jueves Ť 7 Ť junio Ť 2001

Octavio Rodríguez Araujo

ƑGobernante o empresario? La hora del Congreso

No es Fox el primer presidente posrevolucionario que ofrece garantías al capital extranjero para invertir en México. Antes lo hicieron Obregón y Calles; este último incluso en materia de petróleo, al extremo de haber presionado a la Suprema Corte de Justicia para que declarara inconstitucionales los artículos 14 y 15 de la Ley del Petróleo referidos a los derechos de las empresas extranjeras sobre sus concesiones para explotar los hidrocarburos.

Pero entre Fox y los presidentes sonorenses hay una diferencia sustancial: en aquel entonces el capital extranjero era indispensable para reactivar la economía šdespués de una revolución! México estaba deshecho, la acumulación de capital se había interrumpido. Había que reconstruir todo, volver a armar el rompecabezas del país en una lógica capitalista, pues para nuestros gobernantes no se concebía otra. En la actualidad la situación es muy distinta.

Las declaraciones de Fox en Corea del Sur y en Japón no tienen precedentes en la historia posrevolucionaria de México. No es lo mismo necesitar capitales extranjeros que ofrecer el país como un buen lugar (el mejor) para hacer negocios, así tal cual, como si se tratara de una empresa necesitada de nuevos accionistas para evitar su quiebra: "estamos promoviendo una iniciativa ante el Congreso --dijo en Japón-- para abrir la inversión privada en el campo de la generación de energéticos y electricidad. Necesitamos aumentar la capacidad de generación de energía eléctrica en 9 por ciento cada año, y esto quiere decir šnegocios, buenos negocios en México!" Y respecto al petróleo añadió: "a través de estos cambios, haremos de Pemex la herramienta para promover el crecimiento de la economía y, al mismo tiempo, atraer más y más inversiones al campo de la generación de energía... lo cual quiere decir negocios, šbuenos negocios en México!". Y para evitar dudas o titubeos de los empresarios japoneses, remató diciendo: "en México todo está abierto para las inversiones".

La promoción de un país como si fuera una empresa y no nación soberana, es impropia de un gobernante, aunque se afirme que "šnosotros somos empresarios, gente de negocios... somos gente de negocios los que estamos actualmente en el gobierno de México!". Se puede ser empresario y gobernar un país, de la misma manera que se puede ser chaparro o alto, flaco o gordo, pues no está prohibido, pero cuando un empresario es gobernante debe pensar y actuar como gobernante y no más como hombre de empresa. Un país no es una empresa, y menos de un gobernante por más que quiera pensar como empresario. Un país es de sus ciudadanos, y el gobernante debe representar a éstos, a todos, y no sólo a unos cuantos. Mucho menos a los empresarios extranjeros.

Antes, incluso durante gobiernos calificados como entreguistas, se cuidaban las formas: siempre que se invitaba al capital extranjero a invertir en nuestro país, se añadía: "de acuerdo con nuestras leyes". Ahora se quiere reformar las leyes para convertirlas en un traje a la medida de los intereses extranjeros para que se sientan más cómodos y seguros con sus inversiones. La soberanía nacional parece haber perdido sentido para Fox, pues como empresario sólo piensa en nuevos socios, se preocupa por ellos y les garantiza que invertir en México es buen negocio, es decir, ganarán más, serán más ricos. Sólo falta que, como ha ocurrido con los bancos, también quiera cambiar la razón social: BBVA-Bancomer, Scotiabank-Inverlat, México-Japón o, como la columna de Fernández-Vega: México, S. A., para no excluir a los otros países ni a los empresarios que tienen, según Fox, las puertas abiertas para poner su dinero.

En sus afanes empresariales, ha pasado por alto el artículo 73 constitucional fracción XXIX-F, que faculta al Congreso de la Unión a regular la inversión extranjera. No sólo ha pasado por alto esta facultad del Congreso, sino que no les aclaró a los empresarios y gobiernos de Corea del Sur y de Japón que existe este artículo y esta fracción, y que las atribuciones del Ejecutivo todavía tienen límites, sobre todo en materia de bienes de la nación y de soberanía. El legislador hizo muy bien al redactar este artículo, pues previó que el Congreso, como poder soberano, pueda moderar o limitar el exceso de atribuciones que tiene el Ejecutivo en materia económica.

El asunto es muy grave. Nuestro empresario-gobernante está ofreciendo el país por encima de nuestras leyes y de nuestra soberanía. El Congreso de la Unión tiene la palabra. Los diputados y los senadores tienen la facultad de limitar al Presidente de la República y la responsabilidad histórica de defender la soberanía de la nación y, por lo tanto, del pueblo mexicano. Fox, por otro lado, tiene que escoger entre ser gobernante o ser empresario. Los mexicanos no aceptamos que México sea tratado como una empresa. Queremos ser y seguir siendo una nación.