domingo Ť 10 Ť junio Ť 2001

 Néstor de Buen

Decisiones contradictorias

El miércoles pasado busqué por teléfono a Carlos Abascal. No tuve la suerte de encontrarlo. Me indicaron que estaría fuera de la secretaría todo el día. Trataría de hablarle al día siguiente. Pero cerca del mediodía se comunicó conmigo. Le dije, simplemente, que lo felicitaba con entusiasmo por la solución al tema de la huelga de Aeroméxico. Ya era hora de que se respetaran las verdaderas reglas de juego. No me limité a felicitarlo. Le pedí que también lo hiciera al secretario de Comunicaciones, Pedro Cerisola, a quien le tocan las requisas. Y, por supuesto, al presidente Fox que, con todo y sus viajes, no puede haber sido ajeno a ese milagro.

No me esperaba una solución como la que trajo consigo la huelga estallada y bien estallada por el sindicato de sobrecargos. Reconozco que tengo debilidad por ese sindicato, al que un tiempo asesoré cuando lo dirigía una mujer extraordinaria: Patricia Esnarriaga. Nos tocaron tiempos difíciles, de aquellos en que una empresa de participación estatal mayoritaria era declarada en quiebra, lo que no es jurídicamente posible, sólo para despedir por la libre a los trabajadores y acabar con los contratos colectivos. Después vino aquel mito de "lo mejor de nosotros mismos" que sin quererlo hacía referencia a los trabajadores que habían traicionado a su clase y no habían apoyado la huelga que imprudentemente estalló el sindicato de tierra. Y para colmo de males, se inventó que una sindicatura de la quiebra podía ser por sí misma una nueva empresa. ¡El colmo!

El día en que la huelga iba a estallar me entrevistaron en un canal de televisión y aseguré que esa noche la requisa se produciría exactamente al mismo momento del estallido de la huelga. Y dije que, con toda seguridad, tanto la empresa como el sindicato la esperaban y en el fondo la querían.

Me equivoqué en lo primero. Creo que no en lo segundo. Nunca supe si apareció mi fallida previsión en la tele. Y me daría mucho gusto saber que alguna mano milagrosa, más perspicaz que yo, me mandó al archivo sin salir al aire.

Gracias a que no se requisó la huelga duró muy poco. Causó, como es natural, molestias y pérdidas, pero se resolvió razonablemente. Y yo diría que la STPS y, en particular, Carlos Abascal, con la ayuda fundamental del subsecretario Fernando Franco, tuvieron un éxito notable. Me dio mucho gusto hablar con Carlos y felicitarlo.

Este jueves me enteré, sin embargo, de la contrapartida. Por los rumbos de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje se ha resuelto un problema de titularidad del contrato colectivo de trabajo de la empresa Aviacsa en el que la resolución niega a los pilotos su derecho a que el sindicato de su preferencia, ASPA de México, pueda representarlos. Y es que en la aviación civil el contratismo de protección viene siendo, de antiguo, un lastre importante. No tengo los datos a la mano de la forma en que se resolvió el problema, pero supongo que se habrá repetido la fórmula de que recuenten todos los trabajadores cuando el tema es estrictamente gremial, lo que quiere decir que sólo deben opinar los miembros del gremio, en este caso los pilotos, y no el personal de tierra y otros. Ya pasó antes, con el sindicato de sobrecargos, no sé si en la misma empresa o en otra de las medianas. Por supuesto que voy a tratar de averiguar cuál ha sido la base de la solución que pone en predicamento la transformación hacia la constitucionalidad y legalidad de los actos de las autoridades laborales.

El capitán Jaime Luis González Navarro, secretario general de ASPA de México, publicó aquí en La Jornada un desplegado que además de incisivo no puede ser más rotundo. Afirma ?y me parece que tiene toda la razón? que "el gobierno dice que promoverá la libertad sindical, pero no permite a los pilotos de Aviacsa elegir al sindicato de su preferencia". Y agrega otras cosas por el estilo.

Luz y sombra, sin duda. Pero a lo mejor es cierto aquello que ha dicho el secretario del Trabajo de que la JFCA es dueña de sus actos. Nunca lo había sido, hasta ahora. Cabe, sin duda, la duda.