JUEVES Ť 7 Ť JUNIO Ť 2001

Orlando Delgado

Diferentes presiones

El desempeño de los precios en los primeros cinco meses del año se ha apegado a lo proyectado: la meta oficial para este 2001 es de 6.5 por ciento y los aumentos han sido de 0.55 en enero, -0.07 en febrero, 0.63 en marzo, 0.50 en abril y se espera de 0.45 por ciento en mayo; la inflación anualizada, la que considera el aumento en los once meses anteriores al mes que se informa, ha descendido: en enero fue de 8.11, en abril de 7.11, se espera de 6.94 para mayo y de 6.70 por ciento en junio. La información indica que esa meta de 6.5 por ciento resulta alcanzable; incluso existen analistas que, como Morgan Stanley, sostienen que la meta pudiera sobrecumplirse y tener una inflación en diciembre de 5.5 por ciento, dado que el peso se ha apreciado y no parece que ello se vaya a revertir.

La evolución le indicaría a cualquiera que es el momento de relajar la política monetaria, reduciendo de nuevo el corto para darle liquidez al sistema, lo que provocaría reducciones inmediatas en las tasas de interés. Sin embargo, E. Elizondo subgobernador de Banxico, nos informa que existen tres fuertes presiones sobre la inflación: "la posibilidad de que la economía de Estados Unidos experimente una desaceleración más profunda que la esperada"; "la variación de las remuneraciones no parece congruente con el aumento previsible de la productividad ni con la inflación esperada"; "el peligro más importante es el impasse en que se encuentra la reforma impositiva".

Así, para Banxico la inflación anualizada de alrededor de 7 por ciento en mayo, que "no es precisamente la definición de estabilidad", sumada a las fuertes presiones señaladas es razón para mantener el sesgo restrictivo de la política monetaria. Esta restricción se traduce en que el banco central interviene en el mercado secundario de dinero, retirando circulante con operaciones de mercado abierto o con los cortos, lo que mantiene las tasas de interés entre 4 y 6 puntos por arriba de la inflación esperada (los Cetes a 28 días se ubican en 10.76 y la Tiie para el mismo plazo se sitúa en 12.5 por ciento); estas tasas se han reducido 7 puntos porcentuales en lo que va del año, pero resultan muy altas si se comparan con las prevalecientes en Estados Unidos y Canadá, que son los países cuya inflación pretendemos empatar.

A los economistas del banco central les preocupa el desempeño de la economía norteamericana, pero lo que debiera asustarles es que la desaceleración de la economía mexicana está resultando mucho más profunda y rápida que la esperada, ya que el crecimiento anualizado de 7.6 por ciento en junio pasado, se redujo a 5.1 en diciembre y a 1.9 en marzo. Esta reducción ha provocado despidos de personal en diversas empresas, particularmente en las exportadoras; por fortuna no ha impedido que en las revisiones contractuales se estén logrando incrementos por arriba de la inflación del año pasado, que fue de 8.9 por ciento. En abril los salarios contractuales aumentaron 10.4 por ciento, lo que significa una mejora real de 1.5 puntos porcentuales; el resultado de la huelga de Aeroméxico con un incremento de 9.5 por ciento, dos puntos más de lo que la empresa ofrecía, sostiene la línea de buscar aumentos reales que, paulatinamente, permitan ir resarciendo a los trabajadores lo que perdieron en los últimos años.

Estos ligeros aumentos reales en los salarios no han impedido que la inflación sea muy próxima a lo programado, lo que debiera constituir motivo de satisfacción, dado el enorme deterioro acumulado; sin embargo, les preocupa, lo que no hacen con tasas de interés reales que son igualmente impactantes. Del mismo modo, el que la reforma fiscal no haya sido aprobada les plantea un peligro importante; no les inquieta que la propuesta implique castigos evidentes a buena parte de los causantes menores y medianos, y reducciones tributarias a los grandes, lo que la hace marcadamente inequitativa.

En realidad, no se trata de presiones, sino de una sociedad que está decidida a cambiar --aunque el gobierno que eligió no quiera hacerlo--, a no aceptar reducciones reiteradas a sus remuneraciones ni reformas fiscales, supuestamente redistributivas, que son en realidad lo contrario. Esta resistencia social es la que sostiene a Rosario Robles y que ella apoya y da profundidad; es este compromiso político el que quiere detenerse con ataques y presiones y que, como se verá, no la arrodillarán, sino se revertirán contra sus promotores.