SABADO Ť 9 Ť JUNIO Ť 2001
Ilán Semo
La sonrisa de Maquiavelo
Maquiavelo desconfiaba de la Historia. Como Dante, como Ricaldi, pensaba que la política era un oficio pagano, sin pasado ni futuro, "lo inmediato en estado puro": la aplicación de la voluntad al arte de transformar lo inaudito en lo sensato, lo inverosímil en lo necesario. O en una versión más plástica (de Croce): una escenificación continua de seducción y dirección. Las representaciones de esa "voluntad" perduran por escénicas y fluidas: la erupción de un volcán, la lluvia en ciertas tardes de Florencia, la labor del mar sobre las playas del Adriático. Llama la atención "la lluvia". Para Maquiavelo el auténtico tejido de la política se dirimía ahí donde aparentemente no pasaba nada, "más que la lluvia de la tarde". Esa "inercia, sórdida y sólida", inaudible en el desierto de una ciudad ajetreada.
Voluntad y visión. ƑQué significado pueden tener hoy estas nociones más que el de una inocente alusión al shopping de opciones y elecciones de quienes sólo pretenden llegar sin resquebrajarse a la noche del mismo día? El silogismo entre "la voluntad" y la naturaleza destaca una fe elemental. Cuando estalla, fluye, brilla, incluso a la hora de reposar, la naturaleza parece dotada de un deseo esencial, un deseo que no se interrumpe y que llega hasta el fin. La voluntad como ilusión estética de una pulsión continua, sostenida. Cierto, las ballenas siguen ejecutando sus círculos marítimos hasta llegar a Baja California, ahora de manera sobrepoblada por la compasión ecologista, y los delfines las acompañan para aparearse. Pero con la gente sucede otra cosa. La producción pública de sentido obedece a las leyes del hipermercado de los sentidos (una definición de M. Houellebecq). La palabra "voluntad" indica la falla inevitable de una ilusión que se dispersa frente a las ofertas de posibles sentidos. Escribe Houellebecq: "De ahí viene cierta depresión en el querer del hombre contemporáneo; no es que los individuos deseen menos; al contrario, desean cada vez más; pero sus deseos se han cubierto de algo un tanto llamativo y chillón; sin ser puros simulacros, son en gran parte un producto de decisiones... publicitarias".
Al hipermercado de los sentidos corresponde, así sea por simple inferencia, un hipermercado de la política, si se admite que la política ha sido la fábrica central del sentido de los modernos. En el mundo contemporáneo, el oficio de la política se asemeja al ritual de cacería del ciervo entre los mutis, un pueblo africano, que hasta hoy ha revelado su inobjetable racionalidad. Los mutis eligen a sus jóvenes más fuertes y hábiles para que compitan entre sí en una contienda donde el ganador es el que regresa con el ciervo más grande. Los jóvenes cazan durante varios días y regresan con sus presas para mostrarlas a su tribu. Después de la recepción y la alegría, los sacerdotes del pueblo movilizan a la gente para abuchear y apedrear a los jóvenes triunfadores. La razón no es clara. Parece que los mutis, o un sector de ellos, ven en los ciervos a una de sus principales divinidades. El ritual se repite puntualmente una vez por año, antes de la cosecha.
Hay un ciclo peculiar en las democracias actuales, que consiste en hacer de sus políticos una suerte de atletas electorales para después sacrificarlos en una guerra continua y estridente con los medios masivos de comunicación. Si el circo romano fuese restaurado, los políticos ocuparían no el lugar del César sino el de los gladiadores. En este ciclo se halla probablemente el rigor impuesto por el hipermercado de la política.
La creación de sentido público sólo es posible como la sustitución y dispersión permanente de sentido político. Un político contemporáneo es mercancía desechable, pues debe ser sustituido por otro que mantenga el mínimo de "voluntad" pública. Y así sucesivamente.
Las democracias centrales conocen este fenómeno desde hace medio siglo. Los políticos se han adecuado y resignado a él. Han renunciado sobre todo al carácter invulnerable de la épicas previas a la Segunda Guerra Mundial. Por el contrario, la transición mexicana habla de las dificultades para transformar una mentalidad pública fundada en certidumbres, carreras y complicidades predecibles en material de este movimiento trash que distingue a la fábrica contemporánea del hipermercado político. Es un desencuentro lábil, y a la larga, un factor de probable ingobernabilidad. ƑAprenderán a lidiar con las circunstancias?
Maquiavelo sonreiría. Finalmente, su apuesta a "la voluntad" no fue mayor que su pésame más pedagógico: "lo único perdurable es la conciencia de lo efímero".