MARTES Ť 12 Ť JUNIO Ť 2001

Ť Teresa del Conde

Las buenas magdalenas de San Carlos /y II

Para fortuna nuestra, varias de las mejores pinturas que se exhiben en el Museo Nacional de San Carlos con el tema de La Magdalena, pertenecen al acervo del propio recinto. Por eso considero que la opción de organizar la muestra bajo esa denominación es una medida inteligente. Incluso la obra que da entrada a la exposición es una joya. El tema está referido a la Resurrección de Lázaro, quien como se recordará, era hermano de Marta y de María de Betania. El hecho milagroso (posiblemente Lázaro sufrió de una catatonia prolongada) tiene lugar en una ciudad flamenca que es delicia de ver, con el horizonte alto, el paisaje, el estanque y los edificios típicos de la arquitectura flamenca del siglo XV situados a derecha e izquierda del suceso, que tiene lugar en una bocacalle, en medio de la ciudad. Todos los personajes que lo presencian van vestidos con paños y brocados de la región, que alcanzó su riqueza comercial en buena medida gracias a esa industria, sin rival en la Europa de aquellos tiempos.

El cuadro es anónimo, pero no importa, se ha atribuido a un maestro de la Sibila Tiburtina y es de fines del siglo XV. Jesús, que es quien, como todos saben, efectuó esa resurrección que preconiza para la historia evangélica la suya propia, no tiene aquí aureola y se encuentra flanqueado por un sujeto cuya fisonomía es idéntica a la suya. Se trata de su hermano Santiago, porque pese a que esta situación es poco conocida (aunque está debidamente historiada por Flavio Josefo), Jesús, el Mesías, tuvo varios hermanos, pero quien más se le parecía era Santiago, que fue uno de sus más leales seguidores. También aparece allí San Pedro, igualmente sin aureola.

Pienso que el autor de este cuadro fue sumamente inteligente, pues si está representando una escena que tuvo lugar durante la vida de Cristo, los personajes, que aún no acceden ni a la condición gloriosa (en su caso) ni a la santidad, mal podían tener como atributo la aureola.

No debe extrañarnos el hecho de que el milagro quede ubicado en una ciudad del norte. Así se representó la Crucifixión en múltiples ocasiones y eso resulta especialmente interesante, porque podemos darnos cuenta de que existieron usos arquitectónicos y urbanísticos que se preservaron por mucho tiempo en los Países Bajos. Tan es así que la Virgen del Canciller Rolin (de Van Eyck, en el Louvre) se ubica en un interior que deja ver el paisaje urbano a través de la ventana.

ƑY como no recordar las arquitecturas en los cuadros de Jan Vermeer de Delft que vivió mucho después? (1632-1675). Había en esos tiempos un cariño moroso, detallista, preciso, dirigido a la representación de estos bienes, ya sean edificios, arbolillos, el río, los enseres de los ajuares domésticos, tan perceptibles en los cuadros en los que La Magdalena se encuentra representada con sus joyas, en un interior.

De las obras en préstamo, llama la atención por su buen nivel y por el acto que perpetra la mujer, ya convertida en Magdalena Penitente, está la de Caspar de Crayer (1584-1669) que empieza a renunciar a las vanidades mediante el acto de cortarse el pelo con unas enormes tijeras, posiblemente de sastre. Aquí el ropaje es particularmente fino. Sobre el blusón blanco, la joven mujer lleva un tapado de seda gris cálido, estriado de bermellón desleído. El ajuar de la Magdalena de Abraham Bloemaert (1564-1651) es lujoso en extremo, pero a pesar de que la expresión de su rostro es dolorida, ella, a pesar de que ostenta ya el frasco de alabastro, tan sólo acaba de iniciar su arrepentimiento, pues su faldón, sostenido con botoncillos primorosos, le deja descubierto un muslo (excesivamente grueso) casi hasta la ingle.

Una de las piezas maestras de la exhibición pertenece al acervo de San Carlos y es de Zurbarán, se trata, en cuanto a composición, de una variante del cuadro La casa de Nazareth o los presagios de la Virgen que se encuentra en el Museo de Cleveland.

Hay dos copias de la Magdalena en éxtasis del Caravaggio que se exhiben juntas: una del marsellés Louis Finson, fechada ca. 1613 es muy famosa y proviene del Museo Cantini, pero la otra, anónima, es infinitamente mejor. La fecha adjudicada a está es equivocada (1580) puesto que el original (si es que lo es, porque ese cuadro, de colección particular en Roma ''hizo marca'' y está entre sus obras más copiadas) data de 1606, según han constatado todos los especialistas. En 1580 el Caravaggio tenía 8 años de edad.