Gilberto López y Rivas
Linchamiento político
La campaña de desprestigio iniciada hace semanas por Tv Azteca, el periódico Reforma y el Partido Acción Nacional contra Rosario Robles ha adquirido tintes de linchamiento político que pretende poner en entredicho la honorabilidad y credibilidad de la ex jefa del Gobierno capitalino y deslegitimar el proyecto político de izquierda que se viene construyendo con grandes esfuerzos desde tiempo atrás.
El acoso mediático del que ha sido víctima Rosario no es gratuito. De ninguna manera responde a preocupaciones inocentes por supuestos malos manejos del erario durante su administración. Se trata de una guerra sucia proveniente de los sectores más conservadores de la sociedad mexicana, interesados en denigrar una acción de gobierno que ha puesto su atención en la transparencia, la honestidad, la justicia social y las libertades ciudadanas.
Esta manera de proceder de medios de comunicación carentes de la ética profesional que exige el oficio de informar ya se padeció en otros momentos, cuando se hostigó sistemáticamente a Cuauhtémoc Cárdenas, Samuel del Villar, Andrés Manuel López Obrador o al subcomandante Marcos, para mencionar tan sólo los ejemplos más conocidos.
También resulta preocupante que un partido político como el PAN, que no deja de atribuirse el mérito del arribo a la democracia en nuestro país, utilice medios de comunicación que, escudándose en la impunidad de la ausencia de leyes reglamentarias, se erigen en un poder capaz de construir realidades virtuales para defender sus intereses de clase.
No se debe confundir la libertad de expresión con el uso faccioso de los medios. La labor de comunicar con objetividad e imparcialidad el acontecer cotidiano de los asuntos públicos es una premisa fundamental de una sociedad democrática. Sin embargo, la manera como algunos medios masivos de comunicación condicionan la participación política de los ciudadanos a través de "encuestas" que orientan la "opinión pública", o la forma maniquea de ejercer represalias contra un dirigente social o activista de la oposición, dista mucho de ser un ejercicio democrático basado en principios éticos. Empresas como Tv Azteca, cuya fuente de financiamiento es bastante cuestionable, carecen de autoridad moral para juzgar a personajes de la vida pública que han demostrado integridad política y moral.
No se requiere ser muy suspicaz para darse cuenta de la manera tan perversa como estas empresas del escándalo y la nota roja juegan con el imaginario colectivo. Sus armas del desprestigio consisten en difundir y aplicar máximas de la cultura política surgidas de setenta años de corrupción priísta, tales como "nadie puede ser honrado en política", o "el poder corrompe" o "todos tienen un precio" para legitimar mediante una ideología plenamente conservadora su acción deslegitimadora contra quienes no se venden ni se corrompen ni tienen precio.
¿Cuándo se ha observado que estos medios de comunicación, que ahora atacan a Rosario, juzguen con la misma vara el derroche económico de las campañas publicitarias de Vicente Fox, quien, entre otras cosas, prefiere gastar millones de pesos en vendernos su reforma fiscal en lugar de ahorrar esos recursos del presupuesto para dar marcha atrás en el gravamen a medicinas, alimentos y libros? ¿En qué momento el PAN va a cuestionar el gasto con fondos públicos en la "adaptación" del rancho presidencial San Cristóbal, que no es más que un desvío de recursos simple y llanamente, o los orígenes turbios de los "salarios" del equipo de transición, o la prolongada estancia del secretario de Educación en un hotel de lujo? Esto sin mencionar las complicidades panistas en el Fobaproa o el significativo silencio presidencial ante la sospechosa venta de Banamex.
Más lamentable aun resultaría la presunta participación de perredistas en la campaña de infundios contra Rosario. De comprobarse semejante especie, estaríamos ante un hecho no sólo reprobable, sino ante un acto de deslealtad y cobardía políticas que perjudicaría más que nada al propio Partido de la Revolución Democrática. Parece que habría quienes no toleran la coherencia y el compromiso de Rosario y les causa inquietud una forma distinta de hacer política a la que se está acostumbrado en el campo opositor.
¿Es ése el cambio político que prometieron Acción Nacional y su candidato, o es también ?en lo que toca al trato a los opositores -parte del continuismo del gobierno actual con respecto al viejo régimen-