Elba Esther Gordillo
Segunda ronda de la tercera vía
No hubo sorpresa en Gran Bretaña. Los pronósticos se cumplieron. El pasado jueves Tony Blair, el flamante primer ministro, pasó la prueba de las urnas: los laboristas obtuvieron 44 por ciento de los votos, contra 32 por ciento de los conservadores, de acuerdo con los resultados de las exit polls de las cadenas de televisión BBC e ITV.
Se trató de una contienda electoral moderna entre dos políticos jóvenes: Tony Blair de 48 años y William Hague de 40; dos líderes que encabezan corrientes históricas de la política inglesa y europea, que además representan dos formas de entender y enfrentar los retos de la unificación europea y de la Unión Europea ante el mundo del siglo XXI.
Se impuso Blair, el carismático líder británico promotor del nuevo laborismo y de la llamada tercera vía -que tiene como ideólogo al prestigiado académico director de la London School of Economics, Anthony Giddens-, quien se convirtió en primer ministro el 1º de mayo de 1997, luego de una aplastante victoria que puso fin a 18 años de gobiernos conservadores.
Trascendente en más de un sentido, ya que con el triunfo del jueves pasado, Blair se convierte en el primer laborista en conseguir un segundo periodo de gobierno y, al mismo tiempo, derrota no sólo a Hague sino al símbolo de los tories: la dama de hierro, Margaret Thatcher, quien acompañó en la campaña proselitista al candidato conservador.
Antes de las elecciones del jueves 7, los laboristas encabezaban la Cámara baja del parlamento inglés con 418 asientos por 165 de los conservadores; a partir de ahora lo harán con alrededor de 410, lo que viene a refrendar el consenso que los ciudadanos ingleses conceden al proyecto político y social enarbolado por el nuevo laborismo de Tony Blair.
La victoria laborista llega tres semanas después de que en Italia (13 de mayo) la derecha conducida por Silvio Berlusconi se impusiera al obtener 368 de los 630 escaños de la Cámara de Diputados y 177 en el Senado, desplazando así al gobierno de centro-izquierda que gobernaba el país.
El nuevo gobierno del empresario de los medios, Berlusconi, se suma a las victorias de Joerg Haider del Partido Liberal en Austria, y de José María Aznar del Partido Popular en España, representantes de una derecha que llega democráticamente al gobierno de sus países.
En contraste con su victoria, Blair contribuye a mantener el equilibrio político en Europa y la fuerza de los gobiernos socialdemócratas, representados por políticos como Lionel Jospin, primer ministro de Francia, y Gerard Schroeder, canciller alemán.
La experiencia electoral inglesa, una de las primeras en el nuevo siglo, arroja valiosas lecciones acerca no sólo de las preferencias del electorado, sino sobre aquello que están reclamando las sociedades a sus gobiernos. En Inglaterra es claro que los resultados electorales constituyen sendo rechazo a los modelos económicos impuestos por los conservadores, al thatcherismo y a sus enormes costos sociales.
El mensaje de la sociedad británica hacia Blair parece ser la reiteración del voto de confianza hacia este nuevo modelo laborista que intenta conciliar las nuevas condiciones de globalización y predominio de la economía de mercado con la consecución de la justicia social y la defensa y actualización de las libertades civiles, entendida no únicamente en términos del disfrute de derechos individuales, sino también como el cumplimiento de responsabilidades para el bienestar colectivo.
No hay que eludirlo: en el fondo de la contienda electoral inglesa, al igual que en otras latitudes, se encuentra la cuestión central de la definición del rumbo del cambio y de su conducción. Tony Blair ha sido identificado como un político pragmático y visionario, portador de una idea de renovación de la izquierda, no únicamente inglesa sino europea. Bajo su conducción, los laboristas se han movido en la construcción de un espacio de centro-izquierda al que han llamado centrismo-radical, identificando claramente el cambio con el progreso y exponiendo una definida visión del futuro.
La postura moderada de Blair lo ha alejado de la vieja guardia laborista y, por lo visto, le ha ganado el apoyo de los empresarios y de los electores ingleses. El reto en este su segundo mandato será hacer realidad la tercera vía.