MIERCOLES Ť 13 Ť JUNIO Ť 2001
Alberto Dallal
La danza contemporánea en Monterrey
En proporción con la enorme productividad artística que el arte de la danza (en todos sus géneros, modalidades y obras) se expande, multiplica y florece en este país, es reducido el número de crónicas, historias, críticas y reseñas que aparecen en torno del tema en los medios de comunicación mexicanos y en las colecciones de libros de arte. Por ello, resulta plausible la configuración de una Historia en movimiento: la danza contemporánea en Monterrey, trabajo académico que la investigadora Seme Jatib ha elaborado para obtener su grado de maestría en la Universidad de Monterrey.
Se trata de una bien documentada indagación que describe y revela una prolífica trayectoria de la danza contemporánea. Sus desvelos indagadores nos hablan de que en la ciudad norteña la danza contemporánea ha sido todo un movimiento a partir de la brecha abierta por Jesús Daniel Andrade quien, en 1952, formó un grupo de bailarines que se concentraban diariamente en una clase; son los pioneros que iniciarían las presentaciones del género en los escenarios universitarios.
A partir de 1955 la Universidad de Nuevo León acoge a la pequeña escuela de Andrade y durante un tiempo considerable el maestro y coreógrafo fortalece, no sólo a la danza contemporánea sino a la investigación local en torno de las danzas regionales de Nuevo León. Andrade abre brecha para que Alejandra Serret, en 1os años setenta, lleve la capacitación indispensable y organice un grupo experimental, Exorbio, que mostrará las posibilidades de la danza contemporánea para el tratamiento de temas actuales y para la incorporación de los jóvenes cuadros que darían paso, a veces institucionalmente, a veces por la libre, al florecimiento de espectáculos e ideas.
Notables fueron los esfuerzos de René Gerardo García (salvadoreño incorporado a las huestes de Andrade) quien durante su lamentablemente corta existencia desarrolló incluso una técnica particular denominada Balanza que en la actualidad requiere de una mayor documentación para que se descubran sus cualidades e influencias. Con el apoyo de instituciones oficiales como la Escuela Superior de Música y Danza de Monterrey, la Escuela Carmen Romano, los Cedart y las universidades surgieron grupos y obras coreográficas de inquieta estructuración y versatilidad que revelaron la imparable y autogestiva vocación de la danza contemporánea para mostrarse y reproducirse.
A lo largo de los últimos 50 años, personalidades artísticas como Héster Martínez, Sunny Savoy, Valentina Castro, Ruby Gámez, Judith Téllez, Mizraim Araujo, Lourdes Luna y otros de manera esporádica, como Jorge Domínguez, hicieron posible que en la actualidad, aun con los ''problemas, retos y soluciones'' por localizar y aplicar, la danza contemporánea de Monterrey se propiciara su brillante acontecer.
En efecto, grupos, coreógrafos y bailarines se hallan en pleno movimiento: Cuerpo en Voz, de Talía Leos; Dinámica 7, de Wendy Alencaster; Cuerpo Etéreo, de Brisa Escobedo y Jaime Sierra; Zona Púrpura, de Marlene Solís; Colectivo de Expresión Escénica, de Luis Javier Alvarado e incluso una compañía titular de Danza Contemporánea que trabaja asiduamente con Tonio Torres. Y así sucesivamente: Amento, Los unos y los otros, Teoría de gravedad... Sus trabajos y sus días expresan la enorme separación que existe entre las danzas de un lugar y de otro en este México, país de danzantes, nación de contrastes, que requiere angustiosamente de un mayor número de registros críticos y de investigadores que acompañen, aun posteriormente, esos eventos y experiencias fugaces, notoriamente visuales y profundamente orgánicos que proclaman de manera elocuente y directa la cultura y los modos del ser del mexicano y de todos sus grupos sociales.