SABADO Ť 9 Ť JUNIO Ť 2001

Luis Angeles

Escuelas de corrupción

Los inicios de sexenio suelen ser proclives a que el gobierno hable de corrupción, por razones de legitimidad del régimen, mientras que en los finales quienes más hablan del tema son los ciudadanos, por razones de frustración. Esta vez, sin embargo, el asunto ha trascendido formas y latitudes; apenas esta semana el Presidente de la República declaró ante empresarios japoneses que la corrupción en México era cosa del pasado, al mismo tiempo que funcionarios anteriores se veían involucrados en escándalos de medios sobre el tema.

Casi simultáneamente, la organización no gubernamental que elabora anualmente el Indice de Percepción de la Corrupción, Transparencia Internacional, difundió resultados de la encuesta celebrada en nuestro país, donde 64 por ciento de los mexicanos no considera el fenómeno como un problema grave, alrededor de 25 por ciento lo aprecia como algo natural, el mismo porcentaje piensa que los sobornos estarán presentes sin importar la tendencia del gobierno, y 5 por ciento ve la corrupción como un mal menor que ayuda al funcionamiento de la sociedad.

La corrupción y las expresiones de soborno, extorsión, fraude, tráfico, malversación o nepotismo no son nuevos, ni siquiera su estudio y formas de combate; de hecho todo el mundo la reconoce como fenómeno nocivo y la define como el abuso de la función pública para el provecho personal. Lo reciente es el análisis de sus implicaciones negativas en los modelos económicos, al considerarla una traba para su funcionamiento.

Hay profesionales de la moral para quienes referirse a este fenómeno sin anteponer su condición ética parece una actitud beligerante, cuando no cínica, porque erosiona la confianza pública en las instituciones, conduce al desprecio por la ley y porque parecen haber fracasado las políticas para enfrentarla.

Sociólogos y antropólogos la consideran fruto de la cultura de nuestros pueblos, de nuestra historia de caudillos y de nuestras costumbres políticas, pero sobre todo como causa de los demás problemas, argumentando que la corrupción es un concepto que evoluciona a tal grado que mucho de lo que hoy es condenable no lo era hasta hace poco tiempo y señalando que el Poder Judicial es inútil, que tenemos exceso de leyes y que cada cierto tiempo necesitamos que surjan caudillos decididos a salvar a la colectividad.

Hay estudiosos del derecho y de la economía para quienes la corrupción es una práctica que elude el cumplimiento de la norma establecida institucionalmente, porque la legalidad no es gratis, porque cumplirla equivale a pagar un costo de oportunidad con dos recursos escasos: tiempo e información.

La teoría económica del derecho, por ejemplo, sostiene que el incumplimiento de la ley no tiene que ver con la bondad o la maldad de la gente, y que el costo de la legalidad es igual a la cantidad de tiempo e información para cumplir con ella. Es decir, que la gente es honesta cuando le conviene serlo y cumple la ley cuando obtiene un beneficio, pero cuando el costo de cumplirla excede a su beneficio la gente no la cumple, porque su naturaleza es tratar de hacer lo más barato y evitar lo más caro. Por consiguiente, la corrupción es la opción lógica ante el alto costo de cumplir con la legalidad, y la esencia económica de la ley es saber a qué costo la gente hace cosas buenas y a qué costo hace cosas malas.

Bajo ese enfoque neoliberal, no se puede elevar el costo de la ley sin que ésta deje de cumplirse. No se puede incrementar la cantidad de tiempo e información para cumplir con la norma, sin elevar la corrupción. Es decir, la mordida es un precio que refleja el costo de cumplir la ley; lo que intentan corruptor y corrupto es obtener beneficios a ese precio libremente pactado por las fuerzas de la oferta y la demanda. Esta escuela de pensamiento supone que si el costo de la legalidad está muy por encima de los ingresos de la población, esa sociedad será corrupta, porque ese costo de la legalidad debe estar en relación con el PIB per cápita.

Los neoliberales sostienen que para reducir el costo de la legalidad habrá que desregular, simplificar la burocracia y reducir el Estado al mínimo, aunque los límites entre el sector público y privado se hayan visto ya desdibujados por el fenómeno de la privatización.

Economistas prácticos refieren estudios realizados por el Instituto Fraser en Canadá, y por la Fundación Heritage en Estados Unidos, los que concluyen que a mayores libertades democráticas menor corrupción, seguramente porque la dificultan la competencia política, la rendición de cuentas y la libertad de prensa. Según esos estudios, los países más corruptos son: Nigeria, Pakistán y Bangladesh, y los menos, Nueva Zelanda, Canadá y Suiza.

Los economistas estudiosos de la mordida la consideran un elemento disruptivo en la economía, porque eleva los costos de transacción, distorsiona la asignación de recursos, socava la competencia en el mercado, devasta la inversión y el desarrollo, conlleva al desperdicio de recursos y contraviene la tesis del óptimo de Pareto.

Para los fiscalistas observadores del fenómeno de la corrupción, el soborno es un impuesto mediante el cual se compra el derecho a que la norma no se aplique en su caso, a cambio de un ingreso ilegal para quien tiene la función de aplicar la norma. Para muchos actuarios es una prima por la que el ciudadano se asegura contra el costo de la ley, donde éste adquiere una póliza que le garantiza su exención de cumplirla.

Los teóricos de la economía moral, por su parte, señalan que la corrupción le cuesta más caro a los pobres, ya que cuando cohechan a la autoridad su beneficio crece en una proporción menor que su ingreso.

Acaso por su carácter clandestino, la corrupción es uno de esos fenómenos que aparenta afectar sólo a unos y beneficiar a otros, cuando la verdad es que lastima a todos porque significa sacrificio de recursos fiscales, ineficiencia de la economía, deterioro de las instituciones y una verdadera vergüenza nacional, sobre todo cuando las encuestas que la reprueban salen tan benevolentes como la realizada por Transparencia Internacional.