Guillermo Almeyra
Israel-Palestina: mutaciones peligrosas
En la antigua Tierra Santa se están produciendo peligrosas mutaciones en la sociedad israelí y en la sociedad palestina, que en ella deberían convivir. Israel, originariamente, nació del deseo de escapar al racismo y a la opresión y, para muchos, de la voluntad de construir una utopía socialista que acabase con todos los males del capitalismo y de la alienación que éste produce o, en el caso de los judíos ortodoxos, de crear una comunidad espiritual, no estatal, regida por el Talmud. La base de esas motivaciones era el anhelo de libertad, aunque lo trágico fue que esa libertad debía ser conquistada anulando la libertad ajena, la de la mayoría árabe que habitaba en las tierras que hoy forman Israel. Esa tragedia llevó a construir un Estado. Para colmo, a ligar religión y poder estatal. Para peor, a sostenerlo y defenderlo con el terrorismo de Estado. Los que querían huir del ghetto convirtieron a Israel en un ghetto y crean ghettos en los territorios palestinos; quienes querían escapar del capitalismo crearon la cabeza de puente del imperialismo en Medio Oriente, y los que querían el socialismo construyeron las condiciones para que los fascistas judíos cuenten con un apoyo racista y belicista de masa. El nacionalismo, engranaje fatal sobre todo si va unido con la idea de religión y raza, hundió a Israel en la guerra latente y cotidiana contra el entorno árabe, reforzó el nacionalismo racista antijudío en el pueblo árabe más plural y tolerante (el palestino), engendró fundamentalismo religioso, terrorismo suicida y un odio sin fin que hace casi imposible la paz entre ambas comunidades, sin embargo condenadas por la geografía a convivir y cooperar o a destruirse mutuamente.
Quienes querían acabar con las guerras crearon un estado de guerra perpetua alimentado por un Estado que sólo se mantiene en su forma actual por la guerra y para la guerra.
Por su parte, en la sociedad palestina la mutación fue igualmente terrible. Un pueblo de campesinos, con una minoría de terratenientes y notables, se convirtió en un pueblo de exiliados que vive en tendópolis en países dirigidos por regímenes ultrarreaccionarios que odian y temen a los palestinos. Los notables desposeídos por la ocupación se reciclaron como líderes y representantes de un Estado que aún no existía, con todos los vicios de los aparatos estatales agravados por la necesidad de mendigar ayuda en las cortes árabes, que desprecian a los palestinos y por éstos son despreciadas. La corrupción, la intriga, la ceguera social, la búsqueda de privilegios, en un pueblo de pobres resultan aún más intolerables. Eso dio nueva fuerza a las minorías fundamentalistas, ayudadas financieramente por Irán, Siria, Arabia Saudita, la CIA y el Mossad, que aprovechan los espacios que les dejan la OLP y la Autoridad Nacional Palestina, con su política errática, sin perspectiva y su corrupción. La desesperación y el sentimiento de impotencia resultantes de los continuos atropellos israelíes y del empeoramiento constante de las condiciones de vida estimulan los atentados terroristas. La clausura de las esperanzas, dada la actual situación internacional y dada la visible impotencia de la ANP, dan una poderosa ayuda a Israel, que prefiere provocar el terrorismo suicida a tener enfrente un pueblo unido, luchador, politizado, laico, y desea destruir la ANP y la OLP. El cierre de las fronteras a los trabajadores palestinos y su remplazo por filipinos, por ejemplo, convierte a aquéllos en desocupados; la negativa a permitir el retorno de los exiliados y a indemnizarlos, los transforma en parias para siempre en tierras ajenas; los bloqueos, ataques militares y destrucciones hunden al pequeño comercio y la artesanía palestinos; el robo del agua y la destrucción de los huertos y frutales arruina a los campesinos que antes fueron arrojados de sus tierras, las mejores. La transformación de los palestinos en un pueblo de desocupados y lumpen equivale así a lo que hizo Washington con los pieles rojas. La creación de bantustanes, basados en el apartheid, convierte a todos los israelíes en kapós de campos de concentración. Se corrompe así el alma misma de la sociedad israelí, donde comienza a predominar el odio racial antiárabe, y se corrompe la sociedad palestina, donde cunde el racismo antijudío. El terrorismo islámico es el pretexto para el terrorismo de Estado contra lo único que podría reducirlo o sea, un Estado laico y pluralista palestino. El efecto ?Hamas, Jihad? es considerado causa y justifica la "defensa" de Israel contra los niños armados de piedras. Israel se hunde en una guerra que podría durar medio siglo más y crear un pueblo de monstruos guerreros y otro pueblo que resistirá sobre la base del odio, ciego por definición. ¿Hasta cuándo?