SABADO Ť 9 Ť JUNIO Ť 2001
Ť Juan Arturo Brennan
Castillo y La Camerata en el Foro
El concierto de clausura de la reciente versión 23 del Foro Internacional de Música Nueva ofreció la audición de tres obras interesantes, permitió escuchar a un clarinetista de altos vuelos, confirmó el nivel siempre sólido de La Camerata, y dio la oportunidad de descubrir en José Luis Castillo (Valencia, 1967) a un director de gran rigor y exigencia, equipado de manera específica con las herramientas necesarias para la buena conducción del repertorio contemporáneo.
La obra inicial del programa, Tres toccatas para piano y conjunto instrumental, de Juan Fernando Durán, es una pieza típica de la severidad de conceptos de su autor. Menos clara y unitaria que otras piezas suyas, este trío de toccatas va y viene entre lo que es el espíritu propio de una toccata y otras expresiones que no lo son. En la segunda, sobre todo, se perciben sombras fugaces de formas y géneros populares. Específicamente, sutiles gestos jazzísticos que son decantados en la tercera toccata, que es como una síntesis de lo propuesto en las dos primeras.
Clair, para clarinete solo, fue la primera de las dos obras de Franco Donatoni ejecutadas en este programa. Es una pieza de estructura diáfana dentro de su complejidad, anclada entre otras cosas en la alternancia de registros y en el contraste de motivos que se reiteran, proporcionando sólidos cimientos y equilibradas proporciones al total. Una obra que a su exigencia técnica añade (como tantas buenas partituras contemporáneas) un componente natural de gestualidad y movimiento que la hace doblemente atractiva.
El muy joven clarinetista Ismael Sánchez realizó una versión sólida y seria de Clair, haciendo gala de una técnica muy completa (respiración circular incluida) en la que nunca se perdió el concepto del fraseo y la claridad de la articulación. De inmediato, otra obra de Donatoni, concebida para dos pianos, percusiones y octeto de alientos. En su título, Cloches (Campanas), está sintetizada una buena parte de los componentes sonoros y expresivos de la obra. Rica en timbres, sustentada por algunas anclas armónicas quizá inesperadas pero ya anunciadas en el título, Cloches se desarrolla en sus primeras páginas como una campanología sutilmente coloreada, para luego apartarse a terrenos más abstractos y volver después a los tañidos. En la parte final de esta rica pieza donatoniana, la campanología se hace presente de manera evidente a través de un trabajo tímbrico muy complejo, anclado de manera anecdótica en las campanas tubulares y el glockenspiel.
Del colombiano Luis Pulido Hurtado se interpretó la que sin duda fue la obra más floja del programa, Guácharo, caracterizada por una profusión de ideas (o fragmentos de ellas) dispersas e inconexas, expresadas a través de fugaces apuntes de posmodernidad que no llegan nunca a la cohesión, y que en última instancia se perciben como una sucesión de tics más que como un discurso unitario. Por contraste, la obra Exabrupto del mexicano Javier Torres Maldonado resultó ser el momento más interesante de la sesión. Obra compleja pero clara, variada pero coherente, sustenta una parte de su discurso en la reiteración de ideas y motivos, sin caer en el dogma minimalista ni nada parecido. La alternancia a veces inesperada de ciertas consonancias le da a este Exabrupto una coherencia armónica elusiva pero perceptible, mientras que su complejidad rítmica fluye con una lógica y una inteligibilidad que faltó en otras obras del programa. El trabajo tímbrico es rico, sólido y variado, y tiene en la presencia destacada del corno inglés un elemento de singular efectividad. Resonancias, vibraciones, silencios, fragmentación inteligente y mesurada de los materiales, son otros elementos y cualidades que complementan esta notable obra de Torres Maldonado.
En cuanto a los demás intérpretes... Ana María Tradatti salió más que airosa de los herméticos laberintos pianísticos planteados en la obra de Durán, mientras que sus colegas Duane Cochran y Jozef Olechowski realizaron a un alto nivel las partes de piano de las Cloches de Donatoni. La Camerata, como siempre, disciplinada, flexible y de un alto rendimiento, no sólo a la hora del concierto sino también en los largos, comprometidos y exhaustivos ensayos, a años luz de distancia del desgano irresponsable con que la Orquesta Sinfónica Nacional abordó su propio concierto del Foro unos días antes. El compromiso intenso de La Camerata se debió en esta ocasión, en buena medida, a la presencia de José Luis Castillo, quien evidentemente tuvo para con el grupo un poder de convocatoria muy especial.
En la actualidad director titular de la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Guanajuato, Castillo tiene una importante carrera como compositor, ampliamente reconocida en Europa, que le permite comprender de manera particular las necesidades de dirección de obras como las de este programa. Depurada disección de las partituras, detallista diferenciación de timbres, intensidades y planos sonoros, la presencia gestual necesaria y suficiente para la organización sonora del repertorio de hoy y, de manera muy especial, una concentrada precisión para marcar ataques, dinámicas, cortes y demás elementos técnicos y expresivos, se combinaron muy coherentemente para guiar a La Camerata con mano clara y segura. Esta sólida labor de conducción le fue justamente reconocida y retribuida a Castillo no solo por el público, sino también por el propio conjunto instrumental.