MARTES Ť 12 Ť JUNIO Ť 2001

MELON

Memorias de antier

Ť Luis Angel Silva

CON EL FALLECIMIENTO del maestro Juan Bruno Tarraza se va gran parte de la historia de la vida nocturna en este México de mis amores. Una vida nocturna que alguien guillotinó sin piedad, lo que obligó a inventar a los empresarios que vieron limitados sus horarios de funcionamiento. Poco a poco las verdaderas figuras desaparecieron.

UN PERSONAJE INDISCUTIBLE en esa época llamada "de oro" del espectáculo en esta capital lo fue sin duda el maestro de Caibarien que, con su calidad, apareció en películas, teatros de revista, producciones en cabarets. Los empresarios tenían que esperar a la terminación de un contrato para poderlo tener en sus locales. De esta manera, ininterrumpidamente tenía trabajo año tras año, con inusitado éxito.

ANTES DE PERTENECER al grupo de Juan Bruno, su persona me era familiar en compañía de Toña La Negra y Olga Guillot -en su primera visita a nuestro país donde en el teatro Follies pude escucharle En nosotros, bolero bellísimo de Tania Castellanos-, y una revista en el Waikikí donde Benny Moré brillaba con luz propia. Allí actuaba una belleza de las de verdad, no como las de ahora (hechas a la medida), con el nombre artístico de Manya Rosay que paraba la respiración de los noctámbulos de aquellos años inolvidables.

MAS TARDE CUANDO ingresé al conjunto de Tarraza, en el Follies y en el Salón Versalles del Hotel del Prado, comprobé su calidad musical y humana. Recibíamos un trato finísimo y sueldos inusitados para aquel entonces en que un traje de casimir inglés costaba 300 pesos. Desgraciadamente, para relatar lo que fue ese México necesitaría el volumen del directorio telefónico en sus dos secciones. Pero intentaré dar una probadita de lo que por fortuna viví.

FUNCIONABAN VARIOS TEATROS de todos los estilos, así como cabarets, salones de baile y cines. Aunque usted no lo crea, todos se llenaban, tenían precios para todos los bolsillos y satisfacían los gustos de un público conocedor y exigente a más no poder. También eran conocedores los que escribían de la farándula como el gran Shubert, que laboraba en El Redondel y al cual recuerdo con gran cariño.

BENY MORE ESCRIBIO un número llamado Las mangoleles en el que nombra a la mayoría de bellezas que adornaban los espectáculos presentados en teatros y cabarets. Por supuesto, está en primerísimo lugar Tongolele que sigue estando como "Querétaro las pirinolas", dicho esto con el mayor respeto, ya que a estas alturas del partido, con qué objeto.

LO QUE AHORA es el Eje Central tenía varios nombres. De sur a norte, primero se llamaba Niño Perdido; después, San Juan de Letrán hasta Avenida Madero; en seguida Angela Peralta hasta Tacuba; luego, Aquiles Serdán hasta Belisario Domínguez, para terminar con Santa María la Redonda hasta llegar a la Aduana de Santiago Tlaltelolco, donde se podía desayunar sabroso.

ESTO, QUE SE CONOCIA como el Broadway mexicano, principiaba con los teatros Río y Cervantes, por el rumbo de Salto del Agua; el cabaret Faja de Oro, más tarde Siglo XX, y en la acera de enfrente el Circo Atayde; más adelante en Vizcaínas, el Casablanca y el Club Verde. En un perímetro de tres o cuatro cuadras también estaban el Macao, el Club 80, el Bagdad, más tarde Mil y una Noches. Al seguir por el Eje, el Social junto al Cine Avenida frente al Cinelandia, que eran especialistas en caricaturas. Ya en Santa María la Redonda, el Estambul, el cine Isabel y los carabets El Jacalito, El Bombay y el Can Cán, que se adelantó al Lobohombo donde también otros estúpidos bajaron la cortina provocando una tragedia. Eso corrobora lo que dice José José: "Cuídate de los pentontos o tontejos, con iniciativa". Luego, estaba el cine Apolo que tenía un aforo enorme.

POR POQUITO ME PONCHO, pero mi memoria me llamó la atención. También puedo platicarle de la carpa Colonial donde Palillo campeaba por sus respetos. Enfrente había un restaurante llamado El Faro que servía de refugio y lugar de contratación de tríos y trovadores. Más adelante estaba el Cineac; luego, el Margo que se ubicaba en el mismo lugar donde ahora se encuentra el Blanquita. Antes de llegar a Garibaldi había un solar que albergaba a unos juegos mecánicos, y a la carpa Petit. Junto estaba el famoso Teatro Follies, feudo del Chato Guerra y don Guillermo Vallejo.

EN LA CALLE GUERRERO de norte a sur funcionaban la famosa Locomotora, los cabarets Atzimba, Camelia, el Jardín, el Olímpico y el Golpe, lugar muy original pues estaba decorado como arena de box. Después de la Avenida Hidalgo, Guerrero cambiaba a Rosales donde estaba el Tabarís, más tarde Latino. Ya en Bucareli, el Mascarada, luego Lluvia de Estrellas, y en Reforma 13, el famosísimo Waikikí.

ME FALTO HABLAR de los salones de baile, así como los teatros Lírico y Esperanza Iris, ahora Teatro de la Ciudad, pero prometo hacerlo en otra ocasión.