articulada, formal, busqué deliberadamente una dispersión. Es un libro sin centro, cada texto es excéntrico. La idea que no se logra del todo es hacer como que cada texto está escrito por un escritor distinto. En lugar de que cada texto consolide la imagen de un autor, ésta se dispersa, cada texto pone en duda el autor del anterior.
-¿Cuánto tiempo te llevó la escritura?
Hace años lo inicié y hace dos lo entregué a la editorial. Todos los textos son muy breves. Algunos resultaron como pequeños cuentos, otros son reflexiones de corte filosófico y unos más poemas en prosa.
Invención de una voz
-¿Es tu libro más libre?
-En ejercicios anteriores, más cercanos a la lírica había buscado una unidad temática. Y en este encontré mucho placer disfrazándome, un poco como el actor que se hace de ciertos instrumentos para hacer sus interpretaciones. Es un proceso que no se logra del todo.
-¿Plantea peligros imitar tantas voces y que se olvide la propia?
-De hecho hay un texto que referencialmente alude a ese peligro y es que, como dices, te puede llevar al grado de la despersonalizacion total. Extraviarte en esa pluralidad de voces, hay un riesgo.
''Después, tengo la idea que el peligro no es necesariamente más grande que el contrario, que es inventarse una única voz. Esa es igualmente artificial, incluso algunos poetas que tienen una voz personalísima, en realidad se trata de una invención.
''Escribir, creo, implica neutralizar al hablante que soy en la vida cotidiana. Y cuando parece que escribimos como hablamos es cuando el ejercicio es más retórico.''