miercoles Ť 13 Ť JUNIO Ť 2001
José Steinsleger
Hijos del modelo
entenciado a muerte por quienes se niegan a reconocer que sus valores forman locos y asesinos, Timothy McVeigh murió como un "patriota". Mirando de frente a sus verdugos, sin arrepentirse de haber matado a 168 personas y convencido de que sus ideas representan lo más puro de la sociedad estadunidense.
En octubre de 1986, Jacqueline Stallone, mamá de Sylvester Stallone, declaró a la agencia de noticias Efe: "Sylvester quiere para mí el estilo de vida de una estrella de cine. Pero yo tengo otros planes; he revisado la carta astral de él y creo que algún día voy a ser una mujer muy importante en este país. Voy a ser la madre del presidente de Estados Unidos; ése es el futuro que me aguarda".
Tim McVeigh contaba entonces 18 años y sería ingenuo creer que no admiraba las actividades terroristas del coronel Olivier North en América Central o no soñaba con ser Rambo y Rocky, personajes que de John Wayne a Chuck Norris, pasando por Ronald Reagan y Charles Bronson, empuñan las armas para demostrar que las instituciones de America, the beautiful son poco operativas y contradictorias con las leyes que mitifican la acción individual.
La señora Stallone leyó mal la carta astral de su hijo. Porque no fue Sylvester sino el actor republicano Arnold Schwarzenegger, de origen austriaco y confeso admirador del neonazi Haider, quien a fines del año pasado anunció a la revista alemana TV Movie que aspira a ser elegido gobernador de California. Y si de allí salió el cowboy Ronald Reagan... Ƒqué se trae Terminator 1 y 2 al decir que practicaría una "política limpia" en caso de ser elegido?
En las filas de la tecnocracia neoliberal y la lumpenintelectualidad de América Latina quedan personas que frente a hechos como la bomba de Tim McVeigh ven meros epifenómenos de la realidad, cometidos por mentes de "fanáticos aislados". Verdad a medias. Pues podría ser que, asimismo, tales actos expresan y conforman la esencia de los valores que la cultura de Estados Unidos, hegemónica, irradia al resto del planeta: primero yo.
Tim McVeigh equivocó el camino. Empero si en lugar de militar con los neonazis de las Milicias de Michigan hubiese militado en el Partido Republicano, sus ideales hubiesen sido muy cercanos a los de la familia Bush y el gabinete de orates que preside el imperio: la idea de que el Estado le saca el dinero a los que realmente trabajan para dárselo a los pobres, el desprecio de las Naciones Unidas vistas como "enemigo", la necesidad de acabar con los globalifóbicos, la lucha contra el feminismo, el derecho al aborto, las minorías étnicas o la urgencia de reflotar la guerra de las galaxias.
Tan así es que el FBI pensó en la "pista islámica" cuando el edificio de Oklahoma se vino abajo. Y fue doloroso aceptar lo contrario: que el enemigo era de casa, formado y entrenado en casa, gracias a la despiadada facilidad que en casa tiene cualquiera para aniquilar al semejante.
"Una bomba en Nueva York es sólo una bomba en Nueva York, cuya naturaleza extraorbital no representa el alma de Estados Unidos", escribió Vicente Verdú. "En Oklahoma -añade- una ciudad heredera de los cowboys, en la Middle America, es un atentado contra el corazón doméstico de la clase media. Simbólicamente, la bomba no estalló en un edificio oficial, sino en el empapelado cuarto de estar americano. A partir de ahí, ya no hay lugar para refugiarse".
A fines de diciembre de 1984, en el día de los Santos Inocentes, me encontraba en Washington, D.C y una escueta noticia en la prensa llamó mi atención. Frente a la Casa Blanca, el servicio de basura había recogido el cadáver congelado de un hombre que los homeless (sin hogar) identificaron con el nombre de Jesse Carpenter, con 22 años viviendo en la calle.
Sin embargo, Carpenter no acabó en la fosa común. Los servicios fúnebres incluyeron guardia de honor militar, salva de cañones, ceremonia de entrega de bandera y toque de silencio en el cementerio nacional de Arlington, cerca de la tumba de John Kennedy. La patria de la doble moral veneraba así a quien en 1944, a los 21 años, había recibido la medalla de bronce y otras condecoraciones como héroe de la Segunda Guerra Mundial.
Oficial en la Guerra del Golfo (1990), Tim McVeigh también tenía su medalla de bronce. Pero al igual que Jesse Carpenter, y seguramente que por otros motivos, no se enorgullecía de ella.
Al regresar de Medio Oriente, en lugar de alistarse en alguna de las tantas organizaciones de mercenarios, como la Dyncorp o Recursos Militares Profesionales (MPRI) de Virginia (a las que el Departamento de Estado y el Pentágono recurren cuando necesitan de sus servicios en el mundo), Tim McVeigh abrió una página en Internet, anunciándose con el nombre de Mad Bomber o bombardero loco. Su consigna era: "destruyamos al gobierno o muramos en el intento... šBoom!"
Tras el atentado de Oklahoma, Bo Gritz, dirigente de uno de estos grupos de neonazis, declaró al programa 20/20 de la cadena ABC: "La bomba de Oklahoma es Rembrandt, una obra maestra en la que se conjugaron la ciencia y el arte".
Cosas de la "democracia".Ť