SABADO Ť 9 Ť JUNIO Ť 2001

Luis González Souza

En efecto, PDM y no PND

Críticas justas no queda sino aceptarlas y hasta agradecerlas, pues son la sangre del pensamiento creciente. La semana pasada concluimos que el pretensioso Plan Nacional de Desarrollo (PND) elaborado por el gobierno de Fox en realidad parece un plan desnacional (desnacionalizador de la poca nación con que nos dejaron los priístas) y, por ende, un plan de maldesarrollo (PDM). Ello si, emulando a los economistas, lo deflactamos, es decir, si le descontamos la inflación por rollos, promesas y espejismos. A precios constantes, pues, el pomposo PND nos parece un pobre PDM, aun a riesgo de engrosar la familia de los contreras.

Lo cierto es que se trata de mucho tema para desahogarlo en tres cuartillas. Corrimos el riesgo y, a juzgar por los comentarios recibidos, esta vez perdimos. Nada grave, pues no es la primera ni la última vez que perdemos. La principal crítica que aceptamos -y que ahora mismo intentamos atender- es la insuficiencia de argumentos para aseverar que el PND de Fox se olvida del desarrollo de las autonomías de los pueblos indios. Lo que, a nuestro entender, es el primer y estratégico eslabón de una larga cadena de autonomías, a su vez estructura clave para cualquier "desarrollo sustentable", no sólo en lo económico-ecológico, sino en lo socio-cultural, en lo jurídico-político y, sobre todo, en lo ético-moral.

ƑEs cierto o no que el foxiplán se olvida de ello? La respuesta más tentadora, pero engañosa, podría surgir de un meticuloso "análisis de contenido", o de un concurso de citas a favor y en contra. Más rápido y mejor, sin embargo, nos parece el método de los hechos, pariente muy cercano del método científico. E inclusive aquí podemos recurrir, si vale el contrasentido, a hechos discursivos. El propio discurso que arropa al megaplán de Fox contiene una huella inequívoca de desprecio a los pueblos indios, para no hablar de su derecho a la autonomía. Esa huella, además doble, se encuentra en el "anexo" del foxiplán. Mandar a los "indígenas" al anexo de programas "sectoriales, regionales, institucionales y especiales" constituye el primer desplante discriminatorio. Porque, hasta donde sabemos, el cajón de "anexos" siempre sirve para guardar lo secundario: sea por razones de jerarquía axiológica o metodológica (cifras y agregados, confirmatorios o suplementarios). La segunda huella racista en el PND es todavía más clara. Ya en el rincón de los "anexos", el programa planteado para "los indígenas" aparece juntito, ni más ni menos, que el planteado para "personas con discapacidad". Sólo faltó "anexar" al foxiplán una biografía de fray Bartolomé de Las Casas para resucitar los debates acerca de si los indios de la Nueva España tienen o no alma, son o no seres humanos.

Ese hecho discursivo lo dice todo, a "precios netos" (ya con sus rollos "deflactados"). Lo demás es inflación retórica, y de esa, igual que la inflación económica, ya nadie quiere saber nada.

Y ese solo hecho alcanza y sobra para deducir la desnacionalización final y el desarrollo malformado a que conduce el PND foxiano. De Chiapas a Kosovo, de Quebec a Macedonia, de Puerto Rico a Chechenia, la humanidad está rebelándose contra las secuelas uniformadoras y homogeneizantes de la actual globalización, tan sólo por ello, deshumanizante. Las luchas del nuevo milenio -iniciadas en Chiapas, a fines del pasado- tienen en su corazón el derecho a la diferencia, incluyendo sus desdoblamientos principales: el derecho a la identidad -como seres humanos, como etnias y comunidades culturales distintas, como naciones soberanas- y el derecho a las autonomías correspondientes.

Así, la autonomía en sus más variadas formas, pero desde lo más profundo de la sociedad, es el único antídoto legítimo y eficaz con que hoy contamos para nulificar la ponzoña uniformadora y desnacionalizadora de la actual globalización. Con mayor razón para países como el nuestro, dicho antídoto debe reciclarse por todo el territorio, desde la profundidad de las autonomías indígenas, si lo que deseamos es conservar un país y, también, si lo deseamos bien formado.

Es tanto lo que está en juego, que aquí no vale cerrar con eso de que "si no, al tiempo". La sola aparición del PDM, mal llamado PND, confirma que el tiempo se agota. Urge que la sociedad toda desarrolle su autonomía de pensamiento y acción, como ya lo hacen -menos mal- los pueblos indios.