JUEVES Ť 7 Ť JUNIO Ť 2001

Margo Glantz

Mario Bellatín

La obra de Mario Bellatín, compuesta de breves textos de extremada concentración, es ya sin embargo muy extensa. Destaca Salón de belleza, novela traducida el año pasado al francés y finalista del Premio Médicis al mejor libro extranjero, ahora representada en el foro Sor Juana Inés de la Cruz en una adaptación de Alberto Chimal e Israel Cortés, quien dirige también la excelente puesta en escena. La obra de Bellatín comprende varias novelas: La mujer de sal, Canon perpetuo, Efecto invernadero, Damas chinas, Poeta ciego, El jardín de la señora Murakami y Flores en la editorial chilena Lom, con un tiraje limitado a cien ejemplares y en una colección intitulada Matadero. Finalmente, hace unos días, salió la novela La nariz, publicada en Madrid por la editorial Sudamericana, actualmente propiedad del grupo Plaza & Janés.

En Flores, con su obvia alusión a Las flores del mal, de Baudelaire, aunque las de este libro sean predominantemente flores de plástico, Bellatín construye un texto a manera de emblema:

''Existe -dice- una antigua técnica sumeria que para muchos es el antecedente de las naturalezas muertas, que permite la construcción de complicadas estructuras narrativas basándose sólo en la sum de determinados objetos que juntos conforman un todo. Es de este modo como he tratado de conformar este relato, de alguna forma como está estructurado el poema de Gilgamesh. La intención inicial es que cada capítulo pueda leerse por separado, como si de la contemplación de una flor se tratará."

Libro organizado en torno de un tema recurrente, las malformaciones causadas por efecto de la ciencia, específicamente, y sin mencionarse dde manera directa, la talidomida que produjo bebés mutilados. El libro se instala vagamente en Alemania en el contexto de un laboratorio donde se inventan y fabrican los productos causantes de las mutaciones, un laboratorio que bajo el pretexto de la investigación científica causa daños irreparables en las personas y evoca sutilmente la tradición inaugurada por los campos de concentración nazis.

La novela construye espacios cerrados, concentracionarios, recurrentes en los textos de Bellatín: los orfanatorios, los asilos de ancianos, los baños públicos, los salones de belleza, los invernaderos, lugares en los que se ofician extraños rituales, se propicia la contemplación y participan personajes inscritos por su marginación en una secta.

El epígrafe de Flores, supuestamente escrito por un Premio Nobel de Física, quien lo recibió en 1960, remite a su vez a la biografía del autor, nacido ese mismo año y cuyo brazo derecho es ortopédico, un brazo artificial que suple la falta del brazo natural, efecto de la talidomina que su madre tomó durante su embarazo:

''Recuerdo cuando acudí donde un anciano y reputado médico homeópata. Me llevó mi padre, yo era un niño. En ese tiempo ya usaba una mano ortopédica. El médico la asió para tomarme el pulso. Yo estaba tan intimidado que no hice nada para sacarlo de su error. El honorable médico atenazó con fuerza la muñeca de plástico. Pese a todo, en ningún momento me dio por muerto. Al contrario, mientras iba contando las supuestas pulsaciones le dictaba en voz alta a su ayudante la receta que curaría todos mis males.''

El tono confidencial del pasaje se neutraliza rápidamente: la exacta descripción de un defecto congénito y la inscripción de una fecha parecían indicar un dato autobiográfico, el Escritor (como se llama uno de los personajes de Canon perpetuo) no está dispuesto a entrar en el terreno ambiguo de la autobiografía, terreno tan explorado a partir de las Confesiones de Rousseau: ''ƑCómo hablar de sí mismo, cómo hablar verdaderamente de sí mismo, y cómo, al hablar, mantenerse en lo inmediato, hacer de la literatura el lugar de la experiencia original, dice Blanchot refiriéndose a Rousseau? El fracaso es inevitable, pero las vueltas del fracaso son evocadoras, porque esas contradicciones constituyen la realidad del esfuerzo literario".

La puesta en escena de Salón de belleza subraya el efecto de irrealidad, de encerramiento, gracias a una escenografía y un vestuario que sugiere una sala de operaciones o de disección, un acuario, una linterna mágica. Un espacio vacío y sin embargo quirúrgico, alucinatorio, poblado minuciosamente de objetos descritos en la novela, acentúa el carácter ritual de la narración, multiplica al narrador y lo escinde en cuatro personajes que reproducen su figura literalmente, esto es, evocan al propio Bellatín, que en un acto de prestidigitación, presente en todos sus textos, desaparece para dejar en su lugar una atmósfera de belleza y destrucción: la metáfora de la enfermedad.