MIERCOLES Ť 13 Ť JUNIO Ť 2001

Ť Café cortado, nuevo libro

Al escribir, uno pierde su identidad, dice Mónica Lavín

ANGEL VARGAS

La historia irresuelta del asesinato de su abuelo paterno, un finquero español que vino a ''hacer la América" a Chiapas, a principio del siglo pasado, sirvió a Mónica Lavín de detonador para su más reciente novela, Café cortado (Plaza & Janés).

En ella, la narradora y periodista se vale de dos tiempos y dos espacios distintos, el México de la Revolución y la España de finales de siglo XX, para desentrañar una serie de encuentros y desencuentros amorosos, producto de la fatalidad del destino.

Un abogado mexicano, frustrado aspirante a escritor, es comisionado en Santander, España, para investigar una empresa naviera. En su indagación descubre en unos archivos de principios del siglo XX, la clave de un amor irrealizado, primera pieza de un juego con ''tono trágico" cuyo escenario serán las haciendas cafetaleras erigidas en la exuberancia del Soconusco, Chiapas, y donde los que se aman no se acercan y los que se desprecian sí lo hacen.

Si bien el punto de partida de esta novela le atañe directamente en lo personal, Lavín refuta que se trate de un libro biográfico. Incluso, subraya, que para marcar aún más la distancia en ese aspecto, decidió que el personaje propiciador de la convergencia de las dos épocas -el abogado mexicano- fuera del sexo masculino.

Esto último da pie a la también autora de Tonada de un viejo amor para reafirmar su convicción acerca de que la ''escritura carece de género". Y al respecto, explica: ''Cuando uno escribe se pierde toda identidad consigo mismo. Se pone al servicio de lo que se está contando, solamente.

"Decidí relatar a través de un personaje masculino porque deliberadamente quise acentuar esta pérdida de género mientras escribo. Cuando uno escribe se está lejos y cerca de sí mismo a la vez. Cerca, porque el mundo está próximo a la mirada; lejos, porque lo limitado de la visión de uno se ensancha y se adentra a otras experiencias a través de los personajes. Es una forma de descansar de uno mismo."

Incertidumbres y zozobras

También de profesión bióloga, para Mónica Lavín la literatura es un oficio que no se propone resolver el mundo, pero sí entenderlo, y señala que a través de su ejercicio cada autor aplaca su rebeldía y dolor ante nuestra condición de mortales.

En ese sentido, subraya el privilegio que implica ser escritor. Agrega, sin embargo, que la profesión implica un sinfín de incertidumbres y zozobras que, incluso, pueden llegar a ser dolorosas.

''El escritor en un ser vulnerable porque, dice Guillermo Arriaga, escribir es como desnudarse; pocos son quienes lo hacen en público. Escribir es exponerse, es construir amoríos pero también insensateces. Lo vulnera a uno porque siempre se está en busca de seducir a los lectores", sostiene Lavín.

''Tomar un bolígrafo y una hoja en blanco es un acto de cierto masoquismo. Uno se pregunta por qué ponerse más problemas encima además de los que ya se tienen. Y no sólo hay que resolverlos, sino que se debe hacer con la mayor verosimilitud y una prosa poderosa, que las palabras suenen y sean justas las imágenes. Cuando se comienza a escribir es como un empeño insensato, pero la intensidad, el necio empeño vale mucho la pena."