JUEVES Ť 7 Ť JUNIO Ť 2001
Ť El país, sin infraestructura para almacenar y reciclar
Aprueba la Duma la "importación de desechos nucleares" a Rusia
JUAN PABLO DUCH CORRESPONSAL
Moscu, 6 de junio. En plena sintonía con los designios del Kremlin, el principal impulsor de la riesgosa idea, los diputados de la Duma aprobaron este miércoles, en tercera y definitiva instancia, modificaciones a varias leyes que despejan el camino para convertir Rusia en basurero nuclear del mundo.
A pesar de que el país no dispone de infraestructura adecuada para transportar, almacenar y reciclar residuos radiactivos de otros países, los legisladores no se tentaron el corazón al permitir que se importen desechos nucleares.
Tampoco influyeron en la determinación de la Duma las fundadas advertencias de los grupos ecologistas y los académicos de renombre, que encabezan las voces, auténtico clamor en el desierto, que cuestionan que el gobierno pretenda obtener, de ese modo, 20 mil millones de dólares.
Sobre el papel, Rusia está dispuesta a importar 20 mil toneladas de desechos radiactivos, a razón de dos mil toneladas por año durante los próximos diez, que ni siquiera tiene dónde almacenar y que no podría empezar a reciclar antes de 2021, en un dilatado proceso que se llevaría otras dos décadas, conforme reconoce el propio ministro de Energía Atómica, Aleksandr Rumiantsev.
De acuerdo con los promotores del controvertido plan, denunciados por la prensa rusa como interesados intermediarios, presuntos propietarios de empresas fantasma con registro en paraísos fiscales que se beneficiarán de esquemas de operación poco transparentes, parte del dinero que se obtenga servirá para construir depósitos y una nueva fábrica de reciclaje.
Desde hace meses, el anterior ministro del ramo en persona, Evgueni Adamov, convertido ya en una suerte de empresario de Estado y otros connotados cabilderos cercanos al Kremlin, sostienen negociaciones con los gobiernos de numerosos países. Todavía no se firma ningún contrato, pero se sabe que existe toda una lista de clientes potenciales, entre los cuales se menciona a Japón, China, Alemania, Taiwán, España, Corea del Sur, Irán, Suiza, Hungría, la República Checa y muchos otros.
Las alegres cuentas del gobierno ruso, aparte del irreparable daño que se puede causar al ambiente y a la salud de amplios sectores de la población, tienen como sustento una cadena de supuestos. Si fallara un eslabón, se viene abajo todo, consideran expertos que, de entrada, ponen en entredicho la promesa de destinar no menos de 6 mil millones al gasto social y programas de mejoramiento del ambiente.
Para que se llegue a ese punto, primero será necesario invertir 3 mil millones de dólares en la construcción de depósitos y de una fábrica de reciclaje en la siberiana región de Krasnoyarsk, cuyo costo en realidad podría ser muy superior, dado que las tecnologías de aprovechamiento que se piensa aplicar nunca han sido utilizadas industrialmente, y se dice que son fiables sólo con base en pruebas de laboratorio.
Los siguientes 3 mil millones de dólares está previsto que engorden el presupuesto federal, principalmente para renovar el armamento de las Fuerzas Armadas rusas, y aún otros 8 mil millones de dólares, en palabras del ministro Rumiantsev, serían "apartados" (Ƒen bancos extranjeros?) para tener recursos al momento de comenzar el reciclaje, dentro de 30 años.
Pensar que se podría empezar antes es ilusorio. La única planta que opera en Rusia, la PO Mayak, recicló el año pasado tan sólo 162 toneladas de desechos nucleares propios.
Mientras tanto, la capacidad actual de este país para almacenar residuos radiactivos alcanza para un volumen máximo de 3 mil toneladas, apenas suficientes para unos 5 años de desechos propios. La construcción de nuevos depósitos se llevaría no menos seis o siete años, por lo cual no se excluye que parte considerable de los residuos nucleares importados se tenga que "conservar" en contenedores al aire libre en algún lugar del vasto territorio ruso.
Para colmo, en ruta hacia su destino final, los desechos radiactivos procedentes de Europa no podrían eludir pasar por Moscú y otras urbes importantes, al ser transportados por ferrocarril. Ello, debido al estado lamentable y escaso mantenimiento de las vías férreas en Rusia, aumenta el peligro de una catástrofe de consecuencias impredecibles.
Ya ahora, según datos de la sección rusa de Greenpeace, en el transporte de contenedores nucleares una o dos veces por mes, se producen al año decenas de accidentes. Este riesgo, con los desechos de otros países, se multiplicaría por cien.
Sobran razones para que los ciudadanos rusos, a diferencia de los diputados de la Duma y el Kremlin, no estén convencidos de las "bondades" de abrir las puertas al ingreso de residuos nucleares. La abrumadora mayoría de la población, 97 por ciento según las más reciente encuesta, rechaza la peligrosa idea.
Su opinión, por lo visto, no cuenta para los 250 legisladores que votaron hoy a favor de la importación de residuos. Sólo 125 se opusieron. El paquete de leyes será remitido, ahora, a la Cámara Alta, donde es difícil imaginar que los miembros del Consejo de la Federación se atrevan finalmente a contravenir al Kremlin.