martes Ť 12 Ť junio Ť 2001
Marco Rascón
Medios y costos
En 1999 el Congreso de la Unión aprobó un gasto de más de 9 mil millones de pesos para financiar las elecciones del año 2000. De esos recursos, distribuidos en prerrogativas a los partidos, más la promoción del Instituto Federal Electoral, 70 por ciento de ese dinero fue a parar a Televisa, Tv Azteca y sus filiales, y de la Camara de la Industria de Radio y Televisión (CIRT) salieron las campañas contra el gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas (1997-99), porque "no tenía una política de comunicación", lo cual quería decir que no gastaba suficiente como gobierno en los medios.
Desde 1997, los monopolios de la comunicación han crecido en poder económico y político de manera ilimitada y no sólo reclaman que el Estado gaste por su conducto, sino que tienen la fuerza para darse baños de salud y fustigar a sus clientes "por los gastos excesivos", es decir, acusan a los gobiernos de lo que ellos cobran. Su regla es: si le das a otros y no a mí, eres mi enemigo; si me pagas, pero también a otros, no hay compromiso y te cobro para no ignorarte.
Rosario Robles pudo responder en ese contexto y explicar que si gobernar es informar, el costo por hacerlo fue de 5.5 pesos por habitante del Distrito Federal. Ninguno de sus defensores ha podido decir que en el ámbito de la competencia política la estrategia fue concentrar los recursos, mismos que anteriormente se ejercieron a través de las oficinas de comunicación de las dependencias, y que también iban a parar a los medios en publicidad pagada.
En sentido estricto, la clase política está hoy en manos de los medios y para sobrevivir requiere comprometerse con ellos, ya que se consideran con la fuerza para fustigar o ensalzar, porque son los que deciden el bien y el mal en la política en voz de unos cuantos locutores que todas las mañanas dictan la moral del país y hacen de sus comentarios decretos de veracidad.
El error de Robles fue cuestionar a un solo medio sin dar elementos para esclarecer el contexto de ese gasto, considerado alto si se ejerció de manera concentrada, pero sumamente raquítico si se hubiese aplicado de manera dosificada, como demandaba la voracidad de los medios, que en venganza porque no fueron contratados, impusieron la comunicación de banqueta.
En el caso del actual jefe de Gobierno, a pesar de pagar centralizadamente, y desde la banqueta, es el único vocero y declarante autorizado que combina gasto con ineficiencia. Rosario pudo haber puesto a discusión la relación entre política y medios, pero cayó en la trampa de personalizar el conflicto.
El costo de la nueva democracia ha beneficiado directamente a los empresarios de la comunicación, porque los gobiernos son sus principales clientes. Todo ello gracias a que se mantiene la misma política de concesiones en beneficio de los monopolios y porque es inoperante el mecanismo de uso del espacio público mediante el impuesto en especie de 12.5 de tiempo de transmisión para el Estado. A pesar del carácter público de las concesiones en medios electrónicos, el Estado mexicano es tratado como un cliente más y hoy se utiliza la "libertad de expresión" como mecanismo cuasi gangsteril para orientar las políticas informativas, hacer políticos favoritos, desaparecer a otros, a partir del flujo de recursos públicos y de los presupuestos que engrosan el patrimonio de las empresas de radio y tv principalmente.
En este sentido, cabe una reflexión: Estado y sociedad carecen de medios propios de comunicación, pues la mayoría de éstos se encuentra en manos de la empresa privada y, por ende, con intereses claramente oligárquicos, conservadores y derechistas, que ahora han hecho de "su" libertad la opresión de todos.
Entre 1997 y 2000 la lucha por la Presidencia fue un gran negocio para los medios de comunicación. Bajo esas reglas y elevados costos en publicidad, influir en ese contexto significaba un gasto que los partidos absorbían a partir de sus prerrogativas o bien salía de los gobiernos locales y el federal. Nadie podría ocultar que todos lucharon por tener presencia y respaldar con la imagen de sus gobiernos a sus candidatos y sus proyectos, y que la pregunta no es sólo cuánto gastaron partidos y gobierno, sino cuántos millones ganaron en esa competencia y el amarradero de navajas.
Poner en orden a la CIRT no será fácil, pues nadie se considera con tal poder para enfrentarla, y si la cámara antes se benefició con el PRI, ahora con la nueva democracia su ganancia es doble. Por ello, la reforma de la estructura de medios y su relación con el poder es hoy tarea de sobrevivencia ética, pues el resultado es un país achicado, donde sólo caben uno o tres escándalos por semana, reflejo de la pobreza política, la soberbia de los medios y el gran negocio de la decadencia porque hoy son un fin y esto se ha constotuido en uno de los principales problemas de México.