POSADAS: MAS PRUEBAS Y MAS DESFIGUROS
Recientemente,
el arzobispo de Guadalajara, Juan Sandoval Iñiguez, declaró
que tenía nuevas pruebas para sostener que el asesinato de su predecesor,
Juan Jesús Posadas Ocampo, fue un "crimen de Estado" en el que estarían
involucrados Carlos y Raúl Salinas de Gortari.
Acto seguido, en vez de entregar los respaldos digitales
de las supuestas pruebas a la Procuraduría General de la República
(PGR), que es la instancia encargada de la investigación, los envió
al Vaticano. Para no quedarse atrás en materia de conductas impropias,
la PGR, en lugar de llamar a declarar al jerarca católico tapatío,
solicitó al Estado pontificio, vía diplomática, una
copia de los documentos mandados por Sandoval Iñiguez.
Ciertamente, los resultados de las investigaciones realizadas
por la PGR en los gobiernos de Salinas y de Ernesto Zedillo fueron tan
insatisfactorios e inverosímiles que dieron justificado motivo al
escarnio popular y provocaron --junto con la ineptitud ante otros graves
homicidios perpetrados en las postrimerías del salinato y en los
inicios del zedillato-- una terrible erosión de la imagen pública
y la credibilidad de la institución federal responsable de la procuración
de justicia.
Cuando se dieron a conocer las conclusiones del caso,
Sandoval Iñiguez --invitado, en su momento, a participar en las
investigaciones-- manifestó su entendible y hasta compartible incredulidad,
aunque fue incapaz de aportar pruebas que desmintieran la versión
oficial, según la cual Posadas Ocampo fue acribillado debido a una
confusión, en el marco de un enfrentamiento entre bandas rivales
de narcotraficantes.
El inicio del primer gobierno no priísta suscitó
esperanzas de una reapertura de los casos Posadas Ocampo, Colosio, Ruiz
Massieu y otros, e hizo pensar que la PGR tenía una oportunidad
para corregir el desaseo y la inepcia, si no es que el dolo y el interés
de encubrimiento, con que se desarrollaron las investigaciones respectivas
en los dos sexenios anteriores.
Es cierto que hasta el momento tales expectativas no se
han concretizado, pero ello no justifica la poca seriedad, el poco sentido
cívico y el menosprecio por la ley exhibidos por Sandoval Iñiguez,
quien debió turnar las presuntas pruebas a la autoridad competente
en lugar de mandarlos al Vaticano.
Con semejante actitud, el arzobispo de Guadalajara fomenta
el desgaste institucional de la PGR y, por extensión, el del régimen
más afín y cercano a la Iglesia católica que ha tenido
el país en una centuria. Lo más lamentable es que la propia
instancia gubernamental aceptó participar en el juego del prelado
y demostró, con ello, que no se toma muy en serio su función
social y sus responsabilidades de ley. |