VIERNES Ť 8 Ť JUNIO Ť 2001

Ť El proyecto aprobado por la Duma podría enriquecer a ex altos funcionarios de la CIA

El basurero tóxico ruso, fuente de recursos para financiar la fabricación de armas nucleares

JUAN PABLO DUCH CORRESPONSAL

Moscu, 7 de junio. Detrás de la intención de sacar adelante la idea de importar 20 mil toneladas de desechos radiactivos de otros países, al margen de las pingües ganancias que obtengan los elegidos intermediarios, hay tanto dinero de por medio que el riesgoso plan es considerado por el Kremlin casi como única fuente de recursos para financiar la creación de nuevo armamento nuclear.

El propósito, a pesar del severo daño que podría causar a la población rusa y la ecología, es prioritario a la luz de la decisión de la administración de George W. Bush de aplicar su polémico Sistema Nacional de Defensa Antimisiles, para beneficio de las grandes corporaciones estadunidenses de la industria militar, y tiene su origen en una propuesta del presidente Vladimir Putin, cuando era secretario del Consejo de Seguridad de Rusia.

En una reunión de dicho Consejo (abril de 1999), muy comentada estos días por la prensa local, el presidente ruso Vladimir Putin habría sugerido, a partir del proyecto presentado por el entonces ministro de Energía Atómica, Evgueni Adamov, financiar la fabricación de una nueva generación de armamento nuclear.

De acuerdo con investigadores militares, desde hace tiempo Rusia acaricia la idea de producir un misil nuclear teledirigido y capaz de penetrar en la tierra, antes de explosionar, que ningún país posee y que sería óptimo para destruir centros neurálgicos de mando de cualquier eventual enemigo, por lo común situados a muchos metros de profundidad. La morralla que quedara, quizá no más de un par de miles de millones de dólares, sería utilizada para fabricar bombas inteligentes y nuevos cohetes nucleares tácticos.

El plan de rearme ruso enfrenta un escollo que puede resultar insuperable: Estados Unidos. La sección local de Greenpeace maneja estadísticas que señalan que hasta 90 por ciento de los contratos que podría obtener Rusia, en mayor o menor grado, dependen de la voluntad política de la Casa Blanca, que está en condiciones de ejercer fuerte presión sobre los países potencialmente interesados.

Por un lado, para Washington es grande la tentación de impedir que Rusia desarrolle nuevo armamento nuclear; por otro, no es menos el deseo de dejar que Rusia se convierta por voluntad propia en basurero nuclear, apostando a que será incapaz de procesar tal cantidad de residuos radiactivos.

Por supuesto, Vladimir Putin y George Bush no hablarán de esto en su próximo encuentro de Liubliana, Eslovenia, la semana próxima, pero sin duda el tema subyacerá en la discusión de los puntos visibles de la agenda.

Aquí cabe apuntar que, entre los diputados de la Duma que ayer dieron su voto a la importación de residuos radiactivos, los más acérrimos defensores de la línea marcada desde el Kremlin acusaron a sus colegas que se oponían, por elementales consideraciones de sentido común, de cabildear los intereses de Estados Unidos, y desde luego la CIA, pero argumentando una supuesta competencia por ganar posiciones en el mercado mundial del reciclaje.

No deja de ser paradójico porque, tal vez esos legisladores no lo sepan, el proyecto aprobado por ellos podría hacer multimillonarios a altos ex funcionarios de la CIA, con cierto acceso al actual inquilino de la Casa Blanca.

Uno de los consorcios que se creó sólo para beneficiarse del negociazo que es llevar a Rusia los desechos nucleares es el llamado The Non-Proliferation Trust, que opera a través de NPT International, su filial en la isla de Bermuda. Oficialmente, pertenece a tres organizaciones rusas "sin fines de lucro" ?el Minatom Development Trust (60 por ciento), el Russian Environmental Trust (30 por ciento) y el Russian Humanitarian Trust?, todas con registro en el paraíso fiscal de Delaware.

En realidad, aseguran fuentes consultadas por La Jornada, NPT International es una ocurrencia del ya mencionado Adamov y, entre sus socios estadunidenses, figuran, ni más ni menos, los ilustrísimos William H. Webster, ex director de la CIA y del FBI; el almirante Daniel J. Murphy, ex director de la CIA y ex asesor del presidente George Bush padre; el almirante Bruce DeMars, ex director del programa de propulsión naval nuclear; el general P.X. Kelley, ex comandante del cuerpo de infantería de marina; William von Raab, ex director de aduanas; William E. Bridegum, un ex funcionario de policía y destacado masón del rito escocés, y el abogado Joseph R. Egan, entre otros.

Se dice que Adamov, investigado -otra paradoja- por la comisión anticorrupción de la Duma, que encontró ciertas muchas de las acusaciones formuladas en su contra por la prensa local, lo cual le costó el cargo de ministro el pasado 28 de marzo, pensó hasta el último detalle.

Al menos, el ex titular de Energía Atómica parece tener también entendimientos encubiertos con Alaska Interstate Construction, creada para edificar los depósitos y la fábrica de reciclaje en Rusia, Halter Marine, empresa estadunidense que transportaría los residuos a puertos rusos, y Egan and Associates, el bufete de abogados que se encargaría de los detalles legales.

Y como reflejo de la confusión que reina hoy en Rusia, en el plan de Adamov se adivina la mano -más bien, el cerebro- del controvertido magnate Boris Berezovsky, ahora distanciado del Kremlin. Adamov, en los tiempos de Boris Yeltsin, fue impuesto en el gobierno por Berezovsky. Obviamente, es probable que esa relación se haya deteriorado, al calor de la consolidación de otras figuras en el entorno de Putin, pero si no es así, con toda seguridad, otros tratarán de llevar a cabo la idea original, excluyendo a Adamov.

Por lo pronto, Berezovsky, desde su dorado exilio en Francia, emprende renovados esfuerzos para combatir a Putin, en la declarada guerra que sostienen. En este sentido, es muy significativa su decisión de cesar a Vitali Tretiakov como director del periódico Nezavismiya Gazeta, financiado por el magnate desde 1995.

Frente a los reflectores, Berezovsky y Tretiakov se esfuerzan en demostrar que no hubo ruptura y hasta dicen que se despidieron como hermanos, con tres besos a la usanza eslava, cuando éste último lo visitó en Francia a comienzos de junio.

Según Tretiakov, no aceptó modificar la línea editorial del periódico y Berezovsky, como accionista mayoritario, está en su derecho de poner a quien quiera. Según otras versiones, Tretiakov ya consiguió patrocinador para un proyecto periodístico de moderada crítica al Kremlin, menos frontal como pretende Berezovsky, y viajó a Francia para intentar comprar, en nombre de ese misterioso inversionista, las acciones del magnate.

Berezovsky rechazó la oferta y el cese de Tretiakov no se hizo esperar.