JUEVES Ť 7 Ť JUNIO Ť 2001

Ť Junto con la Gran Muralla, es un símbolo de China

Fox y su comitiva conocieron la fantasía y el enigma de la Ciudad Prohibida

JUAN MANUEL VENEGAS ENVIADO

Pekin, 6 de junio. Entre el cielo y la tierra, el hombre... y para alcanzar la armonía entre los tres, el emperador. Así empieza la historia... que se escribió desde la Ciudad Prohibida. Es la historia que parecería un cuento, entre la fantasía y el enigma, de no ser porque fue el principio y el fin de la vida económica, política, social, cultural y religiosa de este país entre 1420 y 1911, los casi siete siglos de las dinastías Ming y Quing.

Sólo los privilegiados, los invitados especiales... los jefes de Estado y sus comitivas gozarán de estas maravillas, reliquias y auténticas joyas de esta nación que guarda su historia, mitos y leyendas como su mejor tesoro, pero que no deja de asombrar y llamar la atención por el desarrollo económico y la apertura hacia Occidente que ha manifestado sobre todo, se dice aquí, en los últimos diez años.

Con esta doble imagen, entre las sombras y las luces de la vieja China, y el país marcado por la apertura y el intercambio comercial (la globalización, pues), el presidente de México, Vicente Fox, llegó este miércoles a cumplir una visita de Estado que se prolongará hasta el próximo sábado.

Este primer día se convirtió prácticamente en un recorrido turístico por Pekín... Al costado norte de la plaza de Tienanmen, la Ciudad Prohibida o Palacio Imperial se levanta como uno de los dos grandes símbolos de la cultura china (el otro es la Gran Muralla que, por cierto, Fox visitará este jueves)... y forman el centro, el eje de toda la ciudad.

La Ciudad Prohibida fue recorrida ayer por la comitiva mexicana. Y con el presidente Fox encabezando el grupo, los salones aún restringidos de lo que fue el Palacio Imperial se abrieron al paso, y se pudo admirar la sala principal, que sigue albechina_mexico_71rrgando el trono imperial, custodiado y protegido por dos figuras de león y cuatro columnas totalmente de oro... y el comedor, un enorme salón vigilado por imágenes de dragón, al que nadie tenía derecho a ingresar, sólo el emperador... y la alcoba nupcial, donde se cuenta la historia del emperador Quian Long, que se casó tantas veces como quiso.

Avanza la comitiva presidencial de salón en salón. Todos se dispersan. Al lado del mandatario y de los guías sólo se mantienen, imperturbables, su hija Ana Cristina y Martha Sahagún. Los demás hacen el recorrido por su cuenta. Comentan sus propias impresiones... el canciller Jorge G. Castañeda, asombrado por los cambios que observa en Pekín, recuerda que desde hace 26 años, cuando vino con su padre, no visitaba China... Vicente, el hijo del Presidente, se pega a Felipe Zavala, secretario privado de Fox, y juntos se desplazan, buscan los mejores lugares para la foto: ''una tú y una yo...''

Arturo Montiel, gobernador del estado de México, y Francisco Ramírez Acuña, de Jalisco, un tanto aislados buscan su propia explicación... ''Maravilloso, maravilloso'', repiten, como si no tuvieran otra expresión que dar a quien se acerque... y todos, todos, gastan sus rollos.

Fox y sus guías avanzan y con ellos las dos horas que durará el recorrido por la Ciudad Prohibida, que mostrará ya casi al final la puerta por donde ingresaban y eran escogidas para entrar al centro imperial las mujeres ?las más hermosas? que serían las concubinas del emperador en turno. Y hubo quien tuvo 30, 50, 100... hasta el que tuvo 3 mil mujeres a su disposición.

¡Claro!, se explicó, a muchas ni las conocían, pero al ser elegidas debían pasar a vivir a la Ciudad Prohibida y estar a la disposición y gusto del emperador. Era, para ellas ''todo un honor''.