Yo soy mi propia mujer
Mañana concluye en el Chopo retrospectiva de Rosa von Praunheim3
CARLOS BONFIL
La Filmoteca de la UNAM, en colaboración con el Instituto Goethe y la Semana Cultural Lésbico-Gay, presenta en el Cinematógrafo del Chopo, una retrospectiva del director alemán Rosa von Praunheim. Hoy se exhibe Yo soy mi propia mujer.
Habrá que insistir en el deliberado travestismo onomástico del realizador Holger Mischwitzky, quien elige ser conocido como Rosa en franco desafío a una moral que regula identidades y conductas. Esta primera actitud preside toda una trayectoria artística, muy prolífica, muy desigual, y prácticamente desconocida en México.
Icono cultural de las minorías sexuales en Alemania, contemporáneo de Fassbinder, Lothar Lambert, Monica Treut y Werner Schroeter, el director Rosa von Praunheim provoca un escándalo en 1970 con la cinta No es el homosexual el perverso, sino la sociedad en que vive. Sátira del aburguesamiento gay, la película, de corte documental, elabora todo un catálogo de clichés sobre el homosexual afeminado, de inevitable vejez solitaria, histérico, mañoso y frustrado, que al final descubre, rodeado de seis gurús gays, el milagro de la emancipación homosexual.
A 30 años de distancia esta cinta se ve envejecida e ingenua, interesante sin embargo por su innegable valor testimonial. La retrospectiva no incluye, y es una lástima, Un ejército de amantes, revuelta de los perversos (1978), reunión de entrevistas a escritores y artistas (Isherwood, Rechy y Russo, entre otros) acerca de la homofobia y la conculcación de las libertades cívicas en Estados Unidos.
En las dos últimas décadas, el cine de Rosa von Praunheim adopta un tono fársico, de teatralización panfletaria, que reduce considerablemente su público. Sus cintas se vuelven objeto de culto, eventos esperados en festivales gay, pero la atención es escasa en medios no especializados.
Con todo, él es, en 1985, uno de los primeros directores en denunciar la mezquindad reaganiana que a golpes de moralina evita la contención de una epidemia. Un virus no conoce de moral denuncia la indiferencia oficial frente al sida y el desprecio antihomosexual que reactiva en los medios el entonces llamado "cáncer rosa".
En su característico estilo provocador, Von Praunheim fustiga por igual la interiorización en muchos gays del moralismo de las mayorías, lo que los conduce al autoescarnio, el desprecio de la carne y a la expiación interminable de culpas a menudo imaginarias.
A este reflejo de la simulación y la vergüenza, Von Praunheim opone el elogio de conductas extravagantes, como en Anita Berber, danza del vicio (1987), o en dos estupendas biografías que lleva a la pantalla en los noventa, Yo soy mi propia mujer (1992) y El Einstein del sexo. La vida y obra del doctor Magnus Hirschfeld (1999), justamente las dos últimas cintas del ciclo que aún pueden ver los lectores de esta nota.
Lothar Berfelde nace en Berlín en 1928. Desde adolescente se resiste a convertirse en un viril y aguerrido hitlerjugend. Con el tiempo asume un travestismo radical; cambia su nombre por el de Charlotte von Mahlsdorf y se vuelve militante antinazi. Después de la guerra vive como mujer en Alemania oriental, donde la hostigan los servicios secretos de la Stasi. Ya anciana, recibe una condecoración por su valor cívico al enfrentarse a skinheads golpeadores de inmigrantes turcos.
Madre coraje del movimiento gay alemán, Charlotte figura en Coming out, de Heiner Carow, primer filme homosexual de la República Democrática Alemana estrenado en Berlín oriental el mismo día de la caída del Muro.
En México circula su autobiografía Yo soy mi propia mujer (Tusquets, 1994). El tratamiento que hace Rosa von Praunheim de esta figura casi legendaria en su cinta homónima es emotivo y entusiasta. Cabe destacar el trabajo de investigación documental, la meticulosa descripción del medio berlinés y la coincidencia de actitudes transgresoras en Charlotte y en el propio Rosa.
En esta misma vena de recuperación de la memoria histórica surge El Einstein del sexo, una recreación de la vida de Magnus Hirschfeld (1868-1935), quien en 1928 crea el primer (y único) Instituto de Sexología en Alemania, luego de haber fundado en 1897 el Comité Científico Humanitario para la liberación y el reconocimiento de los derechos sexuales.
Hirschfeld promueve la derogación el artículo 175, que legitima la represión de homosexuales y multiplica en su instituto las consultas sexológicas ?disfunción sexual, travestismo, homosexualidad, fetichismo... (hasta veinte mil consultas en un solo año).
La cinta apenas consigue a ratos superar el tono y factura de un serie televisiva de divulgación cultural; sin embargo, Rosa von Praunheim se resiste a construir un mausoleo gay y anima la narración con desenfado humorístico y arrebatos de melodrama. Muchos conocen el epílogo de esta biografía. Los nazis destruyen el instituto, proceden a la quema de libros de Freud, Reich y Heinrich Mann, para luego perseguir y encerrar a los futuros portadores del triángulo rosa.
Yo soy mi propia mujer se exhibe hoy en el Cinematógrafo del Chopo, y El Einstein del sexo, mañana en el mismo lugar.
La decisión de aplicar a la película Y tu mamá también, de Alfonso Cuarón, una clasificación restrictiva es un abuso de autoridad y un acto de censura.
Es también, a la luz de la publicación de la nueva Ley Federal de Cinematográfica y su reglamento, una señal alarmante. En efecto, uno de los múltiples disfraces de la censura, ese dinosaurio transexenal, es el criterio paternalista que determina, arbitrariamente, qué películas pueden ver o no los adolescentes. En el caso de la política de clasificaciones que plantea la ley, quedan aspectos por aclarar y ambigüedades que en el futuro pueden resultar nocivas para la expresión creadora de nuestros cineastas.
Cuando funcionarios de RTC pretenden impedir que los adolescentes vean Y tu mamá también o Perfume de violetas no están objetando en realidad ni escenas de desnudez ni lenguaje fuerte ni presencia de drogas ni tampoco escenas de violencia (todo lo anterior libremente accesible para adolescentes y niños en la pantalla chica); lo que en realidad les repugna es que adolescentes que inician su vida sexual de modo temprano adquieran conciencia mediante estas películas de realidades y situaciones que a ellos les atañe en primerísimo término: la violencia sexual, en el caso de la película de Marysa Sistach, o el desenfado sexual y la carga de homoreotismo en la educación sentimental de dos varones en Y tu mamá también.
El resto es palabrería y justificaciones torpes por parte de los censores (en rigor, atizadores profesionales del morbo colectivo, publicistas sin sueldo).
La decisión de imponer la clasificación C, "sólo para adultos", a películas esencialmente destinadas a adolescentes es un reflejo más de la voluntad testaruda de la derecha de imponerle a los jóvenes la abstinencia sexual como estilo de vida y una permanente edad mental de ocho años en tanto consumidores de cine y de cultura.
¿A partir de qué edad se les puede hablar a los jóvenes de condón, de violencia sexual o de conductas de riesgo? ¿Hasta que en carne propia hayan padecido los estragos de la desinformación y de la hipocresía moral de sus improvisados tutores?
Es urgente revisar con mayor rigor los desatinos de esta política de clasificaciones, exigir mayor claridad en sus planteamientos, y erradicar de una vez por todas y para bien de todos y todas la práctica de la censura en nuestro cine. CARLOS BONFIL